Hace unos años, un recordado concejal de Urbanismo planteaba un dilema a los malagueños 'conservacionistas', al hilo del programado derribo de la casa de los Heredia Loring en Hoyo de Esparteros, hoy un prometedor solar a mayor gloria del exceso de altura dentro del Centro Histórico.

Sostenía el concejal que con esa actitud de impedir el progreso, tampoco habría sido posible abrir la calle Larios a finales del XIX. Y tenía razón. Pero si nos adentramos en la Historia ficción, entonces habría que preguntarse si el Centro de Málaga hubiera ganado más enteros si se hubiera mantenido como ciudad de callejuelas, conventos y edificios del Siglo de Oro y el Siglo de las Luces, al modo de una Toledo o Cáceres más evolucionada (salvando todas las distancias) o como el actual casco urbano del XIX, que también acoge en su seno disparates de los 70.

De cualquier forma, estaríamos elucubrando sobre la 'segunda calle Larios', porque, sin la propina de 'marqués', Málaga ya contó con una 'calle Larios' muchísimo más modesta, dedicada a la poderosa casa comercial y promotora inmobiliaria.

Durante los últimos años esta calle ha permanecido cortada a causa de las obras en los dos edificios que la escoltan, dos grandiosos cascajos, sustentados por ciclópeas vigas metálicas, no fuera a caerse la tramoya.

Y ciertamente, lo de 'tramoya' le viene como anillo al dedo ya que hablamos de la pareja de inmuebles casi gemelos frente a la plaza del Teatro. Como alguna vez hemos comentado en esta sección, los dos hermosos edificios, diseñados por Rafael Mitjana, fueron levantados hacia 1851 (los planos al menos fueron presentados ese año).

Costeó la operación la Casa Larios Hermanos, aprovechando el derribo años antes (1837) del Convento de San Pedro Alcántara.

Y aquí viene el nacimiento de la primera calle Larios: El gran investigador Francisco Bejarano nos informa de que, aunque en un principio los Larios iban a levantar un solo edificio, con una galería porticada para facilitar el paso, el Ayuntamiento al final impuso que por medio se abriera una calle, para facilitar la comunicación de los malagueños que desde calle Carretería querían acudir al Teatro Principal.

Esto explica que los dos edificios parezcan casi idénticos, pues en un principio iban a formar una sola unidad. Con el tiempo, la calle Larios cambió su nombre por calle Alcántara, en recuerdo del demolido convento, y la poderosa familia pasó a dejar su huella en la calle principal de Málaga.

La calle Alcántara ya está de nuevo abierta, una vez que desapareció la tramoya y a los dos blancos edificios de la Casa Larios les están dando los últimos retoques.

La calle es un suspiro pero un suspiro majestuoso, un antecedente de la calle del Marqués de Larios.