Unos 2.500 años después de su llegada a manos de los fenicios, las barcas de jábega aún luchan por mantenerse a flote en las aguas de Málaga. Sus 26 cuadernas, su espolón con serpiente y su protector ojo de Horus han identificado durante siglos a todas estas embarcaciones empleadas para la pesca con red hasta su prohibición hace unas décadas. Ahora, para mantener vivo este trozo de la historia de Málaga, se hace de la jábega un deporte de equipo.

«Los fenicios tenían una naturaleza muy comerciante y, con estas barcas, vinieron costeando hasta el estrecho, cruzaron y llegaron a Málaga. Estas embarcaciones eran muy útiles para comerciar porque eran muy rápidas y, así, iban de pueblo a pueblo vendiendo», explica el presidente de la Asociación de Remo Tradicional, Agustín Montañez. A pesar de lo que se suele creer, el nombre original de estas barcas no era el de ´jábega´, sino que este era el término con el que se conocía a las propias redes que se echaban desde las embarcaciones. «En los 800 años que estuvieron los árabes en España se utilizaron para la pesca y de ahí viene el nombre de ´jábega´., ya que así es como se decía ´red´ en árabe», explica Montañez.

Todos los días, dos personas dedican su jornada exclusivamente a trabajar estas barcas de jábega, casi como lo hacían los fenicios, en el único califateo de ribera que queda en Málaga, que mantiene la apariencia de una pequeña carpintería al aire libre. Se necesitan cinco meses de trabajo para construir una sola embarcación, un trabajo que tiene como resultado que, una vez terminada, cada barca tenga un coste de más de 30.000 euros.

La jábega original medía entre siete y catorce metros de eslora y 2,5 metros de anchura. Estas medidas resultaban en una barca con en torno a una tonelada de peso, que necesitaba a siete remeros y a uno más como patrón, que cargaban un peso de alrededor de 200 kilos en cada palada. Desde estas barcas se echaban las redes, las ´jábegas´, y se recogían desde la costa.

A pesar de que se mantiene la proporción original, con los años se han modificado algunos aspectos para hacerlas más competitivas en las regatas deportivas. «Por circunstancias y necesidades, la barca se ha transformado con una aerodinámica mejor, más fina, y ha bajado de peso. La barca mantiene la figura pero se han cambiado para que navegue mejor en competición», explica José Pedro González, un carpintero de ribera que lleva desde el año 92 construyendo estas embarcaciones. «Antes pesaban 1.500 kilos, o incluso más, y ahora las barcas pesan 550 kilos, ya que hay un reglamento de medidas bastante estricto para competición: tiene que medir de ancho máximo 2,12 metros de altura y de eslora no puede pasar de los 8,6 metros», resume González.

En la carpintería de ribera se observan múltiples tipos de maderas que evidencian cómo la elección de la materia prima es fundamental, ya que, combinadas, dan como resultado las propiedades óptimas para cada parte de la barca, fruto de los más de dos mil años de experimentación. «En general, se usa madera muy ligera pero, dependiendo de la dureza que necesite cada parte de la jábega, se le pone un tipo de madera u otra», explica González, quien asegura que aprendió esto como discípulo, de la misma forma que ahora él enseña al joven, también remero, con el que trabaja.

Una materia que también conlleva sus complicaciones, que se suman a las de un duro trabajo físico. «Hay maderas que tienen veneno e hinchan los ojos, hay veces que parece que vengo de boxear y me he tirado dos días con vendas y sin poder dormir porque no podía ni abrir los ojos». Trabajan diariamente diez horas al aire libre, al lado del mar, también en invierno, con viento y frío, y a pesar de ello, asegura: «Yo soy feliz haciendo esto, estamos donde nos gusta».

La legislación borró de las costas estas embarcaciones en los años 70. «El Gobierno decidió que no se podía trabajar con jábegas porque pescaba todo lo que venía en las redes, aunque fuese pescado inmaduro, y se prohibieron este tipo de embarcaciones para trabajar», explica Montañez. Por ello, de las casi 500 embarcaciones que había en Málaga, quedaron unas cuatro. «Como se estaban perdiendo, decidimos hacer regatas», comenta Montañez.

Sin embargo, éstas no son un invento reciente, sino que tienen su origen en una práctica que llevaban a cabo los propios pescadores. «Las regatas nacieron en el siglo XIX, ya que estas embarcaciones pescaban en toda la costa y el que llegaba antes vendía antes, entonces venían remando rápidamente para llegar a pescadería para llegar y vender un poco más caro y luego ir a los pueblos», explica Montañez.

Las regatas de jábega como deporte ha resurgido, en parte, gracias a la participación de las mujeres en los clubes. «Ha sido importantísimo, cuando entró la mujer fue cuando esto se disparó», comenta González. «Ahora hay demanda de estas construcciones y yo, en los años que tengo, nunca había visto tanta hasta ahora», asegura González, quien señala que en este año han llegado a construir jábegas para dos clubes.«Desde hace cinco años, ha sido un boom», afirma.

Ahora, la Escuela Provincial de Remo cuenta con ocho clubes y un total de 400 remeros. Se trata de un trabajo en grupo en el que todos cargan la misma responsabilidad pero en el que, sin embargo, destaca la figura de patrón, que grita enérgicamente y guía a los demás con un léxico incomprensible para los ajenos al deporte.

Cualquiera puede apuntarse a remar y, por ello, entre sus remeros no solo hay aficionados al deporte, sino también escritores, enfermeros, jueces y otros muchos perfiles y profesiones. Una de estas personas es el político y diplomático Bernardino León Gross, que ha estado vinculado al remo de jábega desde muy joven. «Yo empecé con 16 años», explica León, quien comenta que ahora lleva a remar con él a su hijo. «En la época en que nosotros empezamos había pocas jábegas en Málaga, ahora esto se está tomando mucho más en serio, pero todavía hace falta más apoyo de las instituciones, que trascienda. La jábega no es solo patrimonio de Málaga, sino también de España. Esto es una embarcación tan peculiar y especial que tenemos que intentar, entre todos, que haya más apoyo más allá de Málaga, de la Junta de Andalucía y el Gobierno central», defiende León Gross.

Una posición a la que se suma José Pedro González, quien critica que la construcción y preservación de estas barcas históricas se deje «en manos de dos personas», algo que comenta que contrasta con la preservación de las traineras en el País Vasco.

Como embarcación de pesca o de deporte, todavía muchos luchan para que la jábega se mantenga sin olvidar el peso de una larga historia, tras la que ahora se reinventa y busca remar en la misma dirección para preservar el patrimonio que Málaga casi perdió.