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Alcorques exóticos en la calle Mariano de Cavia

Al menos desde 2008 no hay rastro de árboles en dos alcorques de esta calle, mientras en otros dos algún vecino parece haber plantado sendas palmeras que dificultan el paso

Alcorques exóticos en la calle Mariano de CaviaA. V.

Aunque algunos piensen que los teólogos concentran todos sus esfuerzos intelectuales en elucubrar sobre las cosas que hay por encima de las nubes, no es cierto. Gran parte de ellos dedican sus energías a lo que sucede al pie de la calle.

Tomamos hoy la frase de uno de estos teólogos 'terrestres', el alemán protestante Paul Thillich, para enlazar con la crónica de hoy, porque este profesor de Harvard dijo -por supuesto 'en cierta ocasión'- que la metrópoli, «provee algo que, de otro modo, sólo podría observarse mediante los viajes: a saber, lo extraño».

Y así es. Muchos malagueños lo habrán aprendido durante las semanas de cuarentena, no es necesario tomar los bártulos y marcharse donde el Señor perdió la sandalia para toparse con lo extraño o lo llamativo.

Sin necesidad de encender la tele y asistir a un debate en el Congreso, basta con asomarnos por el balcón o dar un pequeño paseo para encontrar lo exótico sin tener que hacer cola en la puerta de embarque.

Uno de estos lugares que escapan a la lógica -salvo quizás a la lógica administrativa- se encuentra en Málaga, aunque en realidad podemos encontrarlo en muchos rincones de la ciudad.

Se trata de la calle Mariano de Cavia, en el Valle de los Galanes. Esta última denominación es la del 'extinto' barrio entre Pedregalejo y El Palo, situado entre el arroyo de los Pilones y el Jaboneros. 'Extinto' porque tras la llegada del paseo marítimo de Pedregalejo, a toda la zona entre la Torre de San Telmo y el Jaboneros se le empezó a llamar por extensión Pedregalejo, y así consta ya en los mapas municipales, que desplazaron el Valle de los Galanes hacia arriba.

Pues en una de sus calles, Mariano de Cavia, en la parte que hace esquina con la avenida Rosales, da la impresión de que los alcorques se van reponiendo por los vecinos ante el silencio administrativo y botánico del Ayuntamiento.

Ahora mismo hay dos alcorques en cuyo interior alguna persona bienintencionada ha plantado dos palmeritas, una de las cuales dificulta el paso de la acera por lo tupido de sus hojas, que llegan a la altura de la cabeza. Sin duda, no es la especie más acertada en este entorno en el que hay plantados naranjos y sobreviven veteranas robinias o falsas acacias, unos árboles mucho más estilizados.

A continuación hay dos alcorques que se encuentran vacíos de contenido por lo menos desde hace 12 años, desde 2008, según evidencian las fotografías del Google Maps.

A continuación, nada más doblar la esquina y entrar en la avenida Rosales, un tercer alcorque aparece sin árbol alguno al menos desde hace siete años.

Alcorques que se perpetúan durante años en su vaciedad o que reciben los erróneos cuidados de los vecinos. El exotismo de toda ciudad mediterránea a la vuelta de la esquina.

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