Hija de una modesta familia de Totalán, las obras artísticas de tapicería y estarcido de la perchelera Emilia Rebollo (1841-1915) pudieron admirarse en las exposiciones universales de Chicago (1893) y París (1900); de hecho, a lo largo de su carrera recibió nada menos que dieciséis medallas de oro de las principales exposiciones celebradas en Europa.

Además, fue miembro titular de la Sociedad Científica Europea, socia de honor de la Academia parisina de los Inventores y de la Academia Universal de Bruselas, sin olvidar que fue una de las fundadoras del Museo Artístico y Científico de Palestina y dama de honor de la Estrella de Oriente.

Hasta la fecha, sus obras sólo podían admirarse en la finca familiar de la Hacienda El Álamo, frente a La Concepción, que hoy se dedica a eventos. Gracias a la colaboración de sus descendientes, desde la pasada semana y hasta el próximo 28 de abril, el Museo del Patrimonio Municipal (MUPAM) le dedica la exposición Emilia Rebollo. Artista malagueña de la tapicería y el estarcido en el siglo XIX.

«Es la gran desconocida. Tuvo doble mérito, como artista y como mujer», destaca Matilde Torres, comisaria de la exposición. Esta doctora en Historia del Arte explica que descubrió a Emilia Rebollo cuando realizaba su tesis sobre mujeres artistas de las ocho provincias andaluzas, por indicación de la catedrática Rosario Camacho, que dirigió su tesis.

«Aunque todas las mujeres fueron muy interesantes, Emilia Rebollo es especial porque de ella nos ha quedado casi toda la obra, mucha documentación, casi todos los premios... y eso es una joya», resalta.

La comisaria ha incluido a la malagueña en su reciente Diccionario de Mujeres Pintoras en Andalucía, pues aunque Emilia Rebollo se destacó como excelsa tapicera y estarciadora (estarcir es, según la RAE, «estampar dibujos, letras o números haciendo pasar el color a través de los recortes efectuados en una chapa), la exposición del MUPAM también incluye la única acuarela que se conserva de la artista, un posible paisaje del litoral de Málaga.

«Como mujer tenía mucha fuerza, presumía de su trabajo y se hacía llamar tapicera adornista decorativa y hasta se hizo un álbum de trabajo», resalta la doctora en Historia del Arte.

Emilia Rebollo Reyes, que nació en la calle Cerrojo, se casó en la adolescencia con un tapicero de origen francés, con quien tuvo tres hijos y aprendió tapicería. La familia tendría la casa y taller en el mismo edificio de la calle Cerrojo.

El tataranieto de la artista, el abogado y pintor abstracto José Javier de las Peñas, cuenta que, según una historia familiar sin confirmar, pudo realizar algunas tapicerías decorativas con motivo de la visita de Isabel II a Málaga en 1862, lo que explicaría que, según esta tradición, la familia conservara un mantón obsequio de la Reina.

La artista malagueña enviudó joven y durante once años -de forma poco usual para la época-mantuvo sola a la familia y la cartera de clientes del marido, hasta que en 1881 se casa con el ebanista Juan Fort, también viudo, y se marchan a vivir a la calle de los Mártires.

El gran salto artístico

Matilde Torres destaca que durante este segundo matrimonio se produce el gran salto artístico de Emilia Rebollo quien, en palabras del presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, José Manuel Cabra de Luna, pasa de artesana a artista.

Es en esta etapa cuando surge la gran artista de la tapicería, con diseños llenos de imaginación, que realiza ensamblando piezas, muchas de las cuales presentan un llamativo efecto de ‘acolchado’: el capitoné, que se consigue atirantando con cordones la parte trasera de la obra, un esfuerzo que terminaría agarrotándole la mano izquierda, como puede apreciarse en una de las fotos de la exposición, pues Emilia Rebollo fue una gran aficionada a las fotografías y siempre que tuvo ocasión posó orgullosa con sus medallas.

El agarrotamiento de la mano no la frena y se pasa a la técnica milenaria japonesa del estarcido, donde vuelve a dar rienda suelta a su riquísima creatividad.

En las exposiciones internacionales, por cierto, coincidió a veces con conocidos pintores de la Málaga del XIX cuya presencia en esas muestras sí recogió la prensa local de la época, no así la presencia de la malagueña.

Para Matilde Torres, la escasa visibilidad de Emilia Rebollo se ha debido tanto al hecho de que fuera mujer en esa sociedad tan machista, «y la obra de la mujer no se ha valorado casi nunca», como a su forma de expresión artística, no tan divulgada.

Para el director del MUPAM, el académico de San Telmo Elías de Mateo, «lo importante es que no se conforma con ser una buena tapicera sino que hace unas creaciones con una extraordinaria modernidad y con un sentido de la composición extraordinario». Elías de Mateo destaca en especial los estarcidos, pero también los «guiños singulares» que se pueden descubrir en sus obras de tapicería en las que, entre perfectos grupos de flores aparecen ratones, mariposas, caracoles... Algunas de las flores, por cierto, están hechas con escamas de peces, una técnica muy típica del XIX, apunta Matilde Torres.

Tanto la comisaria como el académico coinciden en que la obra artística de Emilia Rebollo estaba muy en boga en su época, por eso Elías de Mateo no descarta la posibilidad de que a raíz de esta exposición se descubran algunas obras más, de las que posiblemente realizaría para familias malagueñas de la burguesía.

Esta artista brillante y consciente de su valía falleció en 1915. A su entierro acudieron importantes personajes de la ciudad.

Un siglo más tarde su obra, por fin, se da a conocer como ella sin duda habría deseado: en su Málaga natal y a lo grande.