A comienzos de los 70 se levantó el barrio de La Princesa, que toma el nombre de la entonces princesa Sofía, pues los pisos, levantados por la constructora de la familia Van Dulken, empezaron a entregarse en 1974, antes de que fuera nombrada reina y dos años después de su visita a Málaga con el príncipe Juan Carlos.

Había sido zona de huertas próximas a las vías del tren en la que, en los tiempos en los que se construía, pervivían en la vecindad un almacén de pasas y almendras, una destilería de aceite y una empaquetadora de patatas fritas.

Como gesto bastante positivo de la constructora, limitó la altura de los bloques por propia iniciativa, en una zona bastante huérfana de espacios verdes. Por cierto que el Carril de la Cordobesa, que bordea el barrio por el norte, recuerda el camino que conducía a la fábrica de cerámica 'La Cordobesa'.

Y resulta un curioso enigma, al menos para el autor de estas líneas, que este barrio de la Carretera de Cádiz tenga entre sus calles varios ríos que pasan por la provincia de Badajoz (Guadame, Alcarrache, Gévora, Gargáliga y Olivenza).

Los datos de la historia de La Princesa fueron proporcionados al firmante hace casi 20 años por varios vecinos del barrio, y en especial por Pedro Dito, el desaparecido y añorado presidente de la asociación de vecinos.

En este tiempo transcurrido, el polígono industrial vecino, con el nombre del barrio, pasó en su mayoría a mejor vida, y en buena parte es hoy un gigantesco descampado.

El PGOU prevé construir bloques en la zona, pero también reserva una amplia franja verde que prolongaría el parquecito existente entre las calles Río Guadame y Río Genil (este ya no atraviesa Badajoz).

Lo que también confiemos que ejecute el actual Plan General de Ordenación Urbana, si algún día se decide a ponerse en marcha en este rincón de Málaga, es el ensanche del Carril de la Cordobesa, que en un momento de su recorrido se transforma en el Pasaje del Terror.

Y no es exageración, porque el carril tiene el espacio muy limitado por los muros del depósito de coches de la grúa municipal a un lado y al otro, los del Colegio Padre Jacobo.

Así que en un momento dado, el Carril de la Cordobesa da una curva pronunciada y si el que se desplaza lo hace a patita, está vendido: Ante él tendrá un tramo de la calle en el que han desaparecido las aceras, se encuentra escoltado por dos muros blancos y sólo le queda aligerar la marcha y si puede, correr que se las pela, como hacen en los sanfermines, no vaya a ser que se tope con un mihura en forma de Renault, Seat o de cualquier otra ganadería a motor.

Eso sí, en la curva terrorífica los coches sólo pueden ir a 30 kilómetros por hora, suficientes para empitonar a cualquier peatón incauto. Que fluya el PGOU.