Los lectores que, con paciencia franciscana, hayan seguido las cuitas de esta crónica pateada de Málaga que ya lleva 20 años, quizás concluyan que hay asuntos que se repiten más que el chorizo.

En defensa de la reiteración, suelen volver a la palestra al tratarse de asuntos que no terminan de solucionarse. Es el caso de un vetusto solar que asoma por la calle Velarde y que en tiempos de Chindasvinto acogía en su seno varias casas mata.

Lo sacamos de nuevo a colación porque hace unos días, tras la publicación de un reportaje en este diario sobre lo que llevan soportando unos vecinos con un solar abandonado en calle Agustín Parejo, a dos pasos del perchelero Llano de Doña Trinidad, la Gerencia de Urbanismo logró ponerle las pilas al propietario, que ha informado de que no sólo retirará la basura sino que, por si fuera poco, construirá viviendas y oficinas.

A ver si suena la flauta con la parcela de calle Velarde, o quizás conste como calle Pedro Marcolani, calle Covarrubias o calle Cesáreo Martínez, los otros tres lados de este cuadrado reverdecido. Porque lo cierto es que si alguna productora busca una versión barata de los Alpes austriacos, con un poco de atrezzo lo tendrá en esta parcelita que, pese a sus dimensiones, tiene sus cerros y trochas. Y por supuestos, sus gatos.

En 2001, en casi todo el terreno subsistían las casas mata, pero ya en 2004 faltaban de su domicilio, así que la conversión de la pastilla en parcela alpina tuvo lugar, como mínimo, hace 15 años. Esta circunstancia, sin embargo, no ha sido mérito suficiente como para que este rincón de la Trinidad sea incluido en el Registro Municipal de Solares.

Animamos por tanto a la Gerencia de Urbanismo a que dé con los propietarios y que a su vez les anime a salir del sopor. Estamos seguros de que una construcción en esta parcela (pues así está previsto en el PGOU) acabaría con el preocupante abandono del entorno, del que otro día hablaremos.

La coma

De manera cíclica, y aunque el Ayuntamiento ponga todo su empeño en dejarlo inmaculado, en las paredes del túnel de la Alcazaba se van colando las pintadas más variopintas.

En una de ellas, en la que su autor parece enfadado como un mono con el planeta, opta por 'cagarse', con perdón, en todo, sin más. Lo asombroso es que a continuación suelta una interjección pero esta está separada por una coma, algo bastante inusual -el respeto por la Ortografía- en estos desahogos pictóricos.

Aunque no compartamos su sueño imposible de hacer de vientre en todo lo que se mueva, esa coma es una ventana de esperanza en el azaroso mundo de la Educación, que pierden enteros frente a la ola arrolladora de las imágenes y los whatsapps escritos con el dedo gordo del pie.