­Sus rostros apenas tienen arrugas y las canas no han conquistado sus cueros cabelludos. Son jóvenes de edad pero auténticos veteranos del voluntariado; el pulmón gracias al cual las asociaciones llegan a donde la necesidad está presente.

Los voluntarios son el pequeño y gran ejército que hace posible miles de acciones cotidianas. Cruz Roja lo sabe bien. Solo ellos cuentan con más de 5.800 personas repartidas por la ciudad. Unas 26.000 personas arriman el hombro de forma desinteresada en alguna de las más de 260 asociaciones que hay en Málaga.

Cruz Roja es una de las tantas entidades a las que cualquiera se puede sumar. Servicios sociales, comunicación, emergencias... Múltiples sectores en los que participar ahora, cuando la necesidad aprieta de una forma desconocida hasta hace años. Los adultos de entre 21 y 30 años con la ESO son el perfil que más demanda ingresar en este pelotón solidario.

La solidaridad es uno de los brotes de esperanza que demuestra que no todo está perdido en medio de una ciudad tomada por la pobreza. Miles de personas aportan su granito de arena para que todo se recupere con la mayor celeridad posible.

Sin embargo, muchos olvidan que antes de que la crisis irrumpiera ya había voluntariado. Algunos llevan décadas enganchados a lo que ellos mismo describen como una droga dura. Ayudan sin recibir nada a cambio. No saben cómo salir de ahí, ni quieren. Hace mucho tiempo que cruzaron la barrera que separa el hacer algo por hacer o implicarse hasta convertirlo en una filosofía de vida.

DANIEL CLEMENT | 21 años como voluntarioTiene 34 años y trabaja en el 061

En plena década de los 90, siendo un niño a las puertas de la adolescencia andaba pegándole patadas a un balón en la calle y ya coqueteaba con los videojuegos. Daniel tenía 13 años y a juzgar por sus inquietudes una conciencia impropia de su edad.

Decidió formar parte de lo que era entonces Cruz Roja Juventud e invertir su tiempo libre como voluntario. Tiene 34 años y desde que entró cuando era un crío no ha abandonado la que considera su segunda casa. Con toda una vida por delante, no duda: «Ser voluntario es una de las mejores cosas que he hecho en mi vida. Me siento orgulloso de lo que he hecho».

Hizo diversas funciones hasta que dio con el sector que no ha abandonado hasta ahora: Socorro y Emergencia. Comenzó gestionando las llamadas de urgencias y desde hace años es el referente del equipo de respuesta inmediata de emergencias de comunicación.

Estudió Bachillerato pero Cruz Roja le ha formado de manera continua para desarrollar las funciones de su puesto. Una labor que le ha valido fuera de la institución para encontrar trabajo. Desde el año 2000 es gestor de emergencias del 061.

Entre medias le ha dado tiempo a hacer el servicio militar a través de Cruz Roja. «Hasta que fui mayor de edad siempre estuve tutorizado. He hecho guardias con personal militar y objetores de conciencia», explica.

Lleva más tiempo entre las paredes de la que considera su segunda casa que fuera de ellas. No concibe la vida sin ser voluntario y calcula que al mes le dedica algo más de 30 horas. No siempre ha sido así. Crecer y tener obligaciones ha hecho que tenga que reducir las horas. «Si pudiera echaba más», matiza.

Entre los recuerdos agrios está el avión que salió desde Málaga en 1998 y se estrelló en territorio marroquí antes de llegar a su destino, Melilla. Aunque la mitad de los asientos iban vacíos no hubo supervivientes. Daniel fue para cubrir la catástrofe pero no es la única ocasión en la que ha intervenido en una situación extrema, también estuvo en el terremoto de Lorca y llevó un camión logístico. «La emergencia nos pone a prueba», expresa.

PAQUI OLEA | Más de 10 años con Cruz RojaTiene 52 años y trabaja en un centro psiquiátrico

Paqui no sabe cómo ni por qué pero desde pequeña quiere ser voluntaria y donar sangre, a pesar de su miedo a las agujas. No recuerda con exactitud cuándo se inició en el mundo del voluntariado pero sabe que fue hace más de diez años. Parece que había llegado el momento de hacer realidad lo que desde pequeña le ha perseguido.

Entró en dos a la vez. Cruz Roja y la ONCE pero se decantó por la primera y allí continúa «hasta que el cuerpo aguante», dice con una sonrisa picarona. Se apuntó en tantos proyectos como pudo y lleva a sus espaldas un amplio repertorio de experiencias. Ahora está en el área de Socorro y Asuntos Sociales. Acompaña a los mayores al médico o a hacer la compra, se patea las calles para repartir alimentos entre los que viven a la interperie e incluso va como apoyo de los psicólogos cuando hay alguna catástrofe.

