Un damero recoge estos días los 72 rostros, 36 a cada lado, de los fundadores del barrio churrianero de La Noria, una barriada popular construida gracias a la ilusiones y el trabajo de muchos emigrantes que vinieron del Valle del Guadalhorce y de otros sitios de la provincia para buscar un futuro mejor. José Antonio Suvires Colorado, fotógrafo, ha dedicado un año de su vida a retratar a sus vecinos mayores con el fin de que no se pierdan ni su memoria ni su identidad, quiere que todos recuerden sus raíces, imágenes que ha recogido en un damero que puede ahora visitarse frente al número 67 del Camino de la Huertecilla.

«Me dedico a dar un paso más en la fotografía, cuando expongo en locales o heladerías, apenas visitan esas exposiciones, así que he decidido dar un paso más: le di vueltas, yo soy de Churriana, casi todo el mundo en el barrio de La Noria tiene una casa autoconstruida, yo he vivido aquí 52 años. Mis padres vinieron en los años sesenta y construyeron la primera casa de la calle en la que yo he vivido. Así que me pregunté: ¿y de mis padres quién se acuerda? ¿Y de mis tíos? ¿Quién se acuerda de esos vecinos de toda la vida, de esos que ves por la calle y los saludas», dice. Muchos de ellos rondan ya los setenta y tantos años, los ochenta o los noventa, «siempre me dicen, ¡hay que ver, ha fallecido tal o cual!». «La idea es recordar a los que fundaron este barrio de la Norria en Churriana».

El barrio, explica Suvires, nace al calor del Aeropuerto de Málaga en los años sesenta, ya que Churriana era un sitio ideal para trabajar tanto en el aeródromo o en la industria turística de la Costa del Sol, dado que los precios eran muy inferiores, por ejemplo, a los que se manejaban en Torremolinos o Benalmádena. «Fue un boom en los años sesenta, mis padres venían de Álora, otros muchos lo hicieron desde Alhaurín de la Torre o el Grande; los dueños de los cortijos comenzaron a vender parcelas y la gente se autoconstruía sus casas y, al fallecer, se las vendían, por ejemplo, a gente que venía de Málaga. ¿De los que fundaron este barrio quién se acuerda?», dice. Gran parte de la emigración de esos años provino del Valle del Guadalhorce, pero también vinieron muchos de la Axarquía, sobre todo de Vélez y de Torrox, estos últimos a trabajar la caña de azúcar, muy presente en la economía del distrito en aquellos años. «Emigraban como el que se va ahora a Alemania. Compraban un terreno, lo pagaban poco a poco y hacían su casa», señala, trabajando los fines de semana.

Suvires visitó, puerta a puerta, a todos aquellos que se hicieron las casas que dieron origen al barrio de La Noria y les propuso fotografiarlos. «Unos dijeron que sí y otros que no. Todo lo monté en un año. Mi mujer tiene el centro de estética Bambú y allí monté un fondo negro y otro blanco y todos los días, de seis de la tarde a diez de la noche, esperaba a que vinieran los vecinos con los que había hablado: algunos días no venía ninguno y otros días seis o siete. A quienes no podían andar, los traía en una silla de ruedas que busqué, los retrataba y los llevaba a casa de nuevo. Además, a todos ellos les he pedido que me cuenten su historia, que es la historia del barrio». Así, llegó a reunir 72 fotografías, propuso al distrito hacer algo para que pudieran verse y se ha puesto en el Camino de la Huertecilla, frente al número 67, una instalación metálica que contiene un damero con las 72 imágenes, 36 a cada lado.

Historias de subsistencia

«Una mujer me contó que llegó a Churriana con 23 años, conoció al marido y construyeron la casa durante los fines de semana, primero una habitación, donde vivieron, y luego otra», recalca, para indicar que otros contrataban un albañil para ir levantado su hogar. «Algunos criaban cerdos y vacas, cualquier cosa para subsistir», subraya. Hoy, gracias a Suvires, Churriana y La Noria estarán más presentes en las vidas de quienes habitan en el distrito, porque hay sitios que se resisten a perder su identidad.