Mhamed Lamrani estuvo más de tres meses con su furgoneta aparcada, sin saber al principio que no volvería a trabajar en un largo periodo, ni que la próxima vez que lo hiciera todo sería muy distinto a como estaba acostumbrado.

Lamrani es uno de los miles de vendedores ambulantes de los cientos de mercadillos repartidos por toda la Costa del Sol.

Aquel 12 de marzo lo tiene grabado en la retina y a fuego en su memoria: «Volví a casa y nos dijeron que ya no podíamos volver a trabajar hasta nuevo aviso. Lo único que pensé fue ¿y qué hago yo ahora?».

Pero esos días se alargaron en el tiempo, al igual que su angustia: «Tengo una hipoteca que pagar, los recibos se acumulaban y no teníamos en casa ningún ingreso», recuerda.

Pero el gremio de los vendedores ambulantes comenzó a ver la luz al final del túnel cuando una de las ayudas del Gobierno iba a ser destinada a personas en sus misma situación: «Eché lo de la mutua, al ser autónomo no podía reclamar a ninguna empresa nada. Con esto respiré un poco más tranquilo pero no estaba muy convencido», dice Lamrani.

Pero aún así la desconfianza persistía: «Yo no tenía muchas esperanzas en esto, nunca me han dado ayuda ninguna. Se creen que al ser autónomo eres millonario, pero no. Cuando pasa algo te quedas con una mano delante y otra atrás», denuncia.

A mediados de abril comenzaron los primeros ingresos pero en caso de algunos «no eran suficientes», como en casa de Mbarek El Qari, vendedor. «Tras casi dos meses sin dinero me ingresaron 600 euros, tengo 4 hijos, una hipoteca y gastos, dime tú qué haces con 600 euros al mes», reclama El Qari.

Pero no todos tuvieron la misma suerte que él. Hay casos como el de Lamrani donde lo único que recibieron fue «calderilla»: «Me dieron 300 euros en abril y hasta el día de hoy sigo esperando que me ingresen algo más», dice con tono irónico.

Durante el parón las facturas se acumulaban, y no había ni dinero ni posibilidad de realizar los pagos: «Las tasas de los puestos hay que pagarlas, durante la pandemia no lo pagamos e imaginamos que nos las iban a perdonar, pero en el momento en el que comenzamos la actividad llegaron recibos de los meses atrás. No tiene sentido que pague por no ir a trabajar», declara Manuel Cortés, comerciante.

La vuelta y las pérdidas

Tras 100 días, Lamrani y El Qari volvieron a poner en marcha sus furgonetas y pusieron rumbo a su primer mercadillo, el de Marbella. Desde hace años son vecinos de puesto pero la vuelta al trabajo y las nuevas medidas han supuesto que apenas ya se vean. «Ahora hay que alternar los días, vas un fin de semana sí y otro no. Antes venía todos los sábados, ahora solo dos al mes», dice Lamrani.

Las nuevas medidas de seguridad han reducido el aforo de los mercadillos a más de la mitad: «En Marbella hay 360 puestos y ahora solo pueden venir 180 y así en todos los mercadillos a los que voy», asegura.

Las medidas, unidas a la falta de turismo, se traducen en grandes pérdidas económicas en el sector. «Como el resto de servicios de la Costa del Sol, vivimos del turismo. En invierno la cosa está más floja pero teníamos esperanzas en remontar durante Semana Santa», afirma El Qari.

«Este año para nosotros ya ha terminado, sin turistas ni nada la temporada está acabada».

Durante los meses en los que los motores de sus vehículos estaban parados, en la parte trasera se amontonaba el polvo sobre la mercancía. Una mercancía que ya no es válida para la temporada del verano: «Compre mucha mercancía para Semana Santa pero ahora la intento vender, al menor precio porque es la única manera de darle una salida», dice Cortés

Los ingresos son pocos, con respecto a otros años: «No ganamos ni el 30% con respecto al año pasado, tenemos más gastos que ingresos»,asegura El Qari.

Esto es algo en lo que coinciden los tres, pagar por trabajar. «A estas alturas de mi vida no puedo dedicarme a otra cosa, solo queda aguantar. Durante la cuarentena me convertí en pintor, fontanero e hice de todo un poco, pero por ahora seguiré siendo vendedor», bromea Lamrani.

Lo aceptan, pero con resignación, aún así no pierden la esperanza ni las ganas de trabajar: «Solo espero que nos pongan una solución, reduzcan las tasas o algo. Mientras tanto, por lo menos tenemos salud, que no es poco».