Esta mujer todoterreno combina todas estas funciones con sus dos empleos. Trabaja en un centro psiquiátrico y es costurera. Las fuerzas no faltan para ir y echar una mano a quienes más lo necesitan.

Recuerda con cariño la entereza con la que una madre le hablaba cuando había perdido a un hijo al ahogarse. Sonríe cuando piensa en lo agradecido que son aquellos que no tienen nada y reciben de su mano su infinita ayuda. Les pone cara a aquellos que engrosan las desalentadoras cifras de la pobreza y asegura que la situación sigue mal para muchos.

El agradecimiento y las cartas de aquellos a quienes ayuda son el motor para seguir. Adrenalina pura. Pero no todas sus experiencias son iguales y algunas las recuerda con cierto dolor.

Una mujer recibió un disparo sin querer y en una unidad se desplazó hasta el cementerio, donde debía celebrarse el sepelio. Familiares y amigos estaban conmocionados con lo ocurrido y por prevención asistieron. Un amargo adiós que terminó con una familia desbordada e incluso cristales rotos y heridos. «Nos tuvimos que relajar nosotros para poder hacernos con la situación. Son de esas cosas que se te quedan grabadas», relata.

Tiene pareja y asegura que más de una vez le ha dicho que cualquier día le pone las maletas en la puerta. Ahora hace dos servicios por semana pero el tiempo varía. «Si voy de acompañamiento a ver el baloncesto hay que estar dos horas antes, más el tiempo del partido, y las dos horas de después... sumo casi seis», matiza. Su pareja le apoya y se siente orgulloso de todo lo que ella hace, historias de amor y entrega que después le cuenta en casa, pero hay que saber administrarse el tiempo. «Esto engancha», asegura.

Tiene la sensación de que cuando está ahí, sale su otro yo, el que no teme a las agujas y al no le importa echar las horas que hagan falta. Lo hace por puro altruismo, como todos, y cuando surgen los contratiempos, cuando se necesita un servicio de urgencia su cuerpo solo le pide ayudar. Ella misma conoce las noches sin dormir e ir al trabajo directamente por haber estado como voluntaria en cualquier lado. Y mientras pueda seguirá.

SERGIO GALLEGOS | Dos décadas de voluntarioTiene 35 años y trabaja en la Cruz Roja

Un amigo fue el nexo entre Sergio y la institución, que lleva décadas entregada a los demás en un ejemplo impagable de amor al prójimo. Su amigo le habló sobre lo que hacía y le picó el gusanillo por saber él mismo en qué consistía eso de ser voluntario.

Entró en Cruz Roja Juventud y los primeros servicios que hizo fueron en el Materno Infantil. Allí iba cuando podía a jugar con los niños que estaban hospitalizados. Recuerda con cariño aquel inicio de etapa que aún perdura y casi se emociona al relatarlo.

Luego, Sergio Gallegos se pasó al departamento de Socorro y Emergencia y después se fue a hacer la mili. Tres meses en el cuartel y nueve meses de servicios dentro de Cruz Roja le sirvieron para cumplir con el servicio militar sin desvincularse de sus actividades.

Desde hace seis años Cruz Roja también le contrata para llevar a cabo el plan de alimentos para gestionar la distribución del Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA). «Aunque esté contratado yo continúo con mi labor como voluntario», aclara. Prueba de ellos es que desde hace diez años está al frente del dispositivo sanitario del Málaga Club de Fútbol.

Este veterano se ha enfrentado a infinidad de situaciones durante durante sus 20 años de trayectoria. Si hace un leve repaso por su memoria destaca el agradecimiento de los inmigrantes.

Más de una vez ha ido a orillas del mar a chequear en qué estado llegan. Muchos de ellos se bajan de la patera sin aliento y en condiciones pésimas, pero la palabra «gracias» no falta.

Recuerdos agridulces. Entre las cosas más desagradables, todas aquellas en las que está presente la muerte. Cuando hay una persona fallecida todo es más complicado y el 29 de agosto de 2001 fue uno de esos días difíciles. Un avión de la compañía Binter Mediterráneo, procedente de Melilla, se estrelló a pocos metros del aeropuerto de Málaga. Murieron cuatro personas y otras 26 resultaron heridas de diversa consideración.

El terremoto de Lorca también está en su lista de situaciones extremas. No fue al sitio pero organizó desde Málaga el material que se envió.

Tiene 35 años y no muestra intención alguna de plantarse. Suma y sigue y en el camino, ayuda todo lo que esté en su mano.