Francisco condujo la noche del 18 de julio de 2016 los 25 kilómetros que hay desde el barrio granadino de Cerrillo de Maracena hasta Padul pensando en la velada que tenía por delante. Carlos, veinticinco años más joven, le había invitado a una fiesta en la que iban a participar otras dos jóvenes, una de ellas menor de edad. Pero en la vivienda del anfitrión estaba escondido François, que a la señal acordada se abalanzó violentamente sobre el invitado para taparle la cabeza con una toalla.

El cadáver de Francisco, que estaba a punto de cumplir 50 años, fue hallado calcinado al día siguiente en uno de los hoyos que el dueño de una finca de Pinares de San Antón, en Málaga capital, había hecho para plantar unos olivos. La autopsia reveló traumatismos contusos en la zona ocular izquierda, mandíbula, hombro y pierna derecha y lesiones en el cuello como consecuencia del estrangulamiento que le quitó la vida. La Audiencia Provincial de Málaga ya ha condenado a los tres adultos implicados en un crimen repleto de crueldad y despropósitos. Carlos y François suman 13 años y 6 meses de prisión cada uno por asesinato, dos por detención ilegal y otros dos por delito de robo con violencia con instrumento peligroso, mientras que Silvia ha sido sentenciada a 5 años y tres meses como cómplice de asesinato y a las mismas penas que sus compañeros por los otros dos delitos. Los tres reconocieron en el juicio un relato aterrador.

La resolución resume que el consumo de drogas llevó a Carlos a acumular una deuda que le urgía saldar. Necesitaba dinero y, junto a los otros dos condenados y la menor, decidieron engañar y robar a Francisco, un pensionista que vivía en Granada con el que tenía cierta amistad. Una encerrona en la que los implicados inmovilizaron a la víctima nada más llegar. Usaron bridas para atarle de pies y manos y un pañuelo para amordazarle. Le quitaron la tarjeta de crédito y le obligaron a darles la clave golpeándole con gran violencia, amedrentándolo con una pistola de gas que el anfitrión tenía en su casa y torturándole con unas tenazas. Con la contraseña en su poder, las chicas fueron al cajero de la Caja Rural de Padul y extrajeron 300 euros que se repartieron entre todos en cuanto regresaron. Ellos, por su parte, entregaron la pistola a las jóvenes para que vigilaran a la víctima mientras se dirigían a su casa con las llaves que le habían arrebatado. Allí se apoderaron de un móvil, joyas, unos prismáticos y un ordenador portátil.

De nuevo en la casa de Padul, el grupo decidió acabar con Francisco para evitar que los denunciara. Lo metieron maniatado y amordazado en el maletero del Opel Astra que Carlos tenía en su garaje y todos se dirigieron a Málaga con la idea de encontrar un lugar poco frecuentado. Durante el viaje pararon en dos gasolineras para comprar una garrafa y combustible. La improvisación les llevó hasta una finca localizada al noreste de Pinares de San Antón. Carlos y François sacaron a la víctima del maletero y la estrangularon mientras las chicas observaban la escena desde el interior del coche. Arrojaron el cadáver a uno de los agujeros que había en la zona para plantar olivos, le prendieron fuego con la gasolina y abandonaron el lugar a toda velocidad. Apenas recorrieron unos metros y cayeron por un terraplén del que fue imposible recuperar el coche. Lo abandonaron y caminaron monte abajo hasta llegar un bar del barrio de La Mosca, donde pidieron un taxi que les llevó a la estación de autobuses de Málaga para regresar a Granada después de haber dejado un generoso reguero de pruebas. Sobre las 00.30 horas del 20 de julio, Carlos y François volvieron a utilizar la tarjeta de crédito del fallecido. Sacaron otros 300 euros del cajero del Banco Popular de Padul cuando tenían al Grupo de Homicidios de Málaga prácticamente encima.