Crónicas de la ciudad
Salvar con brújula el Cuartel de Capuchinos
Después de que el desnortado Gobierno central pretendiera demoler el cuartel, desprotegido por nuestro desnortado Ayuntamiento, toca actuar con cabeza
Que hay políticos desnortados en todas las instancias lo comprobamos a diario. La transformación de los partidos políticos españoles en eficaces agencias de colocación ‘por capilaridad’ ha inundado las administraciones de cargos públicos, con lo que los funcionarios de carrera han ido perdiendo protagonismo.
Con tanta inflación de cargos, es normal que no todos los elegidos den la talla y el desnortamiento sea el pan nuestro de cada día. Lo pudimos comprobar hace un par de meses con las declaraciones del ministro Iceta sobre el rascacielos catarí como ‘icónica’ punta de lanza de nuestra Bahía, que coinciden punto por punto con las de su contrincante el presidente andaluz Juanma Moreno, aunque luego tuviera que rectificar.
Pero sin duda, una de las actuaciones más desnortadas y sonrojantes que se recuerdan, evidencia de que no todo el mundo sirve para trabajar en la alta administración, fue la decisión el año pasado del desnortado Gobierno central -en concreto de algún alelado responsable Ministerio del Interior- de echar abajo el antiguo Cuartel de Capuchinos.
Nuestro Ayuntamiento se posicionó, afortunadamente, en contra de la media. Pero claro, tampoco hay que olvidar que en el sonrojante -por escuálido- catálogo de edificios protegidos del PGOU de Málaga, nadie cayó en proteger el antiguo cuartel, evidencia de que algunos en el Consistorio llevan años cazando ‘alúas’.
Lo positivo es que el choque de estas dos desnortadas administraciones servirá para que el Cuartel de Capuchinos no muerda el polvo y sea protegido de alguna forma (o eso esperan muchos malagueños).
Ya es hora de que el símbolo de Capuchinos, su antiguo convento, siga el camino de resurgimiento del antiguo Cuartel y Convento de la Trinidad, aunque confiemos en que el suplicio burocrático no sea tan largo.
Conociendo el fervor patrimonial de nuestros políticos y su brumoso conocimiento de la historia de edificio, es más que probable que se darán por satisfechos si se conserva la fachada y las murallas. Pero esa ya será otra cuestión.
De paso, que un alma caritativa restaure la mellada escalinata y que ese terraplén zarrapastroso de calle Empecinado sea transformado en una zona verde digna, algo parecido a lo que ayer veíamos en esta sección, lo que Parques y Jardines ha logrado con la calle Almogía.
En suma, necesitamos políticos con el norte bien fijado para salvar el Cuartel de Capuchinos y que la salvación no se eternice. Ánimo.
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