Málaga no sólo es una tierra de contrastes y crisol de culturas, como reiteran desde hace medio tantas guías turísticas y tantos concejales del ramo, también es una tierra rica en comparaciones. Muchas de ellas son de lo más ingeniosas, fruto de la observación o de la deducción, como «tragas más que una alcantarilla nueva» o «tienes más años que un bosque».

En relación con la longevidad de los fenómenos naturales, también se escucha por Málaga eso de «eres más antiguo que la humedad». Esta, no sólo está cargada de millones de años, también es misteriosa e impredecible.

Estas dos cualidades de la humedad la siguen experimentando los niños que, cada semana, tratan de jugar al fútbol en un campito de deportes pegado al cauce al aire libre del arroyo del Cuarto, muy cerca del puente que separa el barrio de la Granja de Suárez.

En abril del año pasado este diario ya se dio una vuelta por el terreno de juego, que entonces, tras las lluvias de unos días antes, estaba más próximo a una pista de waterloo que a un campito de deportes.

La asociación de vecinos explicaba entonces que lograron eliminar unos muretes que lo rodeaban, en la creencia de que eso daría salida al agua, pero no ha sido así, los charcos continúan, el agua se estanca y el resultado final, desde el punto de vista del olfato, no es precisamente agua de rosas .

En abril de 2019 este periódico habló con un grupo de niños que lo tenían complicado para usar el campo. Lo curioso es que, como explicaba uno de ellos, la pista sólo se usa para jugar al fútbol y no al baloncesto, pero cuenta con canastas y no tiene porterías, así que se apañan con el método clásico de señalarla en el suelo con mochilas o con un poco de pintura en la pared.

El regreso este año de esta sección al campito confirmó que la humedad es más antigua que un olivo milenario y sobre todo, tan pertinaz como su contraria, la sequía. Siguen los charcos y detalles tan frikis como una tapa de registro en mitad de la pista.

¿Qué misterio hidráulico esconde este terrenito de juego para albergar tanto charco? El año pasado, el Ayuntamiento informó de que enviaría a los técnicos para inspeccionarlo, por si había que pedir alguna explicación y exigir reformas a la empresa que eliminó los muretes.

Hace unos años, se publicó en España un precioso cuento inédito de Robert Louis Stevenson que narraba la rica vida interior de un poco de agua, poblada de microorganismos.

Idéntica cantidad de vida microscópica podremos encontrar en estos charcos casi perpetuos, con lo que, como mal menor, la pista de baloncesto podía convertirse en un espacio educativo. Para tal fin, en lugar de balón de fútbol los niños de Carlinda sólo tendrían que llevar su microscopio. Es una posible solución. Quien no se consuela...