Fue capaz de colapsar durante horas la centralita de Canal Sur porque para el público era el ganador absoluto de la primera edición de Se llama copla y ahora, tres años más tarde, se ha convertido por ese masivo apoyo popular, en el mejor artista debutante del año. De hecho, su primer lanzamiento discográfico, Lo que a mí me está pasando (Warner, 2010), no ha salido de la lista de los diez compactos más vendidos desde que llegase a las tiendas, hace poco más de un mes.

Antonio Cortés reconoce que es muchísimo más de lo que alcanzaba a imaginar cuando, aún adolescente, ya mostraba su pasión por la interpretación, al cantarle saetas a los sagrados titulares de su tierra durante la Semana Santa. Nacido en Rumanía el 9 de junio de 1988, seguro que su vida hubiese sido bien diferente si apenas año y medio más tarde no hubiese sido adoptado y trasladado hasta Nerja. Un camino que pronto podría ser de vuelta, pero, ahora como artista, para mostrar puntualmente a sus otros paisanos, los biológicos, «cómo se vive la copla en Andalucía».

De su más tierna infancia, este joven valor de la canción española guarda multitud de momentos inolvidables, pero también un terrible drama, la pérdida de su padre, Antonio Cortés Roca, conocido entre los nerjeños por su segundo apellido. «Faltó muy poco para que yo debutara en Se llama copla como Antonio Roca, para homenajearlo, pero de todas formas sé que está ahí, dándome fuerzas, y no hay día en el que no le haya dado las gracias por haber ayudado desde arriba», dice.

Hasta en los créditos del álbum le dedica Antonio unas emotivas líneas, como complemento al tema titulado Padre: «Eres mi faro en la oscuridad. Como dice la canción que cierra este disco y que te dedico con todo mi amor, nunca me abandonas. Este disco no es sólo mío, papá, es también tuyo, lleva tu nombre aunque no se vea. Es nuestro disco».

Un trabajo que ha sido presentado a través de la cuidada adaptación de Carcelero, carcelero, la copla que inmortalizase Manolo Caracol, pero que también incluye versiones de Mi niña Lola, No sé querer o, como contrapunto, Agárrate a mí, María, de Los Secretos. Todas estas composiciones resonaron ayer en las entrañas de esa Cueva de Nerja donde no hace tanto disfrutó él mismo, en 2009, todavía como espectador, de otra voz privilegiada, como es la de Miguel Poveda.

En el recinto subterráneo de su tierra natal puso punto y seguido a una gira que ya ha incluido un histórico lleno en el Teatro Arlequín de Madrid: «Me está yendo todo muy bien. Esa fecha no la olvidaré porque, aunque seas muy conocido en Andalucía, el objetivo de cualquier artista es el de poder triunfar en la capital y ya he tenido una cosa muy buena, ver abarrotado un teatro... Fue emocionante».

Aún no está cerrada la fecha para presentar el disco en la capital malagueña, pero sí que incluye su agenda para 2011 otras veladas confirmadas en otras provincias andaluzas: Granada (10 de marzo), Cabra (11 de marzo), Jerez de la Frontera (26 de marzo), Huelva (1 de abril) o Aracena (7 de mayo).

«Ese mal dicho de que nadie es profeta en su tierra yo no lo puedo decir. Presentar mi disco en un sitio emblemático como es la Cueva, en mi tierra, mi ciudad y mi paraíso, y encima vender las entradas en poco más de una semana, es algo que te llena de orgullo, es lo máximo», explica este nuevo valor de apenas 22 años de edad. Alguien que es capaz de convocar a miles de personas tan sólo para verle de cerca, a centímetros, y llevarse autografiado su disco. Muchos reconocen que el secreto de su éxito está en su forma de ser, en una humildad innata que se dejó ver desde su primera aparición en Se llama copla. De hecho, fue el favorito del público durante meses y, por encima de su esfuerzo diario para ser mejor intérprete, siempre contó con el apoyo incondicional de la audiencia.

«De todo lo que te dicen cuanto estás en una firma de discos o un encuentro parecido con el público, me llega especialmente al alma que disfruten de esa forma tan especial, que se sientan tan identificados conmigo, porque todas las personas te dicen eso, que se sienten identificados. Y me piden que no cambie nunca, que siga siendo así como persona». Pues eso, que no cambies, Antonio.