Más de 34.000 jóvenes malagueños padecerán un trastorno mental. Uno de cada ocho niños o adolescentes padece un trastorno mental y uno de cada cinco lo sufrirá a lo largo de su vida en España, el único país de la Unión Europea que aún no reconoce la psiquiatría infantil como especialidad médica pese al impacto negativo de la crisis en esta materia.

Son datos del «Libro blanco de la psiquiatría del niño y el adolescente», patrocinado por la Fundación Alicia Koplowitz. La mayoría de problemas que presenta esta franja de la población tiene que ver con problemas cuyo origen está en la infancia o la adolescencia. Y es que este sector de la sociedad es especialmente vulnerable. No sólo a situaciones extremas como la crisis económica, de la que son víctimas silentes, o el acoso, sino también a problemas de autoestima o de relaciones afectivas o sociales.

La psicóloga infanto juvenil de la clínica ISEP, Adelina Valenzuela, afirma que los motivos por los que los menores suelen acudir a las consultas de psiquiatría o psicología son variados. Muchos pueden tener origen en un trastorno mental físico, pero muchos otros tienen que ver con problemas sociales.

Señala que, aunque los casos no son muy numerosos, existen y van a más, sobre todo los relacionados con acoso escolar. Reconoce que hay que dar pautas a los niños desde que entra en la guardería, para que en el futuro no se conviertan en acosadores o víctimas de bullying.

«Los centros escolares deberían trabajar más en estos aspectos, a inculcar valores como la tolerancia y el respeto antes de que se dé algún tipo de problema», advierte la experta, que reconoce que hace años se daban casos de adolescentes que molestaban a otros con algún problema físico o intelectual, aspectos que hoy se suman a muchos más. Señala que hoy los casos se dan a edades muy tempranas. «Si no se atajan en ese momento en el futuro pueden darse trastornos mentales», dice la experta, que cree que los padres deben dotar a los hijos de herramientas. «Como adultos llevamos una vida muy ajetreada y muchas veces no estamos tan accesibles o pendientes como deberíamos de las necesidades emocionales de los niños», dice, por lo que cree que si a esto se une una personalidad retraída puede crearse un cóctel con difícil solución. Y es que el suicidio se encuentra entre las tres principales causas de muerte de los jóvenes. Muchos no ven solución ante situaciones de acoso o a trastornos mentales que no saben reconocer. Los principales y más comunes son la ansiedad y la depresión. Ambas son la respuesta a los problemas de estos jóvenes, que no ven salidas a distintas circunstancias de la vida. Por eso, los expertos piden atención, tanto en el ámbito educativo como en el hogar y por parte de la Administración, que hasta hace poco no se ha centrado en esta problemática de salud pública. Sólo en esta comunidad autónoma, en 2012, hubo 338 ingresos de menores en unidades de psiquiatría con estancias medias de 11,30 días.

En casa, los padres deben trabajar la autoestima, pues es culpable de gran parte de los trastornos mentales de los jóvenes. «En la adolescencia es común simplemente por la edad, no se ven físicamente perfectos. Si tienen un problema de autoestima es normal que lo tenga de ansiedad, y si se añaden problemas de relaciones con sus padres o sus amigos pueden llegar a tener una depresión». Según la psicóloga, miembro de la comunidad Saluspot, si a esto se suma la falta de apoyos sociales, estos jóvenes se rebelan y se vuelven conflictivos. Y es que la mayoría de estos casos acaban en enfrentamientos que convierten la convivencia en un caos: niños agresivos, irascibles, con problemas conductuales e, incluso, consumo de drogas.

Estigma. Pero estos casos tienen solución. No la tienen los que están relacionados con los trastornos mentales de «origen», aquellos que forman parte de alteraciones de los procesos cognitivos y afectivos del desarrollo. Los más comunes en la adolescencia son el trastorno obsesivo compulsivo, el déficit de atención e hiperactividad, a muchos de los cuáles no se lo han diagnosticado a tiempo, lo que hace que pierdan el control y sean poco racionales y muy impulsivos, el asperger y el autismo. «Muchos de estos han sido poco trabajados o estudiados y donde antes había un niño malo o insoportable, podía haber un problema de base», cuenta la experta, que reconoce que cada vez hay más herramientas, lo que evita que estos casos se agraven en la adultez, como pasaba hasta hace unos años.

En lo que se refiere a trastornos mentales más graves, como la esquizofrenia, estos jóvenes suelen necesitar más apoyos por el estigma que les supone. «Hay quien tarda en aceptarlo y lo lleva bien, pero hay otros chavales que niegan que les pase nada y no se toman la medicación, se agudiza la rebeldía y hay brotes», explica la psicóloga infanto juvenil, que cree que es fundamental trabajar con ellos para su estabilidad. Así, critica que la Seguridad Social dé citas a estos jóvenes de 20 minutos cada tres o cuatro meses, cuando necesitan una atención más constante, pues a su problema hay que sumar la impulsividad de la edad, la falta de madurez y de autoestima.