­Málaga sufrió, entre 1544 y 1998, 62 inundaciones, 41 por avenidas en el río Guadalmedina y nueve en el Guadalhorce. La media entre 1898 y 1998 fue de una catástrofe cada cinco años. La más recordada es la de 1989, en la que murieron cinco personas, pero las hubo mucho peores. En 1628, una avenida en el Guadalmedina provocó 600 muertos. La tormenta duró cinco horas sin interrupción. También fue especialmente dramática la de 1661, cuando otra avenida en el Guadalmedina provocó 400 muertos y la destrucción de 481 casas, así como la inundación de 1.500. La capital tiene un historial negro, pero pese a su trágica relación con el agua, aún hoy no ha terminado de equiparse para paliar los efectos, devastadores en muchas ocasiones, de las inundaciones. Ahora, las lluvias del pasado fin de semana en el norte de la provincia y sus dolorosas consecuencias (con un bombero muerto y cuantiosos daños materiales) y los temporales del último lustro, que colapsaron Málaga, han hecho más presente el debate entre los ciudadanos y las autoridades y los expertos empiezan a ensayar una receta definitiva para que cada tormenta no sea una amenaza para la capital.

Un botón de muestra es el pleno del pasado jueves, donde hasta tres grupos (PSOE, Málaga Ahora e IU-MpG) llevaban mociones relativas a hacer un plan de inversiones que resuelva de una vez el déficit de infraestructuras hidráulicas. Que el debate sea más persistente que antes, no quiere decir que no hubiera algunas recetas ya pergeñadas por los expertos.

Separar redes

Las soluciones son conocidas, pero muy costosas. Un reciente informe de Emasa para el Consejo Social de la ciudad analizó por qué son tan dañinos las avenidas en la ciudad. Entre otras cosas, consideró vital seguir separando las redes de aguas pluviales de las fecales. De momento, el 45% de la red es unitaria. ¿Por qué es vital separarlas? Contesta Emasa: «La construcción de redes separativas permite paliar los inconvenientes derivados de las precipitaciones intensas con la canalización de las aguas fecales y pluviales por tuberías distintas. Cuando el agua fluye por una red independiente, libera de ese aporte de caudal a la red unitaria y, por consiguiente, evita que esta se sobrecargue».

Además, la red unitaria tienen el problema de que se producen «mayores decantaciones de los sólidos transportados», por lo que cuando llueve con gran fuerza «la capacidad de estas redes no es capaz de conducir todo el agua y ello obliga a disponer de aliviaderos con salida al mar o a los arroyos, con la consecuente salida también de sólidos, que son transportados en esos momentos».

Emasa, de hecho, está inmersa en la conversión de redes unitarias en separativas. Desde 2014 se han realizado más de 50 obras en diferentes puntos de la ciudad para mejorar la capacidad de distintas zonas, invirtiéndose 1,8 millones de euros; para este año, se invertirán 2,2 millones en 20 obras.

Critica la empresa de aguas que ningún organismo realiza un mantenimiento o conservación de las redes pluviales y de los ríos o arroyos, sobre los que dice no tener competencias.Regular Río Grande

Otro consejo que se da en ese informe hace hincapié en la necesidad de regular el río Grande (laminando su caudal), afluente del Guadalhorce; continuar reforestando en los Montes de Málaga y la cuenca alta del Guadalmedina y consolidando laderas para minimizar los efectos de arrastre y erosión en los arroyos que atraviesan la ciudad, que presentan fuertes desniveles y pendientes y acarrean sedimentos que, al llegar a la ciudad y confundirse con su sistema de drenaje, provocan atoros y el consecuente desborde e inundaciones. También propone la instalación de trampas de acarreo y rejas en el inicio del recorrido de los arroyos por zona urbana para retener áridos, grandes sólidos, restos de vegetación, etcétera...

Otro informe de Emasa, efectuado en 2010, tasó las inversiones necesarias en materia hidráulica en la ciudad en más de 130 millones de euros (52,1 millones en abastecimiento, 6,2 en agua regenerada y 72 millones en saneamiento). El alcalde, Francisco de la Torre, propuso un canon en el recibo del agua para pagar las obras, pero la oposición lo echó para atrás.

Guadalmedina

Pero la actuación fundamental, en el caso de la ciudad, es la del río Guadalmedina. Ahora se ha planteado un Plan Especial que propone la creación de varios puentes-plaza y el soterramiento de la margen izquierda, con el Pasillo Santa Isabel (desde la plaza Arriola) y la Avenida de la Rosaleda (hasta Armiñán); y la derecha, es decir, la avenida de Fátima, desde Armiñán al puente de la Aurora, reduciendo el tráfico un 92%. Pero esta es una solución urbanística, no hidráulica. Hay un umbral mínimo de seguridad: la capacidad de desagüe del Guadalmedina es de 600 metros cúbicos por segundo de agua, un umbral innegociable para la Junta de Andalucía, por lo que toda actuación urbanística debe tener en cuenta ese dato. Como explicó recientemente el ingeniero Manuel Olmedo Checa en una entrevista en este periódico, si llegara una riada de 1.000 metros cúbicos por segundo tendría lugar en Málaga «la mayor catástrofe en la historia de Europa». «Supondría miles de víctimas, empezando por todas las personas que se encontraran en un parking subterráneo». Él aboga por desviar un tercio del caudal de esa avenida extraordinaria (es poco probable) al arroyo del León, y para los dos tercios restantes, una conducción subterránea por el propio cauce del Guadalmedina, con un caudal de 600 metros cúbicos, que desemboque en el mar (450 millones de euros).

Un Plan Director

Ángel García Vidal, representante provincial en Málaga del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, lo tiene claro. Hay que hacer un Plan Director del Guadalmedina que estudie la cuenca del río en su totalidad, no sólo en el tramo urbano. «Lo que ocurre arriba afecta abajo; hay que hacer un diagnóstico y solucionar hidráulicamente el cauce y luego se podrán plantear las soluciones urbanísticas. Entonces es cuando se podrá ordenar el territorio en base a esa solución hidráulica. Hay muchas, pero con ese documento ya tengo esas soluciones, sé lo que cuesta, quién lo paga y ya puedo ordenar el cauce». Ello excede de las competencias del Ayuntamiento, pero la mayor perjudicada es esta ciudad. «Hay que estudiar el río en su totalidad y determinar las acciones, hablarlas con todas las administraciones. Eso debe liderarlo el Ayuntamiento. Es necesario para hablar con propiedad».

También aconseja que los cauces y arroyos estén limpios, separar las redes fecales y las pluviales, reforestar la cuenca el Guadalmedina. Con el cambio climático, tal vez habría que hacer un replanteamiento general «de los criterios con los que se diseñan las infraestructuras hidráulicas». En cuanto al Guadalhorce, es fundamental el azud de Cerro Blanco (desechado) o aumentar los vanos del puente de la Azucarera.

El decano del Colegio de Arquitectos, Francisco Sarabia, insiste en que primero, sobre el Guadalmedina, «hay que resolver el problema hidráulico, porque si no funciona la evacuación de agua sería una temeridad; una vez resuelto eso, que se use el río», compatibilizándolo con el uso ciudadano.