Los padres trinitarios, el burgalés Bonifacio Porres Alonso y el ciudadrealeño Ángel García Rodríguez, rescataron en 2016 en su libro Real Convento de la Trinidad de Málaga la historia de este memorable edificio fundado en el lejano 1488. Todo empieza con una herencia en 1487, cuando seis trinitarios acompañan a los Reyes Católicos durante la conquista de la ciudad musulmana y asisten a 500 cautivos cristianos. Un año más tarde, la orden tiene su primer convento en la zona de las Atarazanas y Puerta del Mar, una mezquita reconvertida en la iglesia de San Cosme y San Damián, que quedaría destruida por un terremoto en 1494.

Es entonces cuando Francisco Ramírez de Madrid dona a los trinitarios la ermita de San Onofre y las tierras de alrededor. Este antiguo artillero había erigido la ermita en un cerro cercano al campamento de la Reina Isabel, para recordar que allí, durante la conquista, habían sido enterrados artilleros a su mando en la toma de un puente con dos torres sobre el Guadalmedina el día de San Onofre (el 12 de junio).

Los trinitarios siguieron en el convento de Puerta del Mar hasta que se construyó el nuevo y se pudieron trasladar en 1494. El primer trinitario en ocupar el nuevo convento fue Miguel de Córdoba, primo del Gran Capitán.

El edificio contaba con refectorio, portería, dormitorios, biblioteca, celdas y una zona para los novicios. Y fuera se encontraban las oficinas, las viviendas para los criados y jornaleros con ganado, el comedor para la servidumbre, cocina, granero, cobertizo para el ganado, horno, panadería...

La exclaustración forzosa de 1835 provocó que los trinitarios calzados de Málaga salieran del convento y se transformaran en sacerdotes a las órdenes del obispo, repartidos por la diócesis. Como curiosidad, el edificio pasó a ser utilizado como cuartel hasta 1974, pero la iglesia conventual, cerrada de 1835 a 1837, continuó abierta al culto los 16 años siguientes. En 1853 el Ejército cerró el templo, construyó un forjado intermedio y la planta de arriba sirvió de dormitorio y la de abajo de comedor.

Tras el cierre definitivo de la iglesia trinitaria, el presbítero que había hecho posible que abriera esos 16 años, Rafael Rodríguez, quiso construir en sus terrenos, justo al lado, una iglesia con el mismo nombre, la Santísima Trinidad, y un convento para las religiosas de Nuestra Señora de la Paz. Los dos edificios se inauguraron en 1862, el año de la visita de Isabel II a Málaga. Esta es la causa, el nombre idéntico y la proximidad, de que muchos malagueños confundan esta iglesia con la del antiguo convento.

Proyectos fallidos

Durante todo esos siglos, este edificio vio como Isabel la Católica se instaló en él durante el asedio a Málaga, cómo pasaron los frailes trinitarios, cómo fue saqueado, medio destruido, abandonado y maltratado hasta que en 2005 la consejera de Cultura, Rosa Torres, anunció una inversión de 30 millones para transformar el viejo convento en el Parque de los Cuentos. Se convocó un concurso internacional y se presentó como la gran apuesta cultural de la Junta en Málaga. Se ideó como un equipamiento para divulgar la tradición oral andaluza y promover el hábito de la lectura entre los más jóvenes, donde habría montajes escénicos, exposiciones, conferencias, talleres..., hasta que cayó en el olvido. Años después el consejero de Cultura Paulino Plata reconoció la inviabilidad del proyecto ideado por Torres y planteó tres usos: una subsede del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, un centro del arte rupestre con el sello de la Unesco y una sede de Altos Estudios sobre el Patrimonio Mundial. Tras Plata llegó Luciano Alonso, que casi logra cerrar un acuerdo con el Gobierno para que la Trinidad acogiera la Biblioteca Provincial de Málaga, pero se frustró en 2016. Desde ese año, no ha habido ningún avance hasta ahora aunque sí alguna jugada política, como la lanzada por Francisco de la Torre, que siempre había querido ubicar en este recinto la sección arqueológica del Museo de Málaga, reclamando su titularidad a la Junta pero sin detallar qué usos se le daría al convento.