Emblemas y blasones malagueños

Blasón del obispo Molina y Oviedo

El obispo de Málaga realizó gestiones para que se pudiera hacer el Oratorio de San Felipe

 El religioso agustino fue nombrado por el papa Benedicto XIII general de su orden 

El blasón se localiza en el `patio del I.E.S. Vicente Espinel, conocido popularmente como Gaona. Antiguo palacio del conde de Buenavista. Sede de la Congregación de los Filipenses.

El blasón se localiza en el `patio del I.E.S. Vicente Espinel, conocido popularmente como Gaona. Antiguo palacio del conde de Buenavista. Sede de la Congregación de los Filipenses. / Arciniega

Antonio Lara Villodres

Antonio Lara Villodres

Nuestro personaje de hoy, Gaspar Molina y Oviedo, nació en Mérida (Extremadura) una fría mañana de enero de 1679. Era hijo del regidor perpetuo de aquella ciudad Gaspar de Molina y de María Antonia Clara de Triana Cerón y Oviedo, natural de Sevilla.

Desde muy joven, sintió la llamada del mundo religioso e ingresó a los quince años de edad en el convento de Agustinos de Badajoz en 1694. Años más tarde, hizo su ingreso en el colegio Acacio de Sevilla donde se formó y llegó a ser profesor.

Dada su gran capacidad intelectual ocupó diferentes puestos de responsabilidad dentro de la orden agustina. En 1712 se le nombró prior del convento de Cádiz y continuó en el mismo lugar como provincial hasta 1718. Tres años después, se le otorgó el cargo de asistente de las provincias de España e Indias.

Como provincial de la orden de San Agustín, Gaspar Molina viajó a Roma donde trabajó bajo el pontificado del papa Benedicto XIII. Éste, como apreciaba su gran valía, le concedió, mediante bula, el nombramiento de general de la orden y teólogo de Cámara. Asistió como tal al Concilio Lateranense de 1724.

Hacia el año 1726, el general de los agustinos regresó a España, donde el rey Felipe V esperaba para concederle la mitra episcopal de la isla de Cuba. Después de ser consagrado por Luis Salcedo, arzobispo de Sevilla, nuestro personaje marchó a la ciudad de Barcelona donde igualmente fue nombrado su obispo en 1733.

Un obispo a distancia

El día 7 de febrero del siguiente año, el rey Felipe V le nombró obispo de Málaga y tomó posesión de la mitra malagueña unos meses después, tras haber abandonado su antecesor, el obispo Diego de Toro Villalobos que había sido nombrado prelado de Cuenca.

Desgraciadamente tanto los obispados de Cuba y Barcelona, con los que fue agraciado nuestro personaje, como el de Málaga, nunca fueron efectivamente ocupados por el designado Gaspar de Molina, ya que los diferentes asuntos de su gobierno encomendados por el propio rey en la Corte, hicieron imposible ejercer el ejercicio pastoral. Tres años más tarde, obtuvo el cargo de Comisario general de la Cruzada y presidente gobernador del Supremo Consejo de Castilla hasta 1744.

Concretamente, la diócesis malagueña en sus casi diez años de ausencia, fue regida por el vicario general y provisor de la Catedral, el licenciado Martín Ovejero, colegial mayor de San Ildefonso, canónigo y doctoral de Sigüenza. El canónigo lectoral de la catedral Francisco de Cózar y Gallo, fue el encargado de presentar al cabildo catedral, el nombramiento de S.M. así como la bula papal.

Blasón del obispo molina y oviedo

Patio del I.E.S. Vicente Espinel. Instituto Gaona de Málaga. Antiguo palacio del conde de Buenavista. Sede de la Congregación de los Filipenses. / Antonio Lara Villodres

Oratorio de San Felipe Neri

Son pocas las referencias y hechos reflejados sobre el periodo en que nuestro personaje ejerció el obispado de Málaga, no obstante se ha de destacar las gestiones personales, que efectuó para que se creara el Oratorio de San Felipe Neri, que fue costeado por el II conde de Buenavista Tomás Guerrero aunque el cardenal gracias a su influencias, obtuvo del rey Felipe V una fuerte suma que serían pagadas de las rentas del obispado, la cual fue confirmada por el Papa en febrero de 1742.

Durante los años que estuvo designado como prelado, repartió limosnas del orden de 20.000 reales a lo pobres de San Felipe, pertenecientes a sus rentas sobre todo, durante las epidemias que azotaron Málaga a lo largo de los años 1738 y 1741.

También dedicó una parte de su rentas a la manutención de varias familias muy necesitadas. Y todos los días, a los menesterosos que se acercaban a la puerta del palacio obispal, se les daba auxilio en sus necesidades.

Igualmente y durante unos años, el cardenal tuvo como hombre de confianza y su tesorero, al regidor perpetuo Mateo Sedeño Gudiel, teniente alférez mayor de la ciudad. Hombre muy caritativo, quien cedió su casa de la calle Beatas, para recoger en ella a las niñas huérfanas afectadas en las pasadas epidemias.

El obispo Gaspar de Molina por sus cuantiosos servicios a la Corona y a la Iglesia de Roma, fue agraciado con el capelo cardenalicio en 1735 por bula del Papa Clemente. Y a su hermano Antonio Molina y Oviedo, caballero del hábito de Santiago, el rey Felipe V le concedió el título de Castilla de marqués de Ureña para él y sus descendientes.

Falleció este culto prelado en la Granja de San Ildefonso, el 29 de enero de 1744 donde tenía su residencia oficial y fue enterrado, con la pompa requerida, en la iglesia conventual de pp. agustinos de San Felipe El Real, de Madrid.

Desgraciadamente el cardenal Gaspar de Molina por su rápida e inesperada muerte no había hecho testamento y cuando se fue a llevar a cabo sus deseos, es decir alojar en el colegio San Acacio de Sevilla su biblioteca personal, que constaba de algo más de 7.500 volúmenes, hubo una gran polémica entre la curia agustina que quería quedarse con el legado y la familia, que quería que se cumplieran los deseos del prelado. Finalmente se llegó a un acuerdo entre ambas partes.

Blasón del obispo agustino.  | A.V.

Blasón del obispo agustino. / .

Descripción

Localización: Patio del I.E.S. Vicente Espinel. Instituto Gaona de Málaga. Antiguo palacio del conde de Buenavista. Sede de la Congregación de los Filipenses.

Las armas del obispo se encuentra sobre cartela o soporte en mármol blanco, rodeada de volutas y rocallas a modo de lambrequines.

Cuartelado: 1º, de azur, una torre de plata y, a su pie, media rueda de molino del mismo metal, acompañado de tres flores de lis de oro, una en el jefe, y otra a cada lado de la torre; bordura de gules, con ocho aspas de oro, por Molina; 2º, de azur, un puente de piedra sobre ondas de azur y plata, y sobre el puente un lobo de plata perseguido por un águila del mismo metal; en jefe la cruz de la Victoria de oro; bordura de plata con diez armiños de sable, por Oviedo. 3º, una cruz entre dos ramas de palmas, y 4º, de plata un león rampante, de gules y coronado de oro; bordura de azur cargada de cuatro bezantes de oro, cargados a su vez de tres bandas ondeadas de sinople, por Cerón. En el centro del jefe, un escudo oval de cuatro bandas de gules y tres de plata, faja de azur. Y lo rodea un ribete de oro.

En el tercio superior del blasón, un corazón inflamado de mármol sanguino, con las letras JHS , símbolo de la orden de San Agustín, de la que fue un importante miembro, así como una leyenda en latín que dice: «Iesus incord jubilum» (Jesús amó el jubileo).

Al timbre, mitra labrada del mismo material, símbolo de su dignidad eclesiástica. No lleva borlas ni capelo. Bajo el blasón existe una cartela, en mármol en la que se lee: «Haec tota scientia hominis scire quia nihil est pero se» (todo este conocimiento del hombre es saber, porque no es nada en sí mismo).