Como los galos de Astérix, entre los malagueños amantes del ciclismo existe una minoría irreductible, en este caso bastante reacia a cumplir con las normas de tráfico.

De este modo, como si estuvieran en un bufé, sólo escogen aquellas que no suponen una interrupción muy brusca de su paseo en bicicleta.

Así, es normal ver a ciclistas de esta minoría saltarse semáforos en rojo, no por un problema de daltonismo, sino porque, según su irresponsable punto de vista, ¿quién es el semáforo para prohibir avanzar si no se ven coches en el horizonte?

Quien más quien menos se ha topado alguna vez con estos peligrosos animales de bellota que ponen en riesgo sus vidas y las de los demás.

A este respecto, un servidor, hace un par de años estuvo a punto de ser atropellado en un paso de cebra por uno de ellos, pero el ciclista infractor adujo en su defensa, una vez sobrepasado el semáforo en rojo y a voz en grito, el haber esquivado con presteza al firmante.

Con semejante razonamiento, basta ya de achacar a los neandertales los tópicos más negativos cuando una minoría de Homo sapiens con manillar y pedales deja a la altura del betún a nuestra especie.

El último episodio de ciclistas irreductibles lo tenemos en el paseo marítimo de Pedregalejo. La noticia nos la cuenta una conocida periodista madrileña de raíces malagueñas, residente en el barrio que ha podido hablar con la Policía Local.

Como saben, desde que en pleno estado de alarma se juntaron ciento y la madre en este estrecho paseo, el Ayuntamiento decidió cortar el paso a los ciclistas para reducir el riesgo de contagio.

En la actualidad, el tramo que va desde los Astilleros Nereo hasta el Merendero El Merlo está prohibido a los ciclistas y señalizado en ambos extremos por sendas vallas con señales muy claritas. La inmensa mayoría de los ciclistas, personas civilizadas, obedece y o bien pedalea por la pista de la playa, junto al murete del paseo, o bien lo hace por calle Bolivia.

Pero unos pocos e irreductibles ceporros se hacen los suecos y continúan atravesando el paseo marítimo. Y si escuchan la moto de la Policía Local patrullando, se meten por algún callejón hasta que pasan de largo y asunto arreglado.

Ahora, según explica esta periodista, la táctica seguida por algunos de ellos es todavía más atrevida: mandan al agua la valla que hay junto a Nereo y así pueden alegar que no hay señal alguna de prohibición si son preguntados por los agentes.

Al parecer, dos vallas han probado ya la humedad del Mar de Alborán y la policía ha tenido que colocar una tercera. Que se sepa, ni en los excéntricos festivales de deporte escocés existe el 'voleo de valla' practicado por estos ciclistas de manos largas y civismo corto. En todas partes cuecen habas. En Málaga, vallas.