El presidente de la Asociación de Monitores Ambientales Almijara, Miguel Ángel Barba, también hizo ayer un llamamiento a controlar y actuar contra las cotorras argentinas, considerada especie invasora por el catálogo oficial y que cuenta, según el Departamento de Biología Animal de la UMA, con 5.000 ejemplares en la capital malagueña. «En nuestra opinión, en todos estos casos en los que se introduce y hay una representación masiva de especies alóctonas, hay que controlarlas de alguna forma desde el principio. Si se hubiera actuado en los noventa, cuando se detectaron las primeras cotorras argentinas en Guadalmar o el Guadalhorce, sólo hubiera habido que controlar a diez o doce ejemplares», señala.

«Ahora hay miles, están afectando a muchos espacios ocupados por especies autóctonas, no tanto como ocurre con las cotorras de kramer en Sevilla, que atacan a los murciélagos, pero sí en cuanto a ocupación de espacios de otras especies de aves autóctonas», señala. ¿Cómo deben ser controladas? «Como sea», dice. Desde su punto de vista, sería necesario ir quitando todos los nidos de estos loros, aunque «hay científicos que dicen que si se quitan los construyen en otro sitio». Además, esos nidos pensan mucho y son peligrosos para los viandantes. Él aboga por capturarlas de forma masiva y el resto, esterilizarlas. «Así es inviable que haya pequeñas aves insectívoras, está todo copado», dice. Eso sí, reconoce que esterilizarlas a todas es complicado. «Hay que capturarlas de manera masiva, pero retirar cantidades industriales, antes de que se introduzcan en zonas en las que puedan arrasar cultivos, como ocurre con el mango, por ejemplo». Se refiere a la Axarquía.

Este loro puede comer prácticamente de todo en su dieta herbívora, tiene una gran capacidad reproductiva, es colonial y anida en nidos, no en huecos como el resto de aves de su especie. «En la zona del Guardalhorce, se meten en las zonas de cardos borriqueros, que es lo que comen los verdones y los jilgueros, que ahora no se acercan a esos sitios a comer», declara, e insiste en que hay que actuar. ¿De qué manera? Eso, indica, deben determinarlo la Junta, el Ayuntamiento y las autoridades de sanidad animal. En cuanto al método de dispararles con balines, usado en Zaragoza para eliminar 700 ejemplares, considera que es «controvertido, disparar dentro de la ciudad, habría que ver qué balines, si son de plomo, por ejemplo, luego otras aves se los pueden comer y morir envenenadas».

En la ciudad, sobre todo, la afección sobre otras especies se da en los gorriones, «porque se comen lo que ellos comen». Además, indica, los gorriones anidan en los árboles, y las colonias de cotorras argentinas son muy grandes, anidando en palmeras y eucaliptos y expulsan a los gorriones. «Cuando ven un grupo de cotorras gritando, se espantan y se van». Además, afectan a muchas aves insectívoras que pasan aquí el inverno, «cuando llegan a los árboles para dormir y ven 30 o 40 cotorras dando gritos, las espantan de un árbol a otro», dice en referencia a los jilgueros, verdones y verdecillos. «Estos tres pájaros se alimentan de semillas de cardos, y yo he visto en el paraje natural del Guadalhorce cómo llegan bandas enormes de cotorras argentinas para comerse ellas las semillas», señala, es decir, desplazan a las aves autóctonas.