El plan es participar en carreras de trineo con perros. La escena parece sacada directamente de uno de los libros del gran Jack London. No es Alaska, vale, pero tampoco hace falta. La única distancia que aleja a Manuel Calvo de su sueño son los kilómetros que separan a Málaga de los picos más altos de Sierra Nevada. Eso, junto al nivel de destreza y compenetración con Alaska y Norte que sea capaz de adquirir. Alaska y Norte son dos perros. No perros cualquiera. Alaska Malamute. Unos 50 kilos en la báscula y cabezas del tamaño de una esfinge egipcia. Ojos marrones que penetran como un cuchillo caliente lo hace en un bloque de mantequilla. Y Manuel Calvo es el español más joven que se propone participar en el Campeonato de España de Mushing. Mushing es el nombre con el que se denomina a esta modalidad de carreras con perros. Todo un hito, teniendo en cuenta que acaba de cumplir 18 años. A continuación, la historia de un joven y sus perros. Una historia de nieve y de caídas, de avances y de frustraciones, de ladridos y aullidos que rompen el silencio como lo hacen las campanas en un funeral. Es la historia de una relación extraordinaria entre el ser humano y el perro. Una historia de amor y respeto en la que todavía se reconoce a la lealtad sin relativismos. Y todo empieza temprano. Siempre muy temprano.

Son las 5.00 horas de la mañana de un sábado de noviembre cualquiera. En el centro de Málaga algunos cadáveres resistentes que ha dejado la noche aprovechan los últimos compases de oscuridad para apurar la copa antes de seguir dando tumbos. Mientras que aquí la estabilidad ósea de algunos está en serio peligro, en el otro extremo de la ciudad, cerca del Puerto de la Torre, suena un despertador que no admite que le den la vuelta. Manuel salta de la cama con la cara marcada todavía por la almohada. Cola Cao, tostada y se pone en marcha. Por delante, un día de entrenamiento que mezcla una exigencia sana con una elevada dosis de diversión. Al final, estará un poco más cerca de los Pirineos. En sus picos se celebran las pruebas que conforman el circuito nacional de las mencionadas carreras.

Antes incluso que Manuel, su padre, que se llama igual que él, ya ha puesto en marcha la maquinaria. Fue también él quien le inyectó la afición al hijo porque algo de culpa tiene en ello. El padre ya sabe de experiencia propia lo que se siente. Ha recorrido Groenlandia varias veces en trineo. Casi que se la conoce como la palma de su mano. Domina lo que son los extremos de verdad. Carga el trineo y una maraña de arneses en la furgoneta que está aparcada en la calle. En la parte trasera coloca dos transportines gigantes y hace una pequeña mueca que es, a su vez, una sentencia: «No entendería mi vida sin perros». El cariño que se recibe a cambio de poco, dice, supera cualquier umbral.

Más arriba, su hijo abre las puertas metalizadas de unos amplios cheniles. Alaska y Norte salen disparados. Auténticas balas en busca de su objetivo. Quedan dos horas para llegar a Sierra Nevada, pero se mueven con agitación. Ladran y mueven el rabo. Hacen alguna fechoría. Sin embargo, cuando se abren los transportines, entran sin dar un rodeo. Saben lo que les espera y les gusta: dos personas y dos perros ya recorren la A-92 en busca de la nieva. ¿Por qué un deporte, a priori, tan exótico y no fútbol? «Siempre ha habido perros en mi casa. Forman parte de mí. Y me gusta mucho la nieve. Desde pequeño, he estado subiendo con mi padre a Sierra Nevada de manera habitual. Pues esta es la manera perfecta de combinar mi afición a los perros con hacer deporte», explica. Luego, Manuel se pone pensativo y aduce al aspecto pedagógico. Con las perreras a rebosar, quiere lanzar un mensaje. «Por desgracia, vemos como mucha gente sigue comprando un perro de manera impulsiva. Optan por la raza que está de moda y no piensan más allá. Pero el cachorro se hace grande», precisa, mirando a los dos transportines en la parte trasera, donde Alaska y Norte no han dado ruido desde que la furgoneta echó a andar para salir de Málaga: «¿Qué puede pasar si tienes un Alaska Malamute en tu casa encerrado y sales a las 9.00 horas y vuelves del trabajo a las 21.00 horas? Pues que te puedes quedar sin casa. ¿Y dónde acaban esos perros? Pues en la perrera».

En su elemento

Las curvas son muchas, pero el trazo de cada una ya está memorizada al milímetro. Sierra Nevada les recibe con las primeras estampas invernales del año. Las ramas de los árboles en Fuente Alta se inclinan por el peso de la nieve. Manuel le coloca los arneses a Alaska y Norte, y se sube al trineo: «Haik». Los perros se ponen en marcha. Obedecen al código específico de los mushers. «Gee» significa tirar a la derecha, «haw» es el giro a la izquierda. El decálogo de este lenguaje propio es amplio. El trineo pesa mucho menos de lo que aparenta. Es un ultraligero. Los músculos de Manuel se van agarrotando, la cabeza retumba y toca balancearse. El juego de rodillas es clave. Un paseo tranquilo es otra cosa.

Al final del entrenamiento, Manuel habrá besado varias veces la nieve de forma involuntaria. Acaba exhausto, pero contento. La ambición de Manuel es sana, pero firme. Cuenta con el apoyo directo de Tiendanimal y espera que más pronto que tarde se celebre alguna prueba en Andalucía. De vuelta a Málaga, Alaska y Norte ya sueñan con volver a su elemento.