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Los peligros del potencial hostelero de la ciudad

El 90% de los bares y restaurantes de la ciudad dan un servicio inmejorable al cliente, pero también hay algunos negocios que buscan «clavar» al turista, lo que al final repercute en la imagen de la capital

¡A la caza del guiri! Así lo llaman ahora. Málaga ha crecido tanto en los últimos años en lo turístico que, a veces, asusta tanta responsabilidad, porque estar a la altura de lo logrado es difícil. Desde la peatonalización de la calle Larios y la apertura posterior del Museo Picasso, la ciudad no ha dejado de dotarse de nuevos espacios expositivos, culturales y de ocio. Eso hace que recibamos cada año a decenas de miles de visitantes que, incluso en invierno, quieren disfrutar de la Ciudad del Paraíso. De ahí la iluminación de Navidad, para incentivar las compras y el consumo hostelero. Y ahí es donde me quiero detener: hace años que los restaurantes y bares de calidad han tomado el Centro, con lo que la oferta para comer y cenar en el corazón de la urbe es tan rica y variada que parece difícil ponerle peros. En el 90% de los casos, estos empresarios tratan de dar calidad al precio que merecen ganar, el servicio es bueno y el trato, agradable. Ellos, los hosteleros, son parte esencial del alma de Málaga, por eso harían bien en no dejar que sus filas sean engrosadas por piratas de la hostelería. Son ya varios los conocidos que me han comentado estos días cosas parecidas a esto: «Pedimos una ración de patatas bravas y creímos que era una tapa, nos cobraron diez euros por eso»; o: «Estuve en un restaurante hecho, expresamente, para ‘clavar’ a los turistas, por dos cañas y dos tapas nos cobraron una barbaridad».

Sabemos que abusar de quienes vienen de fuera no es el mejor negocio. De hecho, es la forma más rápida y directa para acabar siguiendo la estela de algún pueblo costero que hizo lo propio y ahora sólo vive del recuerdo de los años dorados del desarrollismo. Esto te lo dicen los propios hosteleros, los empresarios solventes y serios, los que se juegan su dinero y quieren dar un servicio digno y profesional, dejar contentos a sus comensales y fidelizar a su público. Huyen de esas cadenas que buscan dar el pelotazo, estar un año o dos en un local y, después, si te he visto no me acuerdo. Eso, que ocurre en un ínfimo porcentaje de casos, no sólo da mala imagen al sector, sino que también afecta a la proyección nacional e internacional de la urbe.

Personal de sala

En algunos foros hosteleros se ha dicho recientemente que el nuevo reto de la hostelería malagueña es la formación de su personal de sala y en eso andan las maltratadas escuelas de hostelería de la Costa del Sol. Un alto responsable turístico insistía, en uno de esos eventos, en la necesidad de que los propios camareros y trabajadores de sala sean conscientes de la importancia de su trabajo como agentes de promoción turística. En eso se está. O se debería estar.

La capital sigue atrayendo cada vez más turistas gracias a la apuesta por un modelo de turismo cultural de calidad, complementado con una amplia oferta de ocio, gastronomía y compras, así como por el segmento de congresos, pero ahora debe corregir sus desequilibrios, y pensar, por supuesto sin pararse, en el lugar al que se dirige. Morir de éxito no puede ser un fin.

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