Alfonso Muñoz y su hijo Alfonso tienen suerte de poder contarlo. El pasado sábado paseaban por las calles de Katmandú cuando todo empezó a desplomarse. Fueron testigos en primera persona del terremoto de 7,8 grados que devastó Nepal y que ya arroja la dramática cifra de 5.000 muertos. "Todo el mundo corría sin rumbo, todo se caía. Duró treinta segundos o un minuto, no lo sé", recuerda el menor de ambos.

Su avión aterrizó ayer en el aeropuerto de Málaga en medio de una gran expectación. Lo hizo con retraso, lo que incrementó aún más la emoción. Padre e hijo llevaban más de un mes recorriendo el país haciendo trekking y ayudando en los pueblos más humildes del país asiático. Al filo de las 2 de la tarde cruzaron la puerta de "Llegadas" y un mar de flashes y gritos le devolvieron a la realidad: ya estaban en Málaga. Antes, habían pasado por Roma y Nueva Delhi, en un periplo conocido para ambos pero que ayer se hizo aún más especial.

Tras fundirse en un abrazo con su mujer, Mariví, y su hija Meena, Alfonso, de 67 años, se puso ante las cámaras para contar cómo habían vivido él y su hijo la catástrofe. "Nos cogió en plena calle de Katmandú, ha sido una experiencia terrible. Vi cómo se derrumbaban los edificios delante mía", contaba aún con la sorpresa en los labios el hombre, administrador de fincas de profesión. Alfonso, que viajó por primera vez a este país hace 17 años, admite que, además de las vidas humanas perdidas y de la necesidad de ayuda humanitaria, le preocupa cómo se repondrá el país. "Todo está destrozado".

Eran poco antes de las 12 de la mañana cuando caminaban por la calle. Entonces, el temblor y la avalancha tiraron a Alfonso padre al suelo. "Mi hijo me agarró, empezamos a correr de forma desordenada y viendo cómo se caían las cosas de los balcones. Fueron momentos de desconcierto total, después fuimos a un descampado para sentirnos a salvo", reconoció el hombre. Una vez se recuperaron del susto y comunicaron a su familia que estaba bien, decidieron estirar las piernas. "Pero Katmandú era una ciudad fantasma, no había luz, restaurantes abiertos ni comida", contaba ayer.

La familia Muñoz Heredia esperaba ayer ansiosa la llegada de los dos Alfonsos. Mariví recordaba que lo que sienten por Nepal es pasión y amor. El amor de una madre, pues su hija -de 22 años- fue adoptada allí cuando sólo contaba con cinco años. Ayer, recordaban que se trata de una familia atípica pues, después de la adopción de Meena, han vuelto en numerosas ocasiones para que ella se reúna con su familia biológica y, ya de paso, para ayudar. Y es que la primera vez que Alfonso y Mariví pisaron el pueblo originario de la niña, Goljung, a los pies del Tíbet, y a sólo 100 kilómetros del epicentro del terremoto, se quedaron deslumbrados por la nobleza de este pueblo nepalí y de su entorno. Por eso, decidieron crear la ONG "Meena Ghale" -el nombre de su hija- para ayudar a las familias de esta pequeña aldea. Hoy, numerosos malagueños tienen apadrinados a algunos de sus niños para procurarles una educación o algo tan básico como calzado. Por eso, los miembros de esta ONG se lamentaban ayer de no tener noticias de nadie del pueblo. "No sé nada de ellos, pero tengo la sensación de que están bien", decía Meena, que espera que las montañas hayan protegido a los habitantes de Goljung, en Rasuwa, a dónde todos esperan volver lo antes posible para seguir con su labor altruista.

De hecho, su madre alentaba ayer a la sociedad a colaborar con Nepal. "Y a ellos habría que animarles a que piedra sobre piedra vuelvan a montarlo todo, creo en su reconstrucción", contaba la mujer, que en ningún momento vivió la incertidumbre que aún hoy sufren otros españoles, pues tuvieron noticias de ellos antes de saber que había habido un terremoto.

A pesar de que el susto fue mayúsculo, ambos estaban sosegados. Aunque la procesión va por dentro, el 23 de mayo quedará para siempre guardado en su memoria y, lo que vieron, en sus retinas. Ayer, por lo pronto, estaban deseando darse una ducha en casa y comer el soufflé que Mariví les había prometido. Namaste, Alfonso y Fonfi.