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Picasso, un año más y van 135

A dos días del aniversario del nacimiento de Pablo Ruiz Picasso, rescato un número monográfico de la revista Málaga de 1971, en vida del pintor, con uno de los trabajos más detallados y recordados sobre la infancia de Picasso.

Picasso, un año más y van 135

Cada 25 de octubre se rinde homenaje o se recuerda al malagueño más famoso de la larga historia de la ciudad: Pablo Ruiz Picasso, o Picasso a secas porque huelgan el nombre y primer apellido.

Leí una vez que de Picasso se han escrito más artículos y libros que de cualquier otro personaje; no sé si es exagerado o responde a la verdad. Pero desde luego deben ser cientos de miles de artículos y referencias las que han aparecido€ sin calcular las que se publicarán en lo sucesivo.

Supongo que en la casa natal de Picasso en Málaga, en los varios museos dedicados al pintor malagueño en distintas ciudades, en la Biblioteca Nacional y en cientos de centros culturales del mundo, se conservarán valiosos documentos que analizan su obra, biografías, anecdotarios, su vida amorosa, esposas e hijos, reproducciones de todos sus cuadros y dibujos, sus notas del colegio, los apuntes en libretas€ y todo lo que rodea su figura y su obra.

Hace años, en 1971 concretamente, la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Málaga, que a la sazón desempeñaba como teniente de alcalde don Rafael León Portillo, dedicó el número 13 del Boletín de Información Municipal Málaga a Picasso. En la portada, que ilustra este capítulo de las Memorias de Málaga, aparece el pintor vestido de forma un tanto estrafalaria. El autor del principal artículo de la publicación describió así la extraña indumentaria del personaje:

«Picasso viste un pantalón blanco y negro, a cuadros escoceses; una camisa rosa fuerte, con los faldones por fuera; una arbitraria chaquetilla de luces o de mandarín chino, ¡vaya usted a saber!, y un pañuelo de seda, dorado, con orla y amplio cruce al cuello. Se toca con una montera de torero negra, y calza mocasines claros».

El autor del delicioso trabajo (nada menos que doce páginas) fue Francisco Gallardo Sánchez, periodista malagueño, que tras iniciarse en la profesión en su Málaga natal redactando crónicas de partidos de fútbol de la Primera Regional, se trasladó a Madrid, ingresando en la redacción que el diario barcelonés La Vanguardia tenía en la capital de España. Yo lo conocí a través de su hermano Antonio, periodista también, que dirigió La Tarde en Málaga y posteriormente Odiel, en Huelva. Obviando su carrera periodística en el diario catalán, Gallardo escribió una novela que creo que no se llegó a editar en la que contaba con gracejo malagueño el abigarrado mundo del fútbol.

En este mismo número de la revista Málaga se incluyeron poesías de Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego y Jorge Guillén; fotocopia de la partida de nacimiento del pintor; un dibujo del obelisco de la plaza de la Merced realizado por Valero del Valle; fotografías de la casa natal; reproducción de la placa instalada a la puerta de la casa en 1961; fotocopia de un fragmento autógrafo de un poema de Picasso y parte de Trozo de piel, un texto literario del propio Picasso.

Un trabajo excepcional

El trabajo biográfico-periodístico realizado por Francisco Gallardo, titulado Picasso, niño de Málaga, sin desmerecer ninguno de los muchos dedicados a Picasso, creo que es uno de los más completos y representativos del malagueño universal.

De las doce páginas del trabajo voy a seleccionar algunos párrafos que hoy, ciento treinta y cinco años después de su nacimiento, merecen ser recordados.

El autor empieza describiendo la Málaga de la época en que nació Picasso: «Vino a este luminoso mundo de la pintura el 25 de octubre del año 1881, que se convirtió así en uno de los más hermosos capicúas de la Historia»; poco antes se «inauguró una fuente de hierro, traída de Italia, cuya construcción nunca pagó el Ayuntamiento», refiriéndose al «Laguarmeina» (Guadalmedina) «con un cauce que se mandaba regar como atenuante de su polvareda».

Centrándose en la plaza de la Merced y sus aledaños, Picasso recordaba que «todo el mundo, en el barrio, no comía más que sopa de almejas; y las cáscaras, cientos, miles, millones de conchas, estaban en la falda del monte, después de haber sido chupadas hasta el alma».

Si los periodistas, de haber podido prever el porvenir del niño nacido aquél 26 de octubre, hubieran escrito «Ayer nació un genio», «el obispo de la diócesis hubiera tenido que pedir a los párrocos que repicaran las campanas de todas las parroquias, las campanas más gordas», «los obreros se hubieran declarado en huelga de pintura caída».

La madre comentaría, recuerda Gallardo, lo que le dijo una gitana del Mundo Nuevo: «Ay, Ozú, zeñora, qué ohoo tié e churumbel».

«La cabra, otro animal picassiano, no puede ser más malagueña. Me figuro a Pablo, niño, bajando a ver cómo ordeñaban las cabras, junto al portal de su casa, porque entonces, los cabreros iban con sus piaras hasta los portales de las casas y ordeñaban a las cabras en un cacharro al que aún se conoce como la medía»

Recuerda que Picasso nunca dejó de ser malagueño, y en su forma de expresarse y sus manías, dejaba huella de sus orígenes: no le gustaba que se hablara de muertos, y a guisa de pésame, a un amigo cuyo padre había fallecido, le largó: «Así, pues, tu padre también se ha ido a hacer puñetas».

Su malagueñismo

A veces se ha puesto en duda el malagueñismo de Picasso, que abandonó su ciudad natal por razones familiares -su padre fue destinado a La Coruña-, después se instaló en Barcelona y finalmente se trasladó a Francia, donde falleció. Pese a su corta estancia en Málaga, las palabras y costumbres malagueñas estaban muy arraigadas. Su primo Manuel Blasco Alarcón, que empezó a pintar cuando había sobrepasado los sesenta años, me contó que fue a verlo. Dos anécdotas de su visita.

Blasco se presentó en la villa de Picasso sin avisar. A la persona que le atendió a la entrada le manifestó que quería ver al maestro. Que era su primo Manolo. Naturalmente, el cancerbero que protegía la intimidad del pintor, le dijo que no recibía a nadie. Manolo Blasco, que se enfadaba fácilmente cuando no conseguía sus propósitos, le dijo: «Dígale que soy su primo Manolo, de Málaga, y que me hospedo€», aquí el nombre del hotel.

Cuando Manolo Blasco llegó al hotel, en recepción le informaron que acababan de recibir una llamada con el siguiente mensaje: «El maestro le espera a las cinco de la tarde».

Manolo Blasco acudió de nuevo a la residencia del maestro que lo recibió como se acostumbra entre miembros de una misma familia.

El reencuentro se prolongó por espacio de más de dos horas, tiempo dedicado a hablar de Málaga y evocar sus primeros años. Entre los dos parientes se intercambiaron historias y anécdotas, chismes familiares y costumbres€ hasta la añoranza de las comidas caseras. Me contó Manolo Blasco (y que después lo recogió en su libro La Málaga a comienzos de siglo) que a petición del propio Picasso, le facilitó a Jacqueline, la entonces esposa del pintor, la receta para preparar el zoque o gazpacho, un plato tan malagueño como inmortal. Y cuando Blasco le iba enumerando los productos para su elaboración, al llegar a punto de «todo se echa en la turmix», el pintor interrumpiéndole, gritó: «En la turmix, no; en el almirez, en el machacadero, como se hacía en mi casa».

Trozo de piel

Gallardo, en su espléndido trabajo, recoge palabras y alusiones que Picasso usó en su obra Trozo de piel; solo un malagueño de nacimiento y sentimiento las utilizaría en el lenguaje corriente y escrito: «Las migas puestas a remojar», «ombligo de almirez ronco», «frito en sartén», «emborrizadas en harina», «racimos de boquerones», «un botijo», «un velón»€ y «zandeces», «resaban», «zapos»€

No sé si se conservan muchos ejemplares del número 13 de la revista Málaga (cuarto trimestre de 1971).

Incluso ignoro si en los fondos de la Casa Natal de Picasso existe algún ejemplar. El que poseo me ha servido para conmemorar el 135 aniversario del nacimiento de Picasso, para honrar a un periodista malagueño casi ignorado y para cumplir con el compromiso no escrito ni firmado de colaborar casi todos los domingos con este periódico que vela por Málaga y su historia.

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