Mariano Ruiz toma nota de los hospitales que le gustaría conocer en su visita a Madrid. En estos días, el joven malagueño vive en una nube. Tras meses de duro esfuerzo y constancia, ha conseguido la tercera nota más alta en el último examen del MIR del pasado mes de enero. Su nombre sobresale entre los más de 13.400 opositores que se presentaron para obtener una de las 6.328 plazas de Médico Interno Residente a comienzos de año.

Los meses previos a esta prueba han sido, en palabras del joven, «una de las experiencias más sacrificadas» de toda su formación. Desde el pasado mes de junio, el aspirante dedicaba entre ocho y diez horas al día a estudiar: «Decidí que lo mejor era salir de casa, me independicé, me aislé en un piso en Huelin con un par de compañeros más. Es vital crear un ambiente de estudio propenso que te ayude a mantenerte constante día tras día».

Los fines de semana, lejos de descansar, acudía a una academia en la que ampliaba su formación, marcaba sus objetivos y se sometía a simulacros de examen que lo preparaban psicológicamente para afrontar la prueba final: «No desconectas, cuesta mucho trabajo evadirte de algo a lo que dedicas tantas horas», explica Ruiz. El deporte se ha convertido en su válvula de escape: «Me ayudaba a ejercitar cuerpo y mente y me permitía renovar energías». Unido a esto, se inició en otra de sus pasiones, la fotografía: «Aprovechaba los días que tenía libre para salir con la bicicleta por el centro y mejorar mi técnica».

Pese a que logró controlar con rapidez la rutina diaria, reconoce que hay días en los que las fuerzas le fallaban: «En el mes de noviembre, pasado el ecuador del tramo, tuve unos días en los que me sentí bloqueado porque acumulaba horas de estudio pero no sentía la presión suficiente dado que el examen aún estaba lejos», admite. Para contrarrestar los efectos del cansancio, disminuyó el ritmo de estudio y equilibró mejor el tiempo libre restante.

Llegado el día del examen, aprendió a mantener a raya el nerviosismo: «Intenté no contagiarme de lo que comentaban el resto de compañeros. Me concentré en consolidar lo que ya sabía y admitir que no tenía tiempo de más. Es una carrera de fondo». Las horas antes de la prueba las pasó con su familia en Granada, ciudad en la que se examinó. Con más de 30 folios de examen y un límite de cinco horas de tiempo, el malagueño se enfrentó con soltura al ejercicio: «En un principio tuve la sensación de que tendría tiempo, aunque la dificultad de las preguntas hizo que me retrasase más».

Todo el esfuerzo se vio recompensado al comprobar que su nota entraba directa al ranking de las más altas a nivel nacional. Tercero por nota en el examen y séptimo absoluto contando con la nota de su expediente: «La verdad es que no esperaba estar en un puesto tan alto, la competencia era muy grande».

Con respecto a su futuro, Mariano Ruiz tiene decidida su especialidad: «Me encanta la neurología. El cerebro es el órgano más bonito del cuerpo». Pese a que en su familia no hay tradición por la medicina, el malagueño admite que a lo largo de su etapa universitaria ha logrado enamorarse aún más de la profesión. Y ahora, en una etapa en la que el sistema sanitario está siempre en el punto de mira, el malagueño cree que el capital humano es fundamental: «La labor que realizan los profesionales suple en muchas ocasiones las carencias de recursos a todos los niveles». Por delante le esperan cinco años de continua formación, esta vez desde dentro, en los que promete dar lo mejor de sí mismo. Su andadura no ha podido empezar con mejor pie.