En Málaga, se ha convertido ya en una longeva tradición el echar mano de calle Larios como el no va más, la meta a la que cualquier calle de Málaga debe aspirar.

El caso es que si la calle que sea no llega a la meta -argumentan muchos vecinos- se debe a que el Ayuntamiento no la mantiene como los chorros del oro, algo que sí hace con la calle del Marqués de Larios.

De esta forma, el ejemplo al que echan mano los vecinos se convierte en un doloroso contraste entre la esplendorosa calle principal del Centro Histórico, reconvertida en un bosque de luces y oros en Navidad, y la piltrafa de vía sobre la que quieren llamar la atención.

La calle Larios también sirve de contraste con otros espacios de la ciudad, aunque no sean una calle ni un callejón.

Con el recuerdo todavía reciente de la vía más celebrada de la ciudad arropada por arcos ojivales, estrellas, villancicos y ráfagas multicolores, pasear por la plaza de San Pablo es como pasar de la final de Champions a un encuentro en la cumbre de Tercera Regional.

Y no es porque el sitio desmerezca, ni mucho menos. La preciosa reinterpretación del gótico de la parroquia de San Pablo, obra del mismo autor del Teatro Cervantes, Gerónimo Cuervo (se escribe con ge, no con jota, por mucho que se perpetúe el error en el callejero de Málaga), así como la amplitud de la plaza hace posible que podamos disfrutar la iglesia mucho más desde la parte posterior que desde la fachada principal de la calle.

Y sin embargo, qué desperdiciado y descuidado está este espacio, diseñado de aquella manera, como un gran páramo salvo el pequeño oasis de palmeras y la propina de un par de bancos tan sinuosos como incómodos, de ahí que la duda estribe en si se colocaron para fomentar el descanso y la tertulia o para evitar las dos cosas.

En cuanto al descuido de la plaza, sólo hay que seguir los rastros de porquería que la jalonan, ya sea en forma de goterones o de chorreos varios más caudalosos.

El suelo de la plaza está negro de mugre desde hace años. Una situación que, tienen razón los vecinos, en calle Larios habría sido atajada el mismo día. No es el caso de este espacio, situado en la Trinidad o en esa cosa tan rara que el Ayuntamiento 'bautiza' de vez en cuando como Trinidad-Perchel, desprovisto de artículos y de cualquier atisbo de personalidad.

La única explicación a tanto abandono no puede estar en el hastío existencial de algún responsable. Quizás se deba a la presencia de tres solares escoltando la plaza y a las perspectivas de que la urbanización de las parcelas conlleve de rebote alguna propina para mejorar este céntrico rincón trinitario.

Mientras tanto, se agradecería un poco de agua y jabón, a la espera de tiempos mejores. La plaza de San Pablo no es calle Larios, pero tampoco es un descampado en lo alto de los Cárpatos.