En el corazón del Pasaje de Chinitas se encuentra la que fuera una de las tiendas de telas más famosas de Málaga, Romero de la Cruz, propiedad de la familia de idéntico apellido que, a comienzos de los años 60, compró el edificio de mediados del XIX que en la década de 1880 albergó el famoso Café de Chinitas, recordado por Lorca en sus famosos versos y que más tarde pasaría a llamarse Salón Royal.

En este medio siglo largo, el comercio, cerrado hace unos tres años, ha convivido con el Café de Chinitas no sólo porque respetara sus apreciadas columnas, sino también porque los Romero de la Cruz recrearon en la primera planta el famoso café para sus reuniones y celebraciones familiares.

El iniciador del negocio fue Trinidad Romero de la Cruz, nacido hacia 1895, un malagueño hijo de un médico de Vélez que todavía es recordado en la capital de la Axarquía en la calle Romero Pozo, junto al Ayuntamiento.

«Mi abuelo Trinidad comenzó primero con los Gómez Mercado, en la calle Larios», cuenta su nieta Elena Ruiz Romero de la Cruz, que es profesora titular de Historia Económica de la UMA e hija de Lola Romero de la Cruz y el poeta, pintor y académico de San Telmo José Ruiz Sánchez.

El paso por el comercio textil de los Gómez Mercado, luego almacenes Gómez Raggio, le dio al joven Trinidad la formación necesaria para independizarse y abrir su propia tienda en la calle Nueva, aunque como destaca Elena Ruiz, a su abuelo le llegó a tentar la carrera de actor de cine en Hollywood y a punto estuvo de cruzar el charco: «Una tía que vivía en América se lo quería llevar pero falleció cuando estaba el viaje preparado».

De la primitiva tienda en calle Nueva la nieta recuerda que «era enorme, tenía una pequeña trastienda con una puertecita lateral con unos escalones de madera para poder entrar y sacar las telas. Había mucho movimiento porque entonces la venta de telas al por menor era una actividad bastante lucrativa».

Don Trinidad vivía con su familia en la calle Nueva. Estaba casado con Carmen López y eran padres de siete hijos: cuatro niñas y tres niños, aunque dos de ellos murieron con 3 y 18 años. Ángel, el hijo superviviente y tío de Elena, siguió la tradición de la época y heredó con el tiempo el negocio familiar.

Un negocio boyante que obligaba a Trinidad Romero de la Cruz a viajar con frecuencia a Barcelona para adquirir las últimas novedades en tejidos. «A mi madre y al resto de sus hijas les traía regalos muy especiales que no había en Málaga: bolsos y también tejidos de lujo. De hecho el velo de novia de mi madre se lo regaló mi abuelo porque se lo trajo de Barcelona», cuenta Elena. Su madre, por cierto, salió vestida de novia para casarse del palacio de Villalón, hoy sede del Museo Carmen Thyssen, donde la familia Romero de la Cruz vivió un tiempo.

En todo caso, las hijas Romero de la Cruz (Remi, Meli, Concha y Lola) conocieron a sus futuros maridos mientras vivían en la calle Nueva. «Las hijas, que eran muy bellas, se asomaban al balcón y allí los conocieron. Mi abuelo les decía que si subían a la casa ya de ahí no se salía», comenta Elena con una sonrisa.

Con el arranque de la década de los 60, don Trinidad se fijó en el recién renovado pasaje de Chinitas y compró el edificio del histórico café, al principio para emplearlo como almacén pero al poco tiempo trasladó definitivamente la tienda Romero de la Cruz y dejó la calle Nueva. La marquesina de la tienda del pasaje de Chinitas es la original de hace medio siglo.

«A la tienda iba a diario. Junto con los Tejidos Marfil eran las dos puntas de referencia de los tejidos en Málaga durante muchísimo tiempo. Tenía una atención muy cuidada al cliente y asesoraban a muchísimas modistas de Málaga que venían a comprar los tejidos», señala Elena Ruiz. En la primera planta también tenía su padre su despacho, pues aunque era licenciado en Ciencias Químicas, su hija señala que «por amor a mi madre no se fue a un trabajo que le ofrecieron en las minas de Riotinto y también en la Universidad de Granada, donde había estudiado».

Ángel Romero de la Cruz, la siguiente generación, Geli para la familia, fue quien recreó en el edificio el espíritu del Café de Chinitas para uso familiar, un lugar de encuentro con parientes y amigos en el que no faltaban recuerdos, cuadros y acuarelas de José Ruiz Sánchez, abanicos antiguos y mantones de Julia, la mujer de Ángel.

«Allí se celebró la comunión de mi hija, mis bodas de plata y luego en la Feria de Málaga el ambiente que se generaba de cante, baile y nuestras tradiciones era extraordinariamente bello. Las puntas de referencia eran Romero de la Cruz y Pérez-Cea», destaca la profesora de la UMA de la Feria del Centro de los años 80.

Trinidad Romero de la Cruz estuvo en la tienda hasta el final de su vida -murió en 1979, con 85 años-. Si tenía algo característico el fundador de esta saga familiar era su elegancia «a la antigua usanza», con un armario «indescriptible con cientos de camisas, zapatos y perfumes». Su hijo Ángel continuó con el negocio hasta su muerte y luego fue Julia, la viuda, quien siguió con Romero de la Cruz hasta hace tres años, cuando cerró definitivamente. Fue un negocio frecuentado por varias generaciones de malagueños, tan cargado de historia como su ilustre predecesor, el inolvidable Café de Chinitas.