Como el chiste, lo que los visitantes y turistas buscan en nuestra ciudad es un poco de organización.

Deambular por Málaga e ir descubriendo cosas es una experiencia muy agradable, pero hay personas que, por la premura de las visitas, a veces unas horas, necesitan ir a tiro fijo a los principales monumentos de la ciudad. Y ahí es donde empieza el laberinto del Minotauro, porque nuestros visitantes corren el riesgo de caer rendidos ante la pléyade de cartelitos informativos.

Acostumbrados como estamos a pasear por el Centro, muchas veces nos perdemos los detalles porque hemos perdido la capacidad de observación en un entorno tan conocido. Sucede, por cierto, como el famoso cuento de la carta de Poe, que estaba a la vista de todos y nadie daba con ella.

Pero basta que pongamos en marcha la capacidad de observación para que nos asombremos ante tanta señal suelta por Málaga.

El año pasado llamó la atención sobre este fenómeno el profesor de Historia del Arte de la UMA Francisco Rodríguez Marín. El profesor, que enseña en la Facultad de Turismo, alertó de que en el casco antiguo podían encontrarse hasta siete señales informativas turísticas distintas y claro, con tanto exceso no hay alma humana que se aclare, ya sea finlandesa o de los madriles.

Excesos informativos podemos detectarlos, por ejemplo, en la calle Santa María, en el tramo del Sagrario. Aunque los turistas pueden encontrar allí los únicos restos de la mezquita mayor de la Málaga musulmana, deberán apartar la vista de la contaminación visual ante cartelito y poste: en la esquina con el patio de los Naranjos se dan cita sendos paneles sobre la Málaga Nazarena, el Camino Mozárabe de Santiago, un plano general de Málaga con monumentos y museos, un poste con direcciones de algunos de estos y de propina, un cartel (este, suponemos, muy necesario) que indica la vía de evacuación de la calle Císter.

Como recordaba el profesor de la UMA, los bienes de interés cultural no deben tener carteles ni cables ni señales (y la Catedral y el Sagrario lo son).

Unos metros más adelante, en dirección a la Aduana, podemos encontrarnos un poste informativo en varios idiomas sobre el Palacio de Zea Salvatierra y en calle Alcazabilla, las señales específicas de varios museos.

Y eso sí, que el visitante no se sienta defraudado si trata de leer códigos QR de estos indicativos, pues la verdad es que algunos no funcionan.

Ejemplos hay sin salir de Europa de ciudades con uno o dos modelos de señales informativas que regalan al turista un mensaje mucho más clarificador y que no caen en el barroco batiburrillo malaguita.

Intuye un servidor que las señales turísticas son ya tan abundantes y, sobre todo, tan variadas, que sólo consiguen despistar al personal.