Si recuerdan la película francesa Mi tío, que ganó el Oscar a la mejor película extranjera en 1958, recordarán que el protagonista y director del film, Jacques Tati, vive en un barrio de París lleno de vida, y en concreto en una vivienda completamente de locos, repleta de ventanucos, cubículos, requiebros y escaleras que hacen subir y bajar al inquilino antes de que pueda llegar a su hogar.

Un estudio muy bonito de hace unos años comparó la casa de Mi tío con las viviendas de autoconstrucción que sus propietarios fueron levantando, con tesón y también con mucha imaginación en las playas de El Palo, aunque las de Pedregalejo y La Araña siguieron el mismo patrón.

Como aseguraba un escocés que por primera vez visitó nuestra tierra, lo que más le llamó la atención fue comprobar que todas nuestras casas eran distintas y de colores tan diversos, nada que ver con las kilométricas hileras de casas clonadas de Gran Bretaña.

Pese a que la falta de uniformidad en ocasiones pueda rozar la multa urbanística, pues hay malagueños que un día colocan un sombrilla en la terraza y al día siguiente deciden techarla y ganar una planta, la uniformidad no deja de tener su gracia.

También las soluciones urbanísticas que parten del Ayuntamiento pueden salirse de la tangente y recordar, por su imagen final y sus requiebros, a la casa parisina de Jacques Tati.

Lo comprobarán todos los que quieran ir de la Calzada de la Trinidad, la que da a la parte trasera del mercado de Bailén. Allí se toparán con una escalera metálica que, de haberse construido en madera, evocaría una gigantesca maquina romana para asaltar ciudades amuralladas.

En realidad la complejidad de la estructura radica en el gran desnivel entre la Calzada trinitaria y esta calle, de las que no se la salta un galgo, si acaso un paracaidista.

Como la diferencia de metros es tan grande, no había forma humana de colocar una escalera clásica, de las que descienden en suave pendiente, porque la rampa taponaría la entrada al centro ciudadano que hay anexo al mercado y también el aparcamiento de enfrente.

La solución o quién sabe si el mal menor ha sido empotrar esta estructura, que permite al peatón ascender y descender sin apreturas, a lo largo de una plataforma amplia , suponemos que pensada para el trajín de los carritos del mercado.

La prolongada escalera en rampas soluciona la comunicación, aunque no sea el artefacto más estético del mundo. Hablamos, en todo caso, de una calle sin salida que lucía al final un solar y un tremebunda pared de ladrillo. Algo ha mejorado con el cambio.

La estructura no es perfecta pero como la casa de Jacques Tati, 'el tío' de la película, no deja de tener su encanto.