Entre la clientela del mercado de Atarazanas no sólo hay familias, sino que también hay numerosos hosteleros que regentan bares y restaurantes por el Centro Histórico u otras zonas de la capital que acuden diariamente a adquirir los productos con los que luego elaboran sus platos. La calidad y el colorido de las viandas, la amplia variedad de las mismas, desde pescados a marisco, pasando por las carnes y las frutas y verduras, así como el pan artesanal, las especias o la miel; la oferta complementaria de los bares, y el reclamo cultural del edificio han convertido a Atarazanas en un mercado atípico que no sólo seduce ya a los habitantes del Centro. Muchos de los comerciantes, habituales protagonistas de noticias de radio y televisión y retratados por los periódicos hasta la saciedad, incluso bromean con el hecho de no hacer declaraciones a los periodistas, aunque luego todos se arrancan.