Utilizando el argumento de la dualidad del mercado de trabajo, se han llevado a cabo reformas laborales, que han provocado, la precarización, desregulación, y empobrecimiento del trabajo. El número de contratos en nuestra provincia es, en 2015 similar a los existentes en 2007, año de indudable bonanza económica. Sin embargo, las radiografías de las condiciones laborales de los contratos de ambos años es antagónica. La contratación indefinida, que ya antes de la crisis era bastante escasa, ha sido la primera gran damnificada por las reformas laborales de 2010 y, sobre todo, de 2012. De todos los contratos realizados en Málaga, desde la implantación de dichas reformas, más del 94% son temporales. Las citadas normas laborales nos prometían reducir la temporalidad haciendo crecer la contratación indefinida. Es evidente que, si era realmente la pretensión, su fracaso es llamativo. El objetivo de reducir la dualidad en el mercado se ha traducido en que casi todos sean temporales. La duración media de los contratos es de un mes y medio. Se ha producido un aumento desproporcionado de la contratación a tiempo parcial, especialmente en contratación de mujeres, lo que conduce a aumentar la discriminación femenina y posibilitar bolsas importantes de fraude.

Los jóvenes han sido especialmente dañados, tanto cuantitativamente, disminuyendo sensiblemente el número de contratos, como cualitativamente derivado de la temporalidad, la parcialidad, y la importante reducción salarial por del uso abusivo de los contratos para la formación, fomentados por la reducción de costes para la empresa, (atentando contra nuestro sistema de pensiones) y no la mejora de la capacitación del trabajador.

Las economías financieras, tras los años de crisis, han conseguido obtener mejores resultados económicos y el aumento de sus dividendos. Los ricos son más ricos. Mientras, nuestras pymes, generadoras de empleo y quienes representan nuestras señas de identidad, se ven agredidas por los grandes capitales.

Al mismo tiempo el mercado de trabajo, los salarios, las condiciones de los trabajadores, cualificados, sin cualificación, jóvenes, mayores, … no dejan de mermar en una espiral que día a día favorece, incluso el incumplimiento de las normas más básicas del Estatuto de los Trabajadores.

El miedo de los trabajadores a reclamar los derechos vulnerados de forma sistemática por la parte empresarial y la amenaza de formar parte de la larga lista de parados, en muchos casos, sin prestación alguna, favorecen la explotación y hace que la pobreza se esté instalando, no sólo en los desempleados, sino también entre los trabajadores en activo.

Resulta demoledor, escuchar situaciones de trabajadores despedidos en sus últimos años de vida laboral, con riesgo para su pensión de jubilación, y las de los jóvenes que toman el relevo con salarios de media jornada, en el mejor de los casos, trabajando diez y doce horas diarias; firmando nóminas ficticias y cobrando por día trabajado (si enfermas no cobras); teniendo que poner a disposición de una multinacional o de la subcontrata de la subcontrata de la multinacional, su tiempo, sus desplazamientos, sus dietas, su material, a cambio de un contrato mercantil o laboral ficticios.

Si no somos capaces de cambiar el rumbo tomado por nuestros gobiernos estaremos hipotecando nuestras pensiones y con ello nuestra vejez, el futuro y bienestar de nuestros hijos y nietos, por tanto su dignidad y sus derechos más básicos como ciudadanos. La mejora económica no es real si crea desigualdades. El objeto de la economía es fomentar el bienestar de las personas. La dignidad está por encima de los intereses económicos y financieros. Hemos de reconquistar nuestro presente y futuro.

*Antonio Herrera es secretario general de CCOO en Málaga