Las fotografías de Juan Antonio Sánchez Simó han presidido los más variados despachos, sedes bancarias, portales de grandes instituciones de Málaga, bares, restaurantes y negocios de la Costa. En sentido literal, lo que este fotógrafo de La Línea trajo a Málaga fue «lo nunca visto» y así lo dejó claro la prensa cuando desembarcó en nuestra ciudad a mediados de los 60.

«Aunque mi padre empezó con las primeras fotos con una Leika, formato 35mm, luego utilizó una Rolleiflex y más tarde se pasó a una cámara de gran formato, una Linoff y con ella hacía murales de 3 metros por 1,80», cuenta Juan Sánchez Alcaraz, el tercero de los cuatro hijos.

El fotógrafo gaditano, de la quinta de 1923, era hijo de Francisco, un conductor de diligencias de seis caballos que luego se pasó al autobús. Cuando tenía seis o siete años la familia se marchó a vivir a Casablanca en busca de un destino mejor. «Mi padre tenía un hermano mayor que fue quien se fue primero y tiró de la familia. Casablanca entonces era una ciudad floreciente y muy cosmopolita», explica Juan Sánchez Alcaraz.

En esa Casablanca del protectorado francés el futuro fotógrafo empezó con 11 ó 12 años a trabajar en una peluquería: «Primero barriendo y luego aprendió el oficio y se hizo peluquero de señoras».

Peluquero y fotógrafo

En esos tiempos, recuerda el hijo, la vida social en Casablanca era muy intensa, así que el negocio también florecía y Juan Antonio Sánchez pronto comenzó a ganar concursos de peluquería, hasta que se independizó y con su hermano Manuel montó su propio local. «Mi padre era un artista. Por aquel entonces la peluquería era una cosa muy artesanal y no había productos químicos como ahora», recuerda el hijo.

Oficio aparte, en Juan Antonio fue fraguando una intensa vocación y en 1951 ya ganó el primer premio en un concurso fotográfico en Casablanca, al que le siguieron muchos otros. Sus fotos en blanco y negro ya demuestran un manejo exquisito de la luz y la composición: Pescadores, paisajes, callejuelas de pueblos perdidos de Madrid... «Mi padre veraneaba cada año en Lanjarón y hacía una ruta por donde fuera. En Lanjarón fue donde conoció a mi madre, Juana, que veraneaba allí y era madrileña».

Nueva vida en Málaga

En 1964, años después de la independencia de Marruecos, la familia Sánchez, entonces con tres hijos, hace las maletas y decide abandonar definitivamente Casablanca para instalarse en Málaga, en Pedregalejo. Su hermano Manuel no regresaría a España hasta finales de los 70.

«Cuando vino a Málaga llevaría unos 20 años de peluquero y decidió que haría lo que le gustaba, la fotografía, porque podía ser una forma de negocio», destaca Juan Sánchez Alcaraz.

El fotógrafo abrió su estudio en la calle Pinzón, junto a la antigua Audiencia Provincial. Un año más tarde, en mayo de 1965, expone sus murales fotográficos en la Caja de Ahorros de Ronda, sorprendentes para la época: «La exposición no es una más al uso. Se trata de una exposición de fotografías excepcionales (...) en las que, conjugados arte y técnica, nos da una visión novísima de la Málaga nuestra creciente, pujante, distinta a la que conocemos», señalaba el diario Sur.

Gracias a su cámara Linoff y su pericia, Juan Antonio Sánchez Simó ofrece fotografías que recuerdan más al cinemascope de las películas de la época. «Para sacar esos murales de 3 metros por 1,80, cuando el brazo grande de la ampliadora no te daba para el formato que querías se giraba y se hacía sobre la pared», recuerda su hijo.

A continuación, la foto se montaba sobre la estructura de madera y el chapón y para pegarla sin que aparecieran grumos «se mojaba la foto durante una hora y luego se le daba cola blanca». Juan Antonio Sánchez Simó era también quien revelaba todas las fotos.

La novedad de su técnica hizo que le llovieran los encargos de todo tipo de instituciones: Icona y sus repoblaciones, la Caja de Ahorros de Ronda, la Autoridad Portuaria, el pujante aeropuerto... Con su cámara también inmortalizó en grandes murales rincones de la ciudad, numerosos pueblos de Málaga, las obras de Las Pedrizas e industrias ya desaparecidas como Intelhorce o la fábrica del Amoniaco.

Por suerte, la familia ha conservado toda su obra, así que su hijo Juan puede enseñar algunas de las imágenes de muestra que luego se convertirían en paneles, pero también el abundante trabajo de estudio, desde retratos a desnudos artísticos. Juan calcula que en total conserva alrededor de mil negativos.

La Málaga plasmada por Juan Antonio Sánchez Simó es un fascinante viaje al pasado para conocer una ciudad en la que sorprende su abundante parque móvil, o más bien la abundancia de aparcamientos a cielo abierto en el Centro, como los alrededores de la plaza de la Marina. Gracias además a sus numerosas instantáneas del puerto es posible recordar cómo se descargaba a mano de los barcos la madera para Taillefer o el atraque del famoso trasatlántico italiano Cristóforo Colombo.

En una de estas fotos portuarias, tomada hacia 1965, se dan cita en Málaga un crucero y dos barcos más de pasajeros. «Hoy la gente está acostumbrada pero entonces era un acontecimiento», cuenta el hijo.

En 1980 Juan Antonio Sánchez Simó deja la fotografía ante la falta de demanda suficiente y decide volver a su primer oficio, así que en su casa, en la calle Conde de las Navas, abre una peluquería que mantiene hasta la jubilación. El artista gaditano falleció en 2006.

Todavía quedan despachos oficiales y establecimientos de la provincia que lucen esos paneles grandiosos que asombraron a los malagueños de hace medio siglo.