Sin una de sus torres. Sin sacristía. Hasta sin tejado... En el XVIII se pararon las obras de la Catedral de Málaga, un edificio que fue haciéndose a lo largo de los siglos, dejándolo tal y como lo han conocido las últimas generaciones de malagueños, hasta el punto de aplicar la sinécdoque de forma cariñosa y llegar a nombrar el todo por la parte. En este caso por la parte que le falta: La Manquita. Otros muchos ciudadanos, sin embargo, no sienten ningún apego por el apodo y sostienen que, tal cual, el monumento es un símbolo de lo inacabado, de desidia e indolencia. El debate está encima de la mesa desde hace muchísimos años. Pero más allá a acabar o no la Catedral, como está en los planos de Antonio Ramos de hace más de 200 años, urgen soluciones a sus múltiples carencias.

¿Qué hacer con el primer templo y principal monumento de Málaga? La Catedral es un edificio vivo, contemporáneo, con uso. No es un monumento petrificado, estático y sin función. El Obispado presentaba el pasado mes de diciembre en la Junta de Andalucía, tras más de seis años de elaboración, un plan director, con algunas propuestas muy polémicas, que quiere ser una hoja de ruta que sirva para subsanar las deficiencias y solventar los problemas que presenta el templo, pero que también aspira a una Catedral acabada en el largo plazo.

La diócesis ha optado por mantener un silencio sepulcral en torno a la Catedral, precisamente cuando más personas vuelven a hablar de ella. El arquitecto y uno de los autores del plan director, Juan Manuel Sánchez de la Chica, tampoco puede aportar más información de la que ya se conoce. En su día, en una entrevista con La Opinión de Málaga, además de considerar injusto que la Catedral fuera conocida por estar inacabada, «ya que es un defecto», dijo, admitía que los principales problemas del templo se deben a que no está terminado.

Lo más evidente son las goteras. Y con ellas, los desprendimientos. Estos históricos problemas, lejos de resolverse, se agravan. Las cubiertas se agrietan y las actuaciones llevadas a cabo para tratar de acabar con las filtraciones se han mostrado ineficaces. Ni siquiera el último proyecto, que dotó a la Catedral de lo que algunos denominaban segunda piel, en el que se invirtieron más de 1,6 millones de euros, ha sido de la utilidad que los técnicos presuponían. «¿Vamos a seguir empecinados en buscar soluciones geniales? No parece», señala Antonio Garrido Moraga, parlamentario andaluz por el PP y académico de San Telmo. «Se trata de ser prácticos y operativos y la solución hoy por hoy más económica y más eficaz es el tejado a dos aguas», añade. Como ya proyectó Ventura Rodríguez en el siglo XVIII y asumió Ramos.

A lo largo del tiempo se han realizado muchas intervenciones que al final han sido todas infructuosas. La última, la de la segunda piel, fue muy conservadora desde un punto de vista visual, porque mantenía las bóvedas a la vista, pero muy arriesgada desde un punto de vista técnico. El problema de la Catedral de Málaga es que sus bóvedas están encajonadas entre muros, por lo que se trataría de una solución que no respondería a a la a la naturaleza del edificio, apuntaba en su día Sánchez de la Chica.

Y sigue entrando agua. Y hay que poner cubos en las naves cuando llueve. «Es una mala imagen que se le da a los visitantes, chusca y casi cómica de una gotera», reconoce Francisco Sarabia, decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Málaga, que considera que es urgente que se reparen los «defectos constructivos» de la fábrica y que provocan estas filtraciones. «Lo más fácil es impedir que llegue el agua a la fisura. Hasta ahora ha quedado demostrado que los problemas siguen ahí. La cubierta a dos aguas sería una solución inmediata y es la que se aplica a todos los edificios y parece razonable que poner un elemento que expulse el agua hacia afuera es mejor que no recibirla y conducirla por dentro hasta que salga», considera Sarabia.

Las posiciones están claras. Y en el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico de la Junta (IAPH), organismo asesor de la Consejería de Cultura, tampoco descartan un tejado para la Catedral, aunque con objeciones. Román Fernández-Baca, malagueño y director del IAPH, considera que «no existe la certeza de que esas goteras estén provocadas en fallos en la sobrecubierta». «Como ya dijo el arquitecto Juan Jiménez Mata, está ejecutada con una lámia hipermeabilizante y sobre ella lámina de plomo. Debería estar funcionando», señala.

Ante esta tesitura, lo que propone el IAPH es «comprobar el problema». «Es un tema de metodología, porque a priori no estamos ni a favor ni en contra de la cubierta del siglo XVIII pero sí que estamos a favor de comprobar antes las causas y la alteración que se está produciendo», resume Fernández-Baca. Y así lo pidió en una comunicación enviada al Obispado el pasado mes de julio: un estudio integral sobre el problema del agua y de las filtraciones en la Catedral antes de decidir si se opta por la solución que defiende el Obispado de Málaga de un tejado a dos aguas.

El director del IAPH sí que hace una clara diferenciación entre el necesario mantenimiento del inmueble y su posible finalización. «La conservación es prioritaria, y en este sentido hemos detectado algunas cuestiones no solo relacionadas con las cubiertas, también con las fachadas e incluso en las portadas y toda la superficie lapídea, donde evidentemente se han hecho algunas tareas», señala Fernández-Baca, que considera deseable llevar a cabo una acción programada de conservación, con un cronograma que responda a estas necesidades. «Al fin y al cabo, la Catedral lleva siglos inacabada y en el mundo hay muchos edificios inacabados, que son igualmente patrimonio», añade, aunque termina reconociendo que «nosotros no nos cerramos a ninguna opción, pero lo que sí hay es que preservar es la autenticidad del edificio».

Para Antonio Garrido, que la Catedral esté a medias es sinónimo de «apatía». «No podemos tener un símbolo inacabado. No es consecuencia de un accidente, no es un rayo que le cayera a la torre y la derribara, es consecuencia de desidia, de falta de vigor ciudadano, de falta de empuje y esto no tiene nada que ver con la religión. Tiene que ver con el arte. El acabarla no es una cuestión de fe», resume el parlamentario andaluz, que pone como ejemplo otras catedrales que han tardado siglos en realizarse, como las de Colonia, Milán o Florencia.

Por su parte, los arquitectos malagueños aseguran que, llegado el momento, apoyarían la decisión del Obispado de terminar el templo, si bien Sarabia sostiene que «la Catedral tiene suficiente personalidad tal como está».Valores intangibles

«Hay otras cuestiones que nos preocupan en algunas propuestas planteadas y ya las dijimos en la correspondiente reunión y que tiene que ver con los valores intangibles e inmateriales», señala Román Fernández-Baca, entre las que incluye la modificación del coro por su interferencia en el culto. «La funcionalidad de un determinado uso no puede alterar valores esenciales del patrimonio», dice de forma contundente. «No nos parece serio ese planteamiento», añade el director del IAPH.

En la misma línea se manifiesta respecto a la posibilidad de suprimir el baldaquino del presbiterio; o a la sustitución de uno de los órganos para que el nuevo acoja partituras contemporáneas;o la eliminación o traslado de elementos muebles consolidados; o la inserción de ascensores en pos de nuevas posibilidades o recorridos «buscando una turistificación intensiva y que tendría que ser estudiada en el marco de un plan de uso público de la Catedral».

Garrido, por su parte, también se muestra en contra de suprimir el coro, en su mayor parte de Pedro de Mena, toda una joya del barroco. «El coro representaba al mundo y había un camino, la vía sacra, el pasillo que llega al altar mayor, que era el cielo donde se celebraba el sacrificio de la misa. Tenía un valor simbólico que hoy ha perdido, pero si se quita de donde está, pierde el sentido de proporción y perspectiva. Está diseñado para ese sitio, no para otro», dice el académico, que recuerda cómo «se han hecho barbaridades arquitectónicas» en Santo Domingo, o en la concatedral de Jerez, «con unos resultados nefastos». Fernández-Baca también pone como ejemplo la Catedral de Tuy.