Crónicas de la ciudad

Imaginación contra los vándalos en el Cementerio de San Miguel

Gracias al mármol y a las plantas, el muro del Cementerio Histórico ya no recibe la ‘tradicional’ ofrenda de escombros a sus pies

Los antiguos huecos del muro, en la actualidad, con lantanas y cipreses.

Los antiguos huecos del muro, en la actualidad, con lantanas y cipreses. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Cuando falta el civismo es el turno de las multas, aunque no siempre sean garantía de éxito. De hecho, el potente colectivo MRE (Mamíferos Repartidores de Escombros) es, dentro del reino animal, el que con más tenacidad y alegría incumple la norma de no ensuciar con sus desechos las propiedades ajenas, con el problema de que las multas suelen resbalarles. 

A tal fin y como buenos bípedos de hábitos nocturnos, muchas veces esperan a la caída de la tarde para realizar sus fechorias, aunque también les vale cualquier hora si se trata de ensuciar un paraje relativamente solitario.

De esta manera, en lugares que son auténticos miradores de la ciudad, como los que tanto abundan a dos pasos de La Palma, no faltan las montañas de escombros, tampoco en las primeras estribaciones de los Montes de Málaga o, faltaría más, al pie de todo cartel con la advertencia: «Prohibido arrojar escombros».

Con la conciencia de una columna corintia y la empatía de un tiburón ballena, los mamíferos que en Málaga reparten escombros -para que ningún barrio se quede sin ellos- son al civismo lo que el ayatolá Jamenei y Daniel Ortega a los Derechos Humanos.

Con este activo frente borriquero, ¿qué hacer aparte de desearles una pronta recuperación? Pues en San Miguel, gracias a la colaboración de los vecinos y el Distrito Centro, han ‘contraatacado’ con marmol y flores y la estrategia ha cogido por sorpresa al MRE, hasta el punto de que puede considerarse un éxito.

Como recordarán, el muro que rodea el Cementerio Histórico de San MiguelBien de Interés Cultural, lucía unos huecos de claro propósito estético, pero ideales para nuestro montaraz colectivo. Aprovechando además que la zona paralela a la calle Zurbarán es un gran aparcamiento, dejaban como si nada sus donaciones de porquería justo en estos vanos del muro, amén de que aparcaran los coches.

Ni que decir tiene que la proliferación casi diaria de porquería había animado a los más zoquetes a emplear de propina el grafiti. ¿Cómo se ha conseguido frenar este frente de suevos, vándalos y alanos? Pues rellenando los huecos con una especie de parapeto de mármol, el mismo material que el resto del muro y en su interior, a modo de maceta gigante, plantando una base de lantanas y de cipreses.

Eliminados los vanos, los activos miembros del MRE se han quedado sin su lugar favorito y el exterior de San Miguel ha dejado de ser una escombrera. Moraleja: si a los mamíferos no les frenan las multas, imaginación.

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