Mirando atrás
Manuel López Sánchez: Una vida de servicio en San Juan de Dios
Este vecino de Ciudad Jardín de 75 años, antiguo novicio de la Orden de San Juan de Dios, ha estado ligado al antiguo Psiquátrico de San José, hoy Centro Asistencial San Juan de Dios, desde los 14 como voluntario y desde 1971 como auxiliar de enfermería hasta su jubilación.
Desde que se jubiló, hacia 2008, calcula que ha visitado a cerca de 80 hermanos de San Juan de Dios por toda España para no perder el contacto con unas personas excepcionales. «Es que me he sentido un privilegiado. Yo volvería otra vez».
Quien habla es Manuel López Sánchez (Málaga, 1947), un vecino de Ciudad Jardín que ha estado ligado durante medio siglo al antiguo Psiquiátrico de San José en Málaga capital, el hoy moderno Centro Asistencial San Juan de Dios, el centro para enfermos mentales que la Orden de San Juan de Dios atiende desde hace justo un siglo en la antigua finca de la familia Heredia.
Como recuerda, antes de que él naciera, su padre ya había trabajado allí como auxiliar durante un breve tiempo, aunque su primer contacto con San José fue también muy tempranero, a los 8 años: «Íbamos a la cocina un grupo de niños con una cestita, sobre todo los martes y jueves porque los hermanos nos ponían paella», recuerda.
Por la noche, a esa misma edad, con otros niños cruzaba los jardines de San José hasta el pabellón de San Juan de Dios, donde en un gran patio los hermanos proyectaban cine a los enfermos.
A Manuel le gustó mucho la labor que hacían los hermanos, sobre todo porque, como explica, su madre tuvo depresión post parto y estuvo sin moverse de la cama durante mucho tiempo «y veía el tratamiento que en aquel tiempo había y que se podía mejorar».
Tendría unos 14 años cuando, por mediación de los hermanos empezó a trabajar en una farmacia en el Centro, «hacía el listado y traía los medicamentos». Así empezó un trabajo como voluntario que dos años más tarde le condujo a la escuela de novicios que la orden tenía en Ciempozuelos, con el propósito de que, de paso, estudiara para ATS.
«Duré un mes. No encajaba. La pobreza la podía aguantar, pero la castidad... dejé a mi novia en Málaga, tenía a mi madre enferma y hacía falta trabajo en casa», resume. Al final, regresó a su ciudad natal y continuó en la farmacia pero en los años siguientes también trabajó en un tejar, en un bar, en una casa de mármoles y en la gasolinera de La Tana. Y jugó al fútbol, de delantero, un puesto con el que llegaría a Tercera División con el Coín y el Iliturgi.
Y un buen día lo vio un hermano y se extrañó de que no siguiera con ellos en San José. «Al día siguiente ya estaba repartiendo pastillas. A partir de ahí me tocó la lotería», confiesa .
Era el año 71 cuando entró oficialmente en el entonces Psiquiátrico de San José. Un año más tarde se casó con su novia, María Isabel Doblas, vecina de su calle y serían padres de dos hijos, Isabel y Juan Manuel, que pronto participarían en más de una celebración en San José.
En esos años la Psiquiatría era muy diferente a la actualidad. «Te ponían una bata y entrabas allí», cuenta. Y si en la actualidad, por cinco internos «hay un ATS y dos auxiliares, más el médico, el psicólogo... en aquel tiempo el psicólogo era yo, el fraile era yo, el que barría era yo, el que iba a la comida era yo... reparto de comida con mi equipo de enfermos, que eran enfermos autónomos», detalla.
Y había también muchos más hermanos: «Yo entraba a las 6 de la mañana y sobre las 11 venían seis o siete hermanos a cortar uñas, a lavar... tenía un refuerzo bastante grande».
Manuel recuerda también los cuartos de aislamiento donde por entonces se aplicaban los electrochoques, todavía muy en boga en la Psiquiatría como tratamiento y que necesitaban el trabajo conjunto de cinco personas para sujetar al interno. «Hasta que vino un médico, el doctor Durán Llopis, que los quitó en los 90».
Años antes, en 1980, se exigió una formación a los auxiliares de enfermería y Manuel López pasó un año ejercitándose en el Instituto Psicopedagógico Dulce Nombre de María, en el Valle de los Galanes.
Fútbol, feria y Tívoli
En su trabajo en San José, el malagueño convivía y trabajaba con 170 pacientes, a los que además de tratamientos, comidas y talleres se les ofrecían muchas oportunidades para el ocio. «Yo he jugado al fútbol con los frailes, con los hermanos...», subraya, al tiempo que recuerda que a los pacientes se les llevaba en autocar «al Tïvoli todas las semanas, se llevaba el grupo a la playa, a la Feria de Sevilla, a la de Ciempozuelos y también hacíamos un feria en San José».
A este respecto, recuerda una ocasión en la que, para poder organizar una tómbola, «fui con un hermano por Málaga pidiendo por las tiendas». Los comerciantes colaboraron con mucha generosidad.
También se acuerda de los paseos que daba con los enfermos hasta el monte de San José, un trayecto de 5 kilómetros (sumando ida y vuelta) hasta llegar a una mesa con árboles, donde almorzaban bajo la sombra.
Y este afable malagueño no se olvida tampoco de las navidades, que en San José eran magníficas:«Por todo lo alto, sin faltar comida». Famoso era el Belén, hasta el punto de que un año, en un equipo formado por un hermano, dos internos y él ganaron el primer premio del Ayuntamiento.
Como curiosidad, compraban los regalos de Reyes en Ceuta sin muchas pegas de aranceles porque un inspector tenía a dos hermanos en el centro.
¿Y cómo era el trato con los hermanos de San Juan de Dios? Cuando a Manuel López escucha esa pregunta se le ilumina la cara: «Como jefes, yo era uno de ellos, no te puedo hablar mal de ningún hermano porque los he conocido en plena faena, tienen en un 90% esa educación que San Juan de Dios dejó escrita».
Sus últimos años en el Centro Asistencial San Juan de Dios los pasó haciendo guardia nocturna con el hermano Rufino, «el hermano de San Juan de Dios más grande que había, que por la mañana trabajaba en la huerta y por la noche estaba con los enfermos».
Pese a que la vinculación laboral de Manuel López Sánchez terminó, seguirá unido de por vida a San José y a la Orden de San Juan de Dios.
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