Memorias de Málaga

Pepe Bravo, alcalde trinitario

El defensor más constante del barrio de La Trinidad fue nombrado alcalde trinitario por el alcalde de Málaga Francisco García Grana y falleció con el mismo cargo porque ningún primer edil se lo retiró

Pepe Bravo, en la Feria de La Trinidad en los años 60, con el gobernador Antonio Rodríguez-Acosta y el alcalde Francisco García Grana.

Pepe Bravo, en la Feria de La Trinidad en los años 60, con el gobernador Antonio Rodríguez-Acosta y el alcalde Francisco García Grana. / L. O.

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Hace varias semanas, en estas páginas de La Opinión, en su sección semanal ‘Mirando Atrás’, mi compañero de oficio Alfonso Vázquez, dedicó el espacio a Pepe Bravo, un personaje popular que muchos trinitarios no habrán olvidado. Leí con interés el relato porque conocí al personaje y lo traté.

Contó Alfonso Vázquez muchos lances e historias del popular presidente de la Junta de Festejos del Barrio de la Trinidad, que ostentaba también el título de alcalde del barrio de la Trinidad. Precisamente la costumbre de presentarse como alcalde motivó un pequeño roce que tuve con él. Pepe Bravo y sus dos inseparables compañeros de la Junta de Festejos se distinguieron por su entrega al lugar donde residían, uno de los barrios más antiguos y con más historia de Málaga. Aunque nacido en Ardales, Pepe Bravo fue un trinitario entregado de lleno al barrio.

Como alcalde del barrio se preocupó de todo lo concerniente al bienestar de sus habitantes. Si aparecía un bache en una calle, allá que iba Bravo al Palacio Municipal para pedir que lo repararan; si se producía un corte en el suministro de agua, allí estaba Pepe Bravo para gestionar su reparación; si alguna de las macetas con geranios que embellecían las calles se secaba, Bravo iba al Ayuntamiento para que el Servicio de Parques y Jardines se ocupara de reponerla… Iluminación, limpieza, ruidos, roturas de tuberías, alcantarillado…, nada escapaba de Pepe Bravo que, como alcalde, se presentaba en el Ayuntamiento para su reparación.

¿Alcalde? Como todas las notas que recibía en la redacción del periódico Ideal emitidas por Pepe Bravo utilizaban no solo su condición de presidente de la Junta de Festejos sino que anteponía lo de ‘Alcalde de la Trinidad’, yo simplificaba los textos omitiendo lo de alcalde porque no me encajaba que realmente disfrutara de ese privilegio.

Una mañana se presentó solo en la redacción de Ideal, para expresarme que él era alcalde del barrio, con independencia de la presidencia de la Junta de Festejos. Con exquisita educación me informó que ostentaba el cargo de alcalde del barrio por nombramiento del presidente de la corporación malagueña, a la sazón don Francisco García Grana. El nombramiento tenía fecha: 1960.

Aclarado el malentendido, respeté lo de alcalde. Ignoraba que existiera tal nombramiento. Y ahora que caigo, como ningún alcalde posterior a García Grana (Rafael Betés y Antonio Gutiérrez Mata) lo cesaron como tal, salvo algún acuerdo posterior, Pepe Bravo falleció siendo alcalde del barrio de la Trinidad de Málaga.

Algo parecido a mi roce con el popular trinitario le sucedió cuando fue nombrado alcalde de Málaga Cayetano Utrera Ravassa, que no tomó en serio que existiera el cargo de alcalde del Barrio de la Trinidad. En los primeros días desempeñando el cargo, Utrera Ravassa no recibía a Pepe Bravo con la cordialidad de sus antecesores. En Málaga solo había un alcalde, él. Después se suavizaron los contactos.

Fiestas

En los barrios de Málaga (El Perchel, Capuchinos, Ciudad Jardín…) se impusieron en aquellos años los festejos de cada distrito. En cada uno de los barrios citados se constituyeron Juntas de Festejos que, en épocas señaladas por algún acontecimiento, santo patrón, tradición o costumbre, se montaban ferias reservadas a los vecinos y a las que podían acudir malagueños de otros barrios, porque en Málaga, eso de una fiesta, desata el ánimo de pasarlo bien.

Todas las Juntas, con ayuda del Ayuntamiento que reservaba las tasas de ocupación de la vía pública a las Juntas de Festejos, competían entre sí en buena lid para comprobar qué barrio montaba mejor sus festejos. Esta costumbre fue desapareciendo poco a poco en favor de las fiestas o festejos del mes de agosto.

Sin entrar en comparaciones, las fiestas de la Trinidad con su Corpus Chiquito y otras conmemoraciones se hicieron famosas porque se sumaban malagueños de todos los distritos de la ciudad para disfrutar de unos días de asueto. Era costumbre que el alcalde de turno y algunos miembros de la corporación municipal se acercaran al menos un día para presidir el acto de elección de la ‘miss’ o Reina del Barrio. Precisamente las ‘reinas’ de barrio acudían después a la elección de la Reina de las Fiestas de Málaga. Algo así, salvando las distancias, como la costumbre de Francisco de la Torre de acudir a todas las salidas de las procesiones de Semana Santa.

En los años de proliferación de peñas (Málaga llegó a tener más de un centenar de peñas recreativas), en la barriada de La Trinidad nacieron al menos dos, la Peña Trinitaria, que se caracterizaba por sus concursos de saetas y flamenco, y El Sombrero, en la calle Antonio Jiménez Ruiz, que destacó por su preocupación de ayudar a las residencias para ancianos.

Pepe bravo, alcalde trinitario

Almuerzo de la Peña El Sombrero en 1967. / Archivo Peña El Sombrero

La peña Bañista

Pepe Bravo y los suyos eran asiduos bañistas. En invierno y en verano acudían a la playa de La Malagueta a gozar del placer de bañarse, estuviera el mar tranquilo o revuelto. Así nació la Peña Bañista a la que se sumaron malagueños y extranjeros. Fue tan popular hasta el punto de publicarse en España y en el extranjero reportajes y fotografías de los aguerridos bañistas.

Pepe bravo, alcalde trinitario

Pepe Bravo, en sus últimos tiempos, en el año 2000. / Arciniega

Los comuneros de Castilla

Una ‘historia’ desconocida de la asidua presencia de Pepe Bravo en el Ayuntamiento para pedir algo para el barrio era la contraseña que el jefe de Protocolo de la corporación, Alfonso Prini Perona, utilizaba para anunciar al alcalde, Francisco García Grana, la presencia de Pepe Bravo y sus acompañantes. La contraseña utilizada era: «Paco (creo que Prini y García Grana se tuteaban) ahí están los Comuneros de Castilla».

El extraño mensaje se basaba en la coincidencia de los apellidos de los visitantes (Bravo, Padilla y Maldonado) con los decapitados en 1521 en Villalar, cuyos nombres completos eran Pepe Bravo, Juan de Padilla y Francisco Maldonado. El humor de los malagueños (esta vez no de Alfonso Prini) tuvo un precedente parecido al de los Comuneros de Castilla. En la época que triunfaban en los escenarios y tablaos de Málaga La Niña de los Peines y Pepe Pinto, el representante de los famosos se apellidaba Santamaría. Alguien, para identificarlos, comentaba: Ya están ahí «los de Colón» o sea Santa María, el Pinto y la Niña.

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