La época que va de mayo a septiembre es la mejor del año para muchos. En primer lugar, para los trabajadores que obtienen un merecido descanso después de una larga serie de meses laborales. Por otro lado, el verano es tiempo de bonanza para la gran cantidad de hoteles, restaurantes y demás establecimientos cuyos ingresos se elevan considerablemente con la llegada de oleadas de turistas de multitud de puntos de España y del extranjero. Incluso para los millones de parados que registra nuestro país actualmente, la temporada estival representa una oportunidad para conseguir un empleo temporal, aprovechando la amplia oferta laboral derivada del turismo.

Sin embargo, como dice el sabio refranero español, «nunca llueve a gusto de todos». Eso deben de pensar en el Aula del Mar de Málaga, que asiste cada verano al triste mutilamiento del hábitat del rompeolas que tanto abunda en nuestra costa, debido a las ingentes cantidades de bañistas que abarrotan las playas. La situación es tan antigua como el turismo de sol y playa: cuando los chavales se cansan de bañarse en el mar o jugar con la arena, las rocas de los espigones pasan a ser una atracción de primer orden. La captura de cangrejos, lapas y caracolas, entre otros invertebrados marinos, es la principal conducta que se busca erradicar desde el Aula del Mar a través de sus campañas de concienciación e información.

Las preocupantes circunstancias existentes las detalla Juan Jesús Martín, biólogo del Aula del Mar. «Todo parte de la ignorancia y el aburrimiento de las personas que van a la playa. Es habitual que los niños atrapen cangrejos, por ejemplo, y los depositen en cubos con agua, sin saber que el animal no puede sobrevivir durante mucho tiempo sin una fuente mayor de oxígeno».

Martín atribuye el problema a que se trata «de un grupo de especies muy adaptadas al ecosistema del rompeolas, que es muy accesible para nosotros dado que en la mayoría de los casos no hay que nadar para alcanzarlo, y a unas condiciones muy concretas de oleaje, salinidad, temperatura y evaporación del agua, lo cual impide que puedan desplazarse a zonas a mayor profundidad para buscar refugio y situarse fuera del alcance de los bañistas». El biólogo indica que «al eliminarse estos animales del rompeolas, «los depredadores que se alimentan de ellos también se ven perjudicados. El resultado es que, cuando acaba el verano, las poblaciones de estos invertebrados quedan muy diezmadas».

Por tercer año consecutivo, y aprovechando la celebración del Año Internacional de la Biodiversidad, el Aula del Mar ha puesto en marcha con el apoyo de Unicaja el Laboratorio Itinerante, que durante el mes de julio ha visitado cinco playas de la provincia. Esta iniciativa consta de actividades dirigidas a todas las edades. «También se imparten las charlas en inglés y alemán para llegar a los visitantes foráneos», comentó el biólogo. «Los turistas extranjeros suelen ser bastante participativos, y les agrada descubrir la biodiversidad de nuestras costas y los esfuerzos que hacemos para preservarla», añadió.

Entre las actividades que se llevan a cabo en el Laboratorio, Martín destacó «experimentos con agua y arena, explicaciones sobre las técnicas de supervivencia de estos animales en el medio ambiente y muestras de restos de ellos para que la gente los pueda reconocer». Todo ello encaminado a la conservación de unos ecosistemas que, concluye Martín, «son mucho más interesantes e importantes de lo que la gente cree».

Otra de las grandes preocupaciones del Aula del Mar es la conservación de la patella ferruginae en la Costa del Sol, una especie que prácticamente ha desaparecido del litoral malagueño –quedan unos 20 ejemplares, según Martín– y está catalogada como especie amenazadas. El vistoso aspecto de esta lapa y su tamaño, de casi 10 centímetros, la han convertido en objetivo de captura durante años.