Gracias a Carlos Sánchez, miembro del grupo de Facebook ´Lagares y cortijos de la provincia de Málaga´, hoy nos asomamos al pasado de las huertas que cubrían buena parte de La Trinidad, un barrio que, no lo olvidemos, nació del convento trinitario, que ya desde su nacimiento se nutría de las numerosas huertas de la zona.

El caso es que, como Carlos ha tenido la gentileza de comunicar a esta sección, en la calle Trinidad, a la altura del número 26, un enorme y veterano solar frente a la iglesia de San Pablo, a la derecha del templo puede verse un curiosísimo arco ciego, porque se encuentra empotrado en los bajos de un edificio moderno.

Según nos informa, es muy probable que se trate del último de los arcos que adornaban las entradas a las huertas del barrio.

Carlos ha trasladado el emplazamiento del arco al plano que Joaquín Pérez de Rozas realizó de Málaga en 1863 y se corresponde con la entrada a la huerta de don José Merino, que lindaba al norte con la de Tomás Heredia, unos terrenos desde los que se divisaba, prácticamente aislado en el campo, el vecino Hospital Civil, que por entonces sólo llevaba un año abierto.

Si nos vamos un poco más atrás en el tiempo y echamos un vistazo al plano de Málaga de 1838 de Rafael Mitjana, un plano famoso porque señala el punto en el que fue fusilado el general Torrijos, veremos que la huerta trinitaria de José Merino se llamaba la huerta de Villazo.

Este terreno de regadío ha sido investigado por el historiador Manuel Muñoz en su imprescindible libro 'El crecimiento urbano malagueño en el siglo XIX', publicado en 2008.

Don Manuel nos cuenta que ya a mediados del siglo XVIII dos huertas eran conocidas como la de Villazo, sólo que a una se le llamaba La Chica y a la otra La Grande, esta última, segregada en su día de las tierras del Convento de La Trinidad.

En tiempos del plano de Mitjana (1838), la huerta grande de Villazo era propiedad de Joaquín de Sola, quien en 1851 se la vendió a José Merino y pasó entonces a llevar su nombre. Como curiosidad, la vecina huerta ´chica´ de Villazo era propiedad de Trinidad Grund en la década de 1860.

En los escritos recopilados por Manuel Muñoz se habla de que estas huertas tenían «cercas» y «tapias», esto último por la cercanía del Guadalmedina, para evitar inundaciones.

El arco es, posiblemente, el último vestigio de la huerta de Villazo, luego de José Merino, que enlaza, desde mediados del XVIII hacia atrás, con los orígenes del barrio: el convento de la Trinidad.