Fueron los protagonistas de una de las escenas más violentas y fatales de la historia de España. Durante más de cuatro décadas se les negó la palabra. En febrero de 1937, hace exactamente 75 años, participaron en el éxodo. Eran niños, pero ninguno ha olvidado los pormenores de la marcha, en la que fallecieron miles de personas.

La carretera de Almería discurría entonces por un trazado más estrecho, que bordeaba la montaña. En los días previos a la toma de Málaga, se convirtió en la única vía no gobernada por las tropas nacionales. Muchos de sus tramos permanecían helados. Los ataques obligaron a los refugiados a guarecerse en los socavones del terreno, e, incluso, a probar fortuna por el interior.

Junto al silencio de la mayoría de los lugareños, se yerguen también testimonios que hablan de grandes y anónimas heroicidades. No sólo la del médico Norman Bethune. Algunas familias, pocos, auxiliaron a niños heridos, extraviados, incapaces de reincorporarse a la marcha. El miedo persistía. En la carretera de la muerte hubo heroicidades, la de los supervivientes. Ellos son los héroes.

Remedios Martín Roca / Mezquitilla (Algarrobo)

Remedios Martín está a dos años de cumplir el siglo de vida. En pleno bombardeo de la carretera que atraviesa el litoral de Algarrobo tenía 22 años. Sus recuerdos aún perduran: «Recuerdo que había un desastre enorme. Nadie podía tener dos pesetas juntas al empezar la Guerra. Por aquí pasaban familias enteras de Málaga, huyendo hacia Levante. Entre tanta confusión, mi hermano acogió a un niño que se encontró y estaba perdido; del que no se conocía quiénes serían sus padres». Lo tendrían muchos años, hasta que el pequeño decidió independizarse y emprender de nuevo el camino, sin pensar en sus familiares adoptivos. Remedios recuerda que para Almería pasaban caravanas enteras, repletas de «bestias, personas mayores subidas y niños». Alguna familia intentaba esconderse, pero «por miedo» las puertas estaban cerradas. Fran Extremera

Juan Lahoz Gil / El Morche (Torrox Costa)

Al torroxeño Juan Lahoz, la carretera Málaga-Almería le arrebató a su padre para siempre. En aquel fatídico episodio de la Guerra Civil, con apenas cinco años de edad, emprendió el camino hacia tierras almerienses en compañía de sus padres, de dos hermanos mellizos de sólo nueve meses (Paco y Carmen) y de un cuarto hermano, Pepe. «Cuando llegamos a Motril, mi padre se empezó a encontrar muy mal. Tenía las fiebres de maltas y tuvo que venir a socorrernos, con un burro, mi abuelo materno». Así es como la familia, a pie, volvió sobre sus pasos. Juan recuerda que en el animal sólo podían ir su padre, aún enfermo, y los más pequeños. Pero todo se torció al llegar al término torroxeño: «En Calaceite nos pararon y subieron a mi padre en un camión. Se lo llevaron al cementerio y allí lo mataron». Sin padre, Juan se vio obligado a dejar la escuela con nueve años «para trabajar» y ayudar a su madre. Fran Extremera

Manuel Borge López / Vélez Málaga

A sus 84 años, Manuel Borge López, de Vélez Málaga, mantiene el recuerdo de los cuatro días que duró el periplo desde la capital axárquica hasta Almería. «Me fui junto con mi tía y mi tío, ya que éste era republicano. Yo en aquel entonces tenía unos 11 años». Fue así como iniciaron un trayecto duro y peligroso, «donde los bombardeos eran continuos», por lo que en principio evitaron la costa y se desviaron hacia el interior, cerca de Cómpeta. De allí, retomaron la carretera por Almuñecar, hasta llegar a Almería. «Dormíamos en los cementerios, porque sabíamos que allí no iban a dispararnos los aviones». Durante el trayecto, en uno de los bombardeos perdió a sus tíos por lo que tuvo que seguir el trayecto solo. Los volvió a encontrar en Alicante, tras viajar en barco desde Almería. No regresó a Vélez Málaga hasta seis años después de la huida, reencontrándose con sus padres. Juanjo Zayas

Manuel Muñoz Robles / Vélez Málaga

Manuel Muñoz tuvo que huir de Vélez Málaga junto con sus padres y sus tres hermanos. En aquel entonces, a sus catorce años, comenzó la huida «que empezamos el 7 de febrero y llegamos a Almería el 14 de febrero», rememora Muñoz. «El bombardeo era continuo y hubo tres o cuatro momentos en los que estuvimos bastante cerca de no poder contarlo». Su familia hizo la ruta muy cerca de la costa, «donde el peligro estaba por los barcos», pasando por Almuñecar y Motril hasta llegar a la capital almeriense. Otro de los momentos más peligrosos que recuerda fue atravesar el puente del río Guadalfeo, a su desembocadura en el litoral granadino «ya que lo habían volado el día antes y estaba casi derribado, había muchos que no querían seguir por ahí». Afortunadamente, tanto Manuel Muñoz como el resto de sus familiares consiguieron llegar con vida a su destino. Juanjo Zayas

José Alarcón García / Vélez Málaga

José Alarcón nació en Lucena (Córdoba) pero se trasladó a Benamargosa, donde vivió su niñez. Fue a la temprana edad de seis años cuando tuvo que iniciar la huida junto con su familia, en la que iba su padre, que precisamente había sido secretario del Partido Socialista Unificado en el pueblo. Optaron por la ruta del interior hasta llegar a Motril. No seguirían hasta Almería, porque así lo decidió su padre. «Le dijo a su hermano y a su cuñado, que él no seguía adelante, que no había hecho nada y no le podían condenar a muerte», por lo que decidieron volver a Benamargosa. Sin embargo, le esperó a su regreso un trágico final al ser apresado y siendo posteriormente fusilado. «Volvimos al pueblo y allí nos quedamos como los vencidos durante muchos años, donde no podíamos ni llorar por nuestros familiares muertos», recuerda. Juanjo Zayas