Después de 40 años dedicado a la urología en el Hospital Regional y una vez jubilado, Blas López está inmerso en una nueva aventura desde hace tres años que poco tiene que ver con la que ha sido su carrera profesional pero a la que le dedica con ahínco entre 12 y 16 horas diarias: las intolerancias alimentarias. «Me cuentan esto hace cuatro años y no me lo creo», explica.

Su idea sobre cómo iba a disfrutar de su jubilación cambió de manera radical tras un problema de salud que sufrió su hija. La mayor de cinco hijos, entonces rondaba los 37 años, perdió 20,5 kilos en solo cuatro meses. Un cambio significativo al que acompañaron síntomas digestivos y extradigestivos. «Mi hija un día me dijo que le tenía que ayudar, que se iba a morir», recuerda. Así fue como este padre comenzó a indagar por internet sobre posibles problemas digestivos y un mundo hasta entonces desconocido para él. «Comencé en una página de Facebook, donde llegué a una chica con la enfermedad de Crohn. Ella y todos los que conocí en aquel momento me ayudaron mucho en esa primera etapa», recuerda. Pero detrás de esos primeros contactos hubo 15 horas diarias de lecturas de estudios publicados en revistas de prestigio, líneas de investigación y un sinfín de temas relacionados que le ayudaron a hacerse una idea de por dónde podían ir los problemas de su hija y sus reacciones al comer. Tres meses de aprendizaje que le llevaron a eliminar todo tipo de verduras y frutas, tras descubrir que era intolerable a la lactosa. Nueve meses de dieta estricta para controlar los síntomas que le hacían la vida imposible y que dieron paso a un nuevo paso con la introducción poco a poco de los productos que había eliminado. «Una de las cosas que he aprendido es que ser intolerante a la fructosa es una voz de alarma, un síntoma de enfermedades que la pueden producir». Ahí comenzó una nueva línea de estudio, en la que está inmerso actualmente, y relaciona esta y otras intolerancias alimentarias con problemas desconocidos por los pacientes como celiaquía, sibo, parásitos digestivos, helicobacter pylori o enfermedades inflamatorias del intestino.

Su aprendizaje autodidacta y la motivación que le generó el ver cómo su hija se va recuperando tras descubrir que tiene sibo (sobrecrecimiento de ciertas bacterias en el intestino) le han llevado a abrir una página en Facebook donde cuenta con cerca de 7.000 seguidores. Bajo el nombre de «Intolerancia a la fructosa/sorbitol/ lactosa (DAO, gluten, sibo, parásitos)» miles de personas leen sus artículos y toda la información que ofrece tras no encontrar respuesta entre los especialistas a sus problemas. «Mi objetivo es difundir, difundir y difundir pero siempre bajo la tutela de la medicina tradicional», explica este doctor que también imparte charlas para informar sobre la importancia de comprobar si aquellos que tienen alguna intolerancia padecen estos problemas también. Una dieta controlada y el tratamiento de ese problema podría ayudar a tener una calidad de vida superior. «Tengo pacientes que llevan años sin salir de casa. Cuando tienes diez episodios de diarrea extrema al día, tú me dirás como lo haces», resume. La próxima charla la imparte el 9 de junio a las 11.30 horas en el Hospital Chip.

De cara a los próximos tres años quiere seguir difundiendo e informando sobre este tema a afectados y especialistas, entre los que ha encontrado detractores y simpatizantes. Quiere crear un canal YouTube, una página web y una asociación sin ánimo de lucro. No faltan ganas. «Duermo entre cuatro o cinco horas al día, no necesito más», sentencia. Sus conocimientos le han reafirmado que la dieta mediterránea es la mejor forma de prevenir ciertos problemas de salud. Señala los aditivos y la comida procesada como enemigos para nuestra salud. «Tendríamos que comer como antes y eso se está perdiendo», sentencia.