La Universidad de Málaga vuelve a estar de enhorabuena. Los miembros del grupo de investigación Geografía Física y Ordenación del Terreno han puesto en marcha un sistema de restauración del suelo para asegurar la supervivencia del mayor número posible de plantas resembradas, a través de la implementación de enmiendas orgánicas. Además de rentabilizar la inversión de los plantones, esta técnica supone un ahorro económico al reutilizar subproductos obtenidos en el mismo lugar de aplicación y anular así el transporte de residuos desde las plantas de compostaje.

Así, se determina que restaurar la vegetación nativa es una de las maneras más efectivas de recuperar la calidad de los suelos forestales degradados, ya que después de la repoblación, durante el enraizamiento del plantón, los beneficios de la vegetación sobre el suelo aún no se manifiestan y los suelos siguen siendo muy vulnerables a la erosión y a la pérdida de carbono orgánico. «Esto, unido a la desertificación que viven los montes mediterráneos y los numerosos incendios que los asolan, hace necesaria la investigación de nuevos métodos que permitan una recuperación rápida y eficaz», explica Paloma Hueso, miembro del grupo de Geografía Física.

Los resultados de la investigación provienen del Proyecto de Excelencia de la Junta de Andalucía que se le concedió en 2010 al catedrático de Geografía de la UMA José Damián Ruiz Sinoga y consistía en trabajar sobre una zona degradada que había dentro del Parque Natural Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama en la que no había vegetación viva.

Para su desarrollo, los investigadores realizaron un estudio comparativo en 32 parcelas de erosión de tipo cerrado con las mismas condiciones de partida, para así evaluar las consecuencias ecogeomorfológicas del uso de enmiendas orgánicas como complemento al plan de reforestación. Durante 30 meses, tras el proceso de siembra, observaron cómo se reparaba cada tramo con distintos métodos de recuperación logrando la supervivencia del 90% de las nuevas plantas cuando los suelos eran tratados con los restos de desbroce.

El sistema, además, disminuye el volumen de escorrentía que es causante de la pérdida de miles de toneladas de suelo fértil y los resultados indican que la aplicación de los residuos es capaz de reducir las pérdidas del suelo en un 98,16%.

«Al principio de la reforestación, el problema que surge los primeros años es que los suelos están desnudos y no tienen cobertura vegetal que los proteja, por eso al principio las capas de erosión cuando se refrescan con plantones los resultados son muy buenos», explica Hueso.

De esta forma, los investigadores confirman que el acolchado procedentes del desbroce que se elimina de los montes para evitar el fuego es el más óptimo de todos para conseguir este fin.

«Tras un proceso en el que se trituran los restos de broza se favorece la apertura de macro-canales en el suelo que favorecen la infiltración del agua de lluvia, las tasas de erosión y la disponibilidad de la misma para las plantas», añade la investigadora.

Además, la investigación -que se engloba dentro de la Estrategia Andaluza ante el Cambio Climático- impulsa la creación de instrumentos para el desarrollo de la economía circular, es decir reincorporar al ecosistema, de la manera más fluida posible, los desechos que de producen en el mismo. En este sentido, el proceso de obtención de los residuos orgánicos del estudio se produce en el mismo lugar donde se aplican, por lo que se reducen los costes derivados de su gestión.