Más de medio siglo ha estado Antonio Villamuela de carnicero, siguiendo los pasos de su padre, una profesión en la que prosperó con mucho esfuerzo y dedicación y con la ayuda de María Fernández, su mujer, que dejó su trabajo como camisera de Valero para echar una mano en el negocio familiar.

Antonio todavía se acuerda de unos amigos, un matrimonio sin hijos que fue muy generoso con él. «Eran ya mayores, no tenían hijos y me dijeron que cuando volviese de la mili me iban a regalar el puesto de Atarazanas y así fue».

El negocio fue creciendo y compró un local en la vecina calle Olózaga así como un local y un piso en el Llano de Doña Trinidad. En calle Olózaga, por cierto, tenían unos clientes muy especiales: los padres de Antonio Banderas. «A Antonio lo conocemos desde que era un niño», cuenta María, que también destaca que el puesto de Atarazanas ha tenido como clientes al alcalde Cayetano Utrera y a Rosa Francia, mujer del actual alcalde, «y cuando nació mi niño me hizo un regalo», recuerda.

Y en el Llano de Doña Trinidad llegarían las novedades de la tecnología. «Allí monté las primeras cámaras frigoríficas que había», destaca Antonio, que resalta la admiración que causaba en el Matadero cuando podía apartar una cantidad muy llamativa de reses. También su carnicería fue de las primeras en introducir la novedad de los mostradores de cristal y después de la cámara frigorífica vino la congeladora.

Como curiosidad, en el negocio del Llano de Doña Trinidad tuvo como socios al hermano y al padre de la cantante Paloma San Basilio. «Cuando venía el padre de Paloma San Basilio le gustaba comer en el merendero de Antonio Martín y allí estábamos hasta las 2 de la mañana hablando de negocios y de política», recuerda.