El mundo se ha parado, pero algunas personas están más lejos de casa que otras. La Universidad de Málaga (UMA), así como otros centros andaluces, puso fin a las clases presenciales debido a la crisis del coronavirus, y muchos estudiantes se han quedado atrapados en la provincia malagueña sin poder decir «hogar, dulce hogar».

Ahora todos los días parecen domingo. Aburridos, monótonos y agobiantes. Es como aquella película en la que una universitaria revive el mismo día una y otra vez ('Feliz día de tu muerte'). «Psicológicamente está siendo horrible. Me siento con ganas de hacer mil cosas, pero es como si estuviera en una burbuja que no me deja», expresa Martina Sánchez, estudiante del Sistema de Intercambio entre Centros Universitarios Españoles (SICUE) de la UMA.

Martina es de Asturias y su experiencia en Málaga ha acabado tres meses antes de lo esperado. Su compañera de piso, Tania Romero, es de Pontevedra y se encuentra en la misma situación. Ambas universitarias comparten piso con dos más, y al empezar la cuarentena decidieron que o se iban todos o no se iba ninguno. «Hemos sido como una familia», asegura Tania. «Cada uno hacíamos nuestra vida y ahora es todo conjunto. En los fines de semana hacemos un postre y nos ponemos a jugar a juegos de mesa para matar el tiempo y despejarnos un poco», agrega.

Las alumnas de Periodismo destacan que el compañerismo hace que los días en confinamiento sean más fáciles y agradables. «No hemos dejado que una chica de la casa, que es grupo de riesgo, saliese a hacer algo que podíamos hacer los demás, que no somos grupo de riesgo», resalta Martina.

Rocío González también es estudiante SICUE, pero no ha tenido tanta suerte como Martina y Tania, pues sus compañeras de piso se han marchado. «El hecho de estar sola, lejos de mi casa, se me hizo muy cuesta arriba», declara la joven, natural de un pueblo de Huelva. Rocío detalla que en la mayor parte del tiempo habla por WhatsApp con sus familiares y amigos para intentar hacer más amena la cuarentena, y cuenta que también dedica el tiempo a realizar tareas de la universidad, ver series y jugar a algo para evadirse.

Hay otros universitarios que no son SICUE, pero han venido a Málaga para hacer la carrera. Es el caso de Antonio Jesús Moral, que es cordobés y cursa Publicidad y Relaciones Públicas en la UMA. Así como Rocío, Antonio explica que lo que más le ayuda a despejarse es hablar con los amigos y la familia. El estudiante garantiza que, aunque no lo parezca, la distancia acerca: «El otro día intenté enseñarle a mi madre por videollamada a poner Netflix en la televisión. Me tiré toda la tarde de risas, y hacía mucho que no me reía con ella», relata.

La situación afecta también a los que están de intercambio. Según el informe de la UMA del curso 2019-2020, se ha recibido 1.578 alumnos de movilidad internacional. Ante la crisis del coronavirus, muchos no pueden volver a sus países, por lo que Angélica Molano y Bryan Rocha, ambos estudiantes de Derecho, se encuentran a un océano de distancia de sus hogares: Colombia y Brasil, respectivamente.

«Uno espera venir acá para viajar y conocer, pero no se pudo. A Colombia no puedo volver porque mi país cerró fronteras, así que no es una opción», recalca Angélica. La estudiante de intercambio apunta que es difícil afrontarlo emocionalmente, pero que al final uno se acostumbra. «Tener la mente ocupada te ayuda a estar bien», afirma. Por ello, Angélica tiene una lista de pasatiempos: ver películas, hacer videollamadas, jugar al parchís y aprender a cocinar.

Asimismo, Bryan dedica su tiempo libre a hacer cursos online y a practicar deporte. «Durante la cuarentena me estoy esforzando más para lograr mis metas, porque ahora es necesario hacer algo para mantener nuestra salud mental», comenta. El joven indica que el confinamiento le está enseñando a valorar lo que tiene, y que él y sus compañeros de piso están más unidos que nunca.