En la década de los años cuarenta del siglo pasado, un grupo de malagueños tuvo la iniciativa de organizar lo que se dio en llamar Capullitos Malagueños. Era una oportunidad para que niños y niñas se iniciaran en el arte del cante y el baile y pudieran formarse para actuar en público. Lo de «capullitos malagueños» era una cursilada que dio lugar a más de una interpretación errónea o malintencionada porque se hizo extensiva la denominación a los promotores de idea.

Claro que para cursilada tenemos «los brotes verdes» de la economía española: por cierto, esos brotes verdes asimilados a la mejora de la economía todavía no se han producido. Bueno, ni en la economía ni en los montes del país, porque cada verano se queman más superficies arbóreas. Y los llamados pirómanos andan sueltos para que cuando lleguen los calores reinicien la actividad porque, que yo sepa, ninguno de los fichados está donde tienen que estar, entiéndase en la trena.

La financiación del grupo corrió a cargo de los fundadores, amantes de Málaga y del folklore local y provincial.

Se pretendía dar una oportunidad a los chicos y chicas dotados para el arte del cante y del baile y darles la posibilidad de triunfar y ganarse la vida gracias a los dones que la naturaleza les dotó. Como el lector habrá adivinado, la iniciativa de aquellos lejanos años es la que hoy han resucitado televisiones para descubrir no solo chicos dotados para los cantes y bailes regionales sino en lo que se lleva.

No soy seguidor de estos concursos pero zapeando descubro la existencia de esas operaciones, concursos, búsquedas... de artistas tanto entre los niños como entre los mayores. Que si la Operación Triunfo, que si La Voz... sin olvidar a los sempiternos de Juan y Medio y María del Monte del Canal Sur.

Se contrató a un actor de teatro, Luis Pérez de León, para enseñar a los niños a desenvolverse en los escenarios; otros colaboradores se encargaron de cuidar las voces y los bailes. La compañía o agrupación Capullitos Malagueños actuó varias veces en el Teatro Cervantes, se desplazó a pueblos y ciudades de Andalucía y, dentro de la limitación de entonces -no tiene nada que ver con los medios actuales- tuvo éxito y algunos de los integrantes pasaron después al mundo de la farándula.

Por el tiempo transcurrido todos los «capullitos» se habrán jubilado. Quizá queden por ahí supervivientes de aquella aventura y que pueden corroborar lo que cuento e incluso ampliar lo que estoy apuntando en estas líneas. Han pasado sesenta años o más de aquella iniciativa. El más famoso capullito malagueño que recordamos es Chiquito de la Calzá.

En uno de los concursos actuales sorprendió la participación de una niña de unos diez años que cantó arias de óperas enmudeciendo incluso a los integrantes del jurado. Costaba trabajo creer que de aquel cuerpecito saliera una voz tan prodigiosa. Ganó, claro. Su estrella favorita era María Callas.

No sé si hay una nueva edición del concurso en el que se dio a conocer. Imagino que la pequeña estará en buenas manos para que eduque su voz y que no se malogre una brillante carrera. España ha dado grandes figuras, y una de ellas, Montserrat Caballé, recientemente fallecida, fue, si no la número una del mundo, una de las más aplaudidas.

En los certámenes y concursos actuales se están descubriendo voces espléndidas que no tienen nada que envidiar a las figuras que acaparan los festivales que reúnen a millares de admiradores y que en pie, sin asiento, aguantan dos o tres horas.

Unos llegarán y otros se quedaran a medio camino, pero en todos los casos han podido darse a conocer. Otro cantar -y viene al dedo lo de cantar- es pasar de la etapa del concurso a la realidad. Pero eso ocurre en todas las profesiones. No todos los jugadores infantiles y juveniles del fútbol llegan a jugar en el mundo profesional, no todos los aspirantes a toreros llegan a ser matadores de reses bravas, no todos los ganadores de certámenes de poesía se consagran como tales, ni escritores, ni pintores, ni músicos, ni políticos...

Otra vez los Capullitos

Cursilería aparte, la historia de la aventura presentada bajo el lema Capullitos Malagueños, está por escribir. Hay que recurrir a los periódicos de aquellos años, intentar localizar a los que triunfaron... y no cito a sus promotores porque todos han fallecido; uno de ellos -mujer- falleció a los 101 años de edad. Fue autora de letras y músicas que los niños cantaron por teatros de media Andalucía.

Teatro

Casi al mismo tiempo que nació el movimiento de los Capullitos Malagueños, pero sin ánimo de descubrir actores y actrices para su incorporación al teatro profesional, en Málaga se produjo una curiosa experiencia. La iniciativa partió de la marquesa de Larios, doña Pilar Príes. Convenció a amigos de su entorno a montar una vez al año una representación teatral en el Cervantes. Los beneficios que produjera cada representación -una cada año- se destinarían a un fin social. No recuerdo si el destino era la Hermanitas de los Pobres.

Todos los encargados de asumir los papeles estelares y secundarios eran personas de la sociedad malagueña..., las que ahora despectivamente rechazan algunos grupos con el calificativo de ‘la casta’.

Pues bien, los de la casta, se prestaron a colaborar en la aventura representado en el Cervantes obras de éxito. Si la memoria no me falla la primera obra elegida fue ‘La herida del tiempo’, de J. B. Priestley de gran éxito en España. Posiblemente existan fotografías de las representaciones. Quizá en el archivo del Teatro Cervantes se conserven documentos gráficos.

Ninguno de los participantes en aquellas representaciones teatrales -abogados, médicos, un fiscal (digo uno porque lo recuerdo), empresarios...- cambió el rumbo de su vida hacia el arte de Talía. Es una de las estampas de la Málaga de ayer que traigo hoy a las páginas de La Opinión sin pretensión alguna salvo para que quede constancia de algo que formó parte de una época superada por el paso del tiempo. Precisamente ‘La herida del tiempo’ contaba la decadencia de una familia británica después de la Primera Guerra Mundial.