Málaga habría sido una ciudad bien distinta, mucho más hermosa y ordenada, si las fuerzas más vivas y espabiladas de la capital no hubieran conseguido arrinconar primero y tumbar después en 1964, Tribunal Supremo mediante, el Plan General de Ordenación Urbana de 1950, redactado por el preclaro arquitecto madrileño José Joaquín González Edo, que fue un auténtico lujo para nuestra capital.

Como recuerda el arquitecto Daniel Barrera en un trabajo sobre el urbanista madrileño publicado el 2016, al anularse el plan de González Edo, nuestra ciudad tuvo que regirse, como único elemento de edificación, nada menos que por las ordenanzas urbanísticas de 1902.

Gracias a tan artera estratagema, los constructores y promotores hicieron su agosto y en muy pocos años, de 1964 hasta el PGOU de 1971 que algo serenó las aguas, aunque no todas, Málaga se llenó de disparates urbanísticos que la asemejaron a la bravía ciudad de Atenas -la del siglo XX no la de tiempos de Pericles-.

En nuestros días, este gran urbanista que planificó, por ejemplo, un barrio de La Malagueta bastante menos masificado que el que tenemos y que trató de combatir -con escaso éxito- el taponamiento visual de la Catedral, cuenta con una modestísima vía que desemboca en la calle Mármoles.

Es todo un símbolo que un experto en planificación urbana tan perspicaz y civilizado pero también tan maltratado por las circunstancias históricas de su tiempo, cuente con lo que hoy por hoy es un callejón en el que persisten veteranos solares y algún resto de pared que parece haber sido asaltada por fuerzas enemigas.

Paradójico es también que el nombre de la calle, la placa municipal, esté escoltada por una prodigiosa maraña de cables, santo y seña de unas macrocompañías que se toman con bastante somnolencia el soterramiento generalizado de sus cables, con los que con tanta tenacidad han ensuciado casi todos los barrios de Málaga.

Pero hay soluciones temporales mientras los solares se edifican y los cables se van a tomar tierra... porque viento ya toman bastante. Así, un hostel que hay en esta calle ha colocado una especie de biombo vegetal, visible desde calle Mármoles, que aminora de forma efectiva la aspereza del paisaje.

Lo mismo ocurre con una enredadera, que no se sabe muy bien si coloniza la casa vecina, habitada, y parte de una casa cerrada a cal y canto o viceversa.

Además, si seguimos por la calle, delante de otra vivienda habitada los vecinos han colocado macetas y lo mismo luce la pared que linda con otro solar en ciernes. Si como decía Frank Lloyd Wrigth, ante los errores de los arquitectos estos aconsejan poner plantas, en la calle del arquitecto González Edo las plantas sirven para hacer la espera más grata hasta que asomen tiempos mejores.