Más de 13 años lleva el restaurante Amador deleitando a todos sus clientes con el sabor auténtico de quien sabe hacer bien las cosas. Un lugar en el que cada plato se trabaja con sus propios tiempos y se ha convertido en la seña de identidad del reconocido chef Amador Fernández.

Ubicado en un entorno que hace presagiar una velada única, este establecimiento ofrece el sabor de siempre combinado con toques vanguardistas. La clave de este restaurante, situado en la urbanización El Atabal dentro del hotel Villa Guadalupe, reside en la calidad de los productos que cocinan al vacío y baja temperatura. Complicadas y largas elaboraciones que conllevan un arduo trabajo pero que resultan fáciles de asimilar para el comensal.

Alguna de sus propuestas con mayor éxito entre los que acuden a almorzar o cenar es la costilla black angus con denominación de origen de Nebraska y que conlleva una elaboración de 72 horas.

El pescado fresco como la corvina o la lubina también están presentes en su carta, unas propuestas que varían según los productos de temporada. El verano invita a degustar el ajoblanco con tartar de vieira con hueva de trucha y sorbete casero de mango o la porra antequerana con sandía y queso de cabra que elaboran entre los fogones.

Con una fuerte demanda entre el público extranjero que visita el hotel y una carrera ya consolidada para preparar eventos de toda índole, el restaurante Amador vive una nueva etapa desde hace dos años. El alma mater de este establecimiento y su mujer, Amador Fernández y Candy, se embarcaron en un nuevo proyecto personal en el extranjero y el restaurante se enfrentaba a un nuevo desafío. Con Alexander Fernández al frente de la gerencia del hotel y Antonio Carrasco como jefe de sala del restaurante asumieron el reto para el cual contaron con el cocinero Pablo Vega, una de las promesas actuales de la cocina que al estilo que caracteriza al restaurante Amador le ha añadido su toque personal cargado de innovación y diversas texturas. Su marca personal se puede degustar en platos como rodaballo con falso cuscus de coliflor y setas. Todo ello acompañado de una salsa de vino tinto.

Con unas vistas únicas a toda la ciudad de Málaga comer en el restaurante Amador siempre ofrece la posibilidad de probar nuevos platos. Y es que una de las señas del lugar es rotar platos cada diez o quince días; una forma de ofrecer sabores y matices diferentes en cada visita. El arroz meloso con bogavante se convierte al día siguiente en un arroz negro acompañado de carabineros. Y todo ello con la posibilidad de acompañador con alguno de los selectos vinos que tienen en su carta.

Esa es otro de los aspectos que han perfeccionado en su nueva andadura. El amplio abanico de variedades que se abría ante los ojos del cliente con anterioridad ha dado paso a una selecta carta en la que predominan los monovarietales.

Guarda hueco para el postre que el restaurante Amador cuenta con una repostera que ofrece diferentes opciones, todas ellas elaboradas de manera artesanal. El mousse de queso mascarpone con tofe, milla de cacao, plátano y helado casero de canela es una opción que nunca falla.

Eventos

Cenas de trabajo, bautizos, bodas de plata o cualquier tipo de celebración. El restaurante Amador cuenta con un salón para 120 personas que se presta para celebrar cualquier tipo de evento en el que se puede personalizar el menú y crear a gusto de los invitados.

Además también organizan encuentros en los que combinan la gastronomía con otros ámbitos como la poesía; una forma de entrelazar diversos platos con los versos. El showcooking con la colaboración de otros cocineros reconocidos de la ciudad también es otra de las propuestas que ha tenido buena aceptación entre el público. Cuando comience el ritmo habitual de la rutina tras el verano se centrarán en el calendario de eventos. Un lugar pensado para el disfrute de un buen almuerzo o cena o para saborear una ocasión especial.