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Crónicas de la Ciudad

Un regreso a esa Málaga que pedía la Aduana

La movilización del domingo contra la jubilación forzosa de la Farola y contra el rascacielos tuvo mucho de reunión de malagueños de todas de las ideologías

Una imagen de la concentración del domingo, con el simbólico abrazo a La Farola.Gregorio Marrero

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La movilización del domingo junto a la explanada de La Farola, convocada por la plataforma ciudadana Defendamos Nuestro Horizonte, recordó al autor de estas líneas la comisión ciudadana ‘La Aduana para Málaga’, por la mezcolanza de malagueños de todas las ideologías, unidos en una reivindicación común para la ciudad.

Fue emocionante ver a votantes del PP rodear La Farola junto a seguidores de Podemos y Ciudadanos y comprobar cómo asistían antiguos cargos del PSOE , que compartían tertulia con académicos, arquitectos y profesores de la UMA.

Es este aspecto transversal el que, justamente, ha cerrado las puertas a una consulta ciudadana. Nuestros munícipes prefieren que en este asunto de calado inmobiliario sea decisivo el, para algunos, poco edificante concejal Cassá, antes que jugársela en las urnas con la oposición de muchos de sus propios votantes.

Reunir a unas 300 personas un domingo de playa, pandemia y primeras comuniones para oponerse a algo que sólo es una infografía publicitaria y de cuyos promotores cataríes nadie sabe si sienten o padecen es un logro, pero más importante es que, como en su día hizo La Aduana para Málaga, la plataforma haya sensibilizado a la sociedad malagueña e incluso haya dado el salto y plantee la reivindicación en la esfera nacional.

Es una pena que ese concejal de Urbanismo que hace casi 25 años se sumaba a la reivindicación de la Aduana para Málaga sea hoy el alcalde que siga adelante con este atentado paisajístico contra el corazón monumental de la ciudad y su Bahía.

También es una pena que el partido que lleva la Concejalía de Cultura se muestre impermeable a los rotundos pronunciamientos de un organismo internacional como Icomos y a los de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, la Academia Malagueña de Ciencias y el Colegio de Arquitectos de Málaga -lo de los arquitectos, por cierto, deja con escasos argumentos a quienes consideran que los que se oponen al rascacielos en el Dique de Levante son cual anacrónicos franceses contrarios a la Torre Eiffel-.

Pero, con el asunto ya en niveles administrativos que trascienden el ámbito local, con el Ministerio de Cultura a punto de examinar qué pasará con el paisaje de esta ciudad, podría darse la circunstancia de que el Gobierno central terminara entregando a los malagueños, no una sede oficial para el futuro Museo de Málaga, como hizo en su día, sino La Farola y el paisaje de la ciudad finalmente liberados de un rascacielos en el sitio equivocado. Todo puede pasar.

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