Málaga pasa de fase en este plan de desescalada mientras en las alturas políticas, Madrid, claro, Vox y Podemos se han dedicado a navajearse todo lo posible a ver quién se lleva el gato al agua: a los primeros, los verdes, les va el tema patriotero y el verbo férreo y directo, cuando no el insulto (¿de verdad es penalmente defendible que los políticos socialistas han prevaricado o cometido homicio imprudente por no prohibir eventos? ¿Para eso ha quedado ya la justicia?) y relativizar los derechos humanos. A los segundos, les viene bien el terreno de juego embarrado y hablar de golpes de estado que sólo ocurren en la calenturienta mente de un tipo que, recuerden, ha laminado a toda la oposición interna en su partido. Y en esas, los partidos que deberían estar llamados a la moderación, a llevar sobre sus espaldas la estabilidad del sistema, pues haciendo dejación de funciones: a Pedro Sánchez, del PSOE, le debería venir bien recordar qué es lo que pasa cuando se juega a ningunear al partido conservador y aupar a los ultraderechistas; y al PP, que tensionar la palabra para lograr rédito político creciendo por el flanco extremo de la diestra sólo trae lo que ya estamos viendo en la calle: protestas e historias. Tenían nuestros líderes un momento histórico, uno de esos instantes que retratan el espíritu del tiempo que nos ha tocado vivir, para unirse, para remar juntos en la solución de los problemas comunes, para coser, pero con treinta mil muertos contados oficialmente, más varias decenas de miles más que no se quieren reconocer y no constarán salvo en archivos secundarios, y con la economía a punto de entrar en barrena, era el tiempo de un gran pacto de Estado, de unos Pactos de la Moncloa, pero hace tiempo dijo ya uno de los expresidentes del Gobierno, experto en medrar a través de puertas giratorias, que habíamos abandonado el consenso de la Transición. Y así es. Compramos la reflexión, no la trayectoria del personaje. Ya estamos en un escenario al estilo venezolano. Todo lo que puede pasar, a partir de ahora, es malo. En el partido morado, algunos inconscientes sonríen y en el verde se frotan las manos.

En ese marco general, y con la caza del hostelero como actividad preferida de algunos tuiteros, Málaga pasa a la fase 2 desde mañana y el horizonte que se abre es inmenso: habrá oportunidad de comprobar si la ciudadanía cumple con las recomendaciones sanitarias, pese al 10% de descerebrados que tenemos en toda ciudad; y cómo va comportándose la economía, basada fundamentalmente y mal que nos pese únicamente en el turismo y en el ladrillo. Dice Garzón que la primera es una actividad de bajo valor añadido y cree el cronista que algo de eso hay, pero que otras muchas empresas están dando ejemplo de innovación y sostenibilidad. Y, a lo mejor, la idea es que las escuelas de hostelería estén como tienen que estar y la educación sea de verdad, en este aspecto, al menos, una formación de élite, después de los espectáculos dantescos al que asistimos con La Cónsula. Porque, que me lo expliquen: hemos de diversificar la economía. Vale. Lo llevo escuchando desde los 20 años. Tengo casi 40. ¿Pero todos vamos a ser ahora megaingenieros en el PTA o en otros valles tecnológicos de todo el mundo? Pues mire, no. También hacen falta buenos camareros, fontaneros, periodistas y tenderos. Y poco puede hablarse de diversificar la economía cuando el horizonte más prometedor para cualquier andaluz de entre veinte y cuarenta años es ser funcionario, porque la alternativa es ser cachorro de un partido o tener un apellido ilustre, como sabemos bien en esta ciudad.

Con ese marco general de fondo, el alcalde, Francisco de la Torre, auspició esta semana la celebración de un foro que se ha dado en llamar 'Málaga Sana' y que, en teoría, ha de explorar cómo reconstruir la ciudad y cómo hacer que esta esté preparada para aprovechar los vientos alisios de la recuperación económica. Y será la primera de varias de esas reuniones o mesas por un gran pacto. Ya hace dos viernes recibió a los portavoces de todos los partidos para recoger sus propuestas. El alcalde va a liderar, o quiere liderar, ese pacto de reconstrucción, el camino que debería tomarse en el país. Una vez más, desde la quinta (o la sexta, según se mire) ciudad de España se marca el camino que aconsejamos en este periódico y que otros muchos analistas han señalado. No puede haber sendero sin consenso, sin hablar, sin saber por dónde vamos. Claro que todo esto implicará una redefinición del modelo de ciudad.

Ya saben que el turismo y la hostelería son los que nos da de comer pero es urgente encontrar un equilibrio, un camino de sostenibilidad para ambas actividades si queremos que nos duren en el tiempo y, al mismo tiempo, un vecino del Centro o del Romeral, que hay que vivir en su piel el tema del ruido, pueda descansar como merece o las viviendas turísticas no supongan elementos disruptivos en las comunidades de vecinos ni el turismo residencial avance con voracidad como ocurrió en los años de Gil. Nadie dice que esas no puedan seguir siendo nuestras vías para respirar económicamente, pero Málaga no puede, no debe morir de éxito y ello implica hacer una introspección conjunta, una reflexión, como bien dijo el alcalde, que permita abrir el Ayuntamiento a la ciudad.

Claro que ello implicará también reprogramar los muchos proyectos, y millonarios algunos de ellos, que el alcalde tiene para la capital de la Costa del Sol. Ahora, en una crisis galopante en lo que lo primero va a ser que los malagueños que no tienen enchufe alguno, la mayoría, puedan tener un plato de comida tres veces al día encima de la mesa, el fin del dinero está claro, aunque De la Torre considera que muchos de esos proyectos, como el soterramiento del eje litoral, el auditorio, la tercera ronda que unirá la Axarquía con la Costa del Sol Occidental -un empeño de nuestro regidor- podrán servir como acicate a esa recuperación, como agarraderos para la inversión en una ciudad que, aunque ha crecido mucho y pese a los turismofóbicos de Twitter, necesita abrazar la sostenibilidad en todos los ámbitos.

Y la gran política, la de trazo gordo, no nos hace olvidarnos de que el exportavoz de Cs, Juan Cassá, es quien tiene sobre sus hombros las claves de la ciudad en los próximos tres años. Ya en el grupo de ediles no adscritos, en los plenos extraordinarios del pasado jueves votó como si fuera uno más del PP y sacó adelante los proyectos del equipo de gobierno, lo que no es sino una señal de responsabilidad, como otras tantas que dio Cassá en la pasada legislatura. Se sigue conjeturando con la posible moción de censura con la izquierda, el PSOE y Adelante Málaga, pero ahora no es el momento, parece ser; el alcalde ha intentado que entre en el equipo de gobierno y el grupo municipal de Cs ha dicho que nones, que lo que tiene que hacer Cassá, que necesita, sin duda, un asesor de imagen a tenor de los comentarios en redes que suscita cada noticia que protagoniza, es irse por donde vino y, como firmó en la Carta Ética, devolver el acta de edil y adiós muy buenas. Que corra la lista y entre el siguiente. El marrón que se está comiendo Noelia Losada, edil de Cultura y Deporte, con esta historia es de campeonato, aunque como indicaron en su día fuentes populares su solvencia y capacidad de gestión sorprendieron y ahora, agradan.

Andan estos días haciéndole la ITV los naranjas y los populares al pacto de cogobierno firmado por ambas formaciones el pasado mes de junio, tras las elecciones municipales. Volverán a verse. En la Casona del Parque, todos han mirado de reojo estos días a Susana Carillo, alcaldesa accidental. Hay cruz de navajas al amanecer entre algunos. También hay quien ha sabido leer bien estos tiempos políticos y a base de hablar con unos y con otros logró el otro día en los plenos extraordinarios que se aprobaran más de ocho millones de euros en sendas modificaciones de crédito con el apoyo de todos los partidos: hablo de Carlos Conde, edil de Economía y Hacienda. Unos a coser, otros a incendiar.