Son las 17.00 horas y Sebastián Bascuñana, correctamente vestido con un pantalón de pinza beis, polo de rayas azules y zapatos negros, se coloca a escasos metros de la reconocida bodega El Pimpi, en plena calle Granada, para cumplir un día mas con su cometido: escuchar aquello que la gente le quiera contar a cambio de la voluntad.

Mientras sujeta un cartel entre sus manos en el que se puede leer «El escuchador. Hola, cuéntame...(solo una propina)», tanto en español como en inglés, este malagueño de 45 años ocupa cada lunes, martes y miércoles su lugar en el casco histórico de la ciudad puntual, a las 17.00 horas, acompañado de las altas temperaturas propias de la estación, hasta las 19.00 horas.

Cansado de esperar el trabajo que hasta el momento no llega, y apoyado por sus familiares y amigos, este desempleado que trabajaba hasta hace un año en un museo de la ciudad como guía de sala, decidió hace apenas un mes emprender este curioso autoempleo, sobre el que mencionó que le va «mejor de lo que esperaba».

Escuchar a la gente siempre fue algo que le gustó e incluso apunta que prestó hace años sus servicios como voluntario para el Teléfono de la Esperanza aunque advierte; «No doy consejos. Es algo de mucha responsabilidad».

Su función es actuar como desahogo para todos aquellos que deseen contarle algo.

Desde que inició su andadura como «escuchador» expresó que al menos una persona se ha parado para hablar cada día. Curiosos que quieren saber por qué está ahí, personas que le piden información sobre la ciudad o algunas historias banales, es lo máximo que ha conseguido hasta el momento, aunque con propinas muy generosas, hasta cuatro euros y medio recibió por parte de una francesa una vez.

El «escuchador» espera convertirse en una figura común para los viandantes, un elemento más de la calle Granada, lugar que seleccionó por puro azar, para que se acostumbren a su presencia, pierdan la vergüenza y se animen a hablar con este profesional al servicio de la ciudad.

Compatibilizarlo con un empleo. Con tres idiomas –español, inglés e italiano– y estudios de filología hispánica, que no culminó ya que no llegó a licenciarse, este apasionado del dibujo y la escritura tiene intención de ampliar su jornada con una hora más al día e incluso no descarta aumentar los días próximamente.

Además, sin cesar en la actualidad en su búsqueda de un empleo remunerado, le gustaría poder compatibilizarlo en un futuro con esta ocupación que, según explicó, ha inventado él y asume cada día con la misma seriedad que cualquier empleo.

Bascuñana, que vive en la actualidad con su madre en pleno centro, defiende su actividad como una forma «útil y digna» de ganarse la vida. «Trabajo hay, lo que falta es que esté remunerado», sentenció.

Por ello, denomina su función como una alternativa en la que ofrece un servicio a la sociedad, en vez de ponerse en la calle a pedir dinero, sin más.