Medir el acierto o el fracaso de una iniciativa gubernamental suele basarse en varios denominadores comunes, a saber: número de usuarios en un determinado periodo de tiempo, encuestas de satisfacción o repercusión mediática, por citar algunos. ¿Cómo cifrar, entonces, el éxito de la apertura de un espacio natural abierto 24 horas al día, sin vigilancia y gratuito? Cuando se cumple un mes de su apertura parcial al público, La Opinión se pasea por el Campamento Benítez para comprobar in situ el uso que de él están haciendo los malagueños.

La visita se produce este pasado sábado, 19 de agosto y festivo, entre la una y las dos de la tarde. Y la primera, en la frente: acumulados junto a los apenas cuatro coches (sin contar el nuestro) que se encuentran estacionados en el aparcamiento del Benítez, restos de comida rápida, botellas, latas de refresco y cerveza, en la pequeña zona con sombra de un parking con 200 plazas. De las 20 papeleras colocadas por todo el parque, no hay ninguna en un estacionamiento que se intuye zona de asueto y punto de paso al cercano centro comercial para jóvenes y parejas. Justo al lado de la entrada se encuentran las mesas y bancos bajo un acogedor pinar que refresca el ambiente y, en una de ellas, un matrimonio con dos hijos, a quienes preguntamos su opinión. La sensación, agridulce: «Esperábamos más prestaciones, y el sendero está algo descuidado», reconocen. Amantes de la naturaleza, sí afirman que la cercanía del parque comercial desde el que asoma poderoso el logotipo de Ikea, y de las carreteras MA-20 y Nacional 340, no le restan encanto natural al Benítez, del que destacan su tamaño. «Hemos estado mirando en el móvil que parece que el lago y las mejoras pendientes no se van a hacer, ¿es cierto?», nos preguntan. Las aperturas provisionales es lo que tienen, que corren el riesgo de convertirse en permanentes.

Continuamos el paseo por un Benítez desierto en un día no excesivamente caluroso y, para la enorme extensión que tiene es de justicia afirmar que hay poca basura por el suelo. Alguna botella, lata de refresco, sobre de ketchup y el inevitable paquete de tabaco del amante de la naturaleza que consideró demasiado peso un plástico arrugado para tener que transportarlo hasta alguna de las 20 papeleras que se reparten junto al sendero y que, ya en el día de la reapertura, parecían pocas visto el nivel de limpieza de otros puntos de Málaga. Nos cruzamos con otros visitantes del parque al que no hace falta preguntarles por su opinión. Corretean junto a ellos sus mascotas, libres y sin ataduras cuando un cartel a la entrada indica que está prohibida la presencia de animales sueltos.

La banda sonora la ponen las cigarras, que atemperan algo el tráfico rodado cercano y que solo silencia, cada tres minutos, el despegue de los aviones del aeropuerto de Málaga. Para los amantes de la aeronáutica, eso sí, el parque es un lugar ideal para observar la rutina diaria del aeródromo.

Ante la escasa afluencia de público, camino al coche, tiramos de móvil, que tiene respuestas para todo, para comprobar que son pocos quienes han registrado su visita al parque forestal en Twitter e Instagram, donde la etiqueta #CampamentoBenítez apenas cuenta con cinco publicaciones desde que fuese reabierto al público, el 21 de julio. De momento, el Benítez tiene poco tirón.