­No se creen ni una palabra y no están dispuestos a dejar morir su movilización porque se empiece a insinuar la posiblidad de un pacto de Estado. Los alumnos españoles, convocados una vez más por el Sindicato de Estudiantes, protagonizarán mañana una nueva ofensiva contra el Gobierno de Mariano Rajoy y sus políticas educativas. No a la Lomce, que no se va a derogar, según ha reconocido el propio ministro del ramo, Íñigo Méndez de Vigo, y no a las reválidas, un sistema de evaluación que consideran de otro tiempo.

Será la segunda huelga del curso, después de la celebrada el pasado día 26 de octubre, que dejó las aulas prácticamente vacías. La comunidad educativa ha salido a la calle en numerosas ocasiones para mostrar su rechazo a una ley que ya nació sin su beneplácito. Y en esta ocasión, el Sindicato de Estudiantes (SE) suma apoyos: los de Podemos y los de CCOO. Ayer, en una convocatoria de prensa conjunta a las puertas del Congreso de los Diputados, la secretaria general del SE, Ana García, respondió a la que considera una «campaña de mentiras y de intoxicación del Ministerio de Educación». «Claro que hay posibilidades de echar abajo la Lomce, pero sólo lo vamos a conseguir luchando en la calle» de manera «sistemática», enfatizó, recordando la última gran huelga.

En la provincia de Málaga, el seguimiento al paro en octubre fue mayoritario en Secundaria y no tan amplio en Primaria. Según los datos aportados por la Delegación Territorial de Educación, en las clases de Secundaria obligatoria (3º y 4º), Bachillerato y Formación Profesional (básica y ciclos) la huelga fue seguida por el 76,17% de los convocados, si bien Málaga fue la provincia andaluza con el porcentaje más bajo -el más alto lo tuvo Almería, con un 90,78%-.

A nivel nacional, fueron miles los estudiantes, padres y profesores que se echaron a la calle para mostrar su rechazo en todas las grandes capitales.

El Gobierno asegura que va a cambiar las evaluaciones finales, pero para los convocantes de la huelga de mañana «todavía no hay nada encima de la mesa. Mucha palabrería y pocos hechos», sostienen